Miguel Ángel Miró Goya
y Barceló
Y hablamos de arte y de la vida, de pintura y conocimiento.
De libros llenos de arte, de libros cuyos protagonistas son cuadros que se han
salido del lienzo para compartir con nosotros la mirada. De cuatro grandes obras de pintores, de artistas
que también leyeron y leen que visitaron
bibliotecas, que manejan o manejaron antiguos manuscritos para dejarnos un
legado pictórico.
La Capilla Sixtina debe su nombre al Papa Sixto IV della
Rovere (pontífice desde 1471 hasta 1484) quien hizo reestructurar la antigua
Capilla Magna. Más tarde Julio II, sobrino de Sixto IV decidió modificar
parcialmente la decoración de ésta y le confió el encargo a Miguel Ángel en
1508.
El santuario está inspirado en el Templo de Salomón en Jerusalén,
aunque su fama se debe a la decoración, al fresco y especialmente a la bóveda y
el Juicio Final. El tema escogido es la historia del mundo y de la humanidad
antes de la venida de Cristo. Los
frescos que adornan la cúpula son de enormes dimensiones, incluye
casi cuatrocientas figuras.
Figuras que nos introducen en el mundo de los contenidos de la
Revelación. Formas que manifiestan acentuados escorzos, que anticipan el Manierismo (una reacción anticlásica que cuestionaba la
validez del ideal de belleza defendido en el Alto Renacimiento) y el Barroco,
y crean una increíble sensación de movimiento.
El techo de la Capilla está dividido en
varias secciones, y los elementos arquitectónicos simulados consiguen
multiplicar los marcos de la bóveda y separan nueve escenas del Génesis. La
escena sagrada envuelve cierto temor a los resucitados, lamentaciones que casi
podemos oír.
Esta obra maestra del gran Michelangelo fue realizada con la compleja técnica del Buon Fresco o Fresco Buono. Miguel Ángel utilizó
plantillas a escala real de las diferentes escenas. Lo curioso fue que los
personajes fueron escenificados por Michelangelo con sus cuerpos totalmente desnudos, lo que se conoce como ignudi (desnudos). Sin embargo,
este hecho no gustó a algunos de sus cardenales, en especial al maestro de
ceremonias Biagio de Cesana,
así que se encargó al discípulo Daniele
da Volterra que cubriese las partes íntimas de algunos de los
personajes con velos o
"bragas", —lo que le
valió el apodo de "Braghettone"—;
este hecho molestó bastante a Miguel Ángel.
Y se vengó, lo representó desnudo, con enormes orejas
de asno, enrollado en una serpiente y
rodeado de monstruos. El
artista retrató al rey del infierno Minos con el rostro de Biagio de Cesana. Lo ridiculizó. Y cuenta
la leyenda que Biagio de Cesana, asustado, al verse representado en el infierno
acudió al papa con lágrimas y suspiros para que diese orden al Sr. Michelangelo
de que borrara su horrible caricatura.
Paulo III, quien por lo que se cree poseía buen humor, le contestó:
-"Querido hijo
mío, si el pintor te hubiese puesto en el purgatorio, podría sacarte, pues
hasta allí llega mi poder; pero estás en el infierno y me es imposible.
Goya y La Quinta del Sordo:
En la última etapa
de su vida, entre 1819 y 1824 con más de setenta años, Goya se quedó sin
amigos, su sordera iba en aumento, tuvo problemas con la Inquisición… se volvió
solitario y huraño. Le atrapó la oscuridad. Y fue en esa etapa cuando
el pintor compró una casa con el fin de pasar allí un periodo de su vida. Y en
contra de la creencia popular, el nombre de la finca no se debió a la sordera
del pintor, sino a la de un anterior propietario.
Oculto en el rumor
de esa pequeña casa decoró las paredes con sus famosas pinturas negras, que es
el nombre que reciben una serie de catorce cuadros pintados con la técnica de
óleo al seco (sobre la superficie de revoque de la pared). La casa fue demolida
en el verano de 1909.
Los cuadros son de lo más expresivo y sus temas son siniestros, fantasmagóricos, pesimistas, cánticos de muerte: brujería, aquelarres, personajes tenebrosos, cercados por una ondulación de fanatismo, etc. La España de su época (principios del siglo XIX) queda retratada en su vertiente más horrible y oscura. Actualmente se conservan en el Museo del Prado, porque antes de que la Quinta del sordo fuese demolida, las pinturas fueron arrancadas de la pared y trasladadas a lienzos.
Los cuadros son de lo más expresivo y sus temas son siniestros, fantasmagóricos, pesimistas, cánticos de muerte: brujería, aquelarres, personajes tenebrosos, cercados por una ondulación de fanatismo, etc. La España de su época (principios del siglo XIX) queda retratada en su vertiente más horrible y oscura. Actualmente se conservan en el Museo del Prado, porque antes de que la Quinta del sordo fuese demolida, las pinturas fueron arrancadas de la pared y trasladadas a lienzos.
Algunas de esas
pinturas negras representan las
fauces apocalípticas, El Aquelarre y La Romería de San
Isidro, así como a Saturno
devorando a su hijo, y Judith y Holofernes (la heroína judía que seduce y mata
al viejo asirio) La Peregrinación o Procesión del Santo Oficio, entre otros.
Goya representa un Saturno torturado, enloquecido y deforme que devora a dentelladasel cuerpo descabezado de su hijo. Representa caracteres de las emociones. La mirada del espectador se ve atraída por la expresión del rostro: ojos desorbitados, boca exageradamente abierta, y cabello y barba encanecidos entre manchas que bailan sucias y desordenadas enmarcando el conjunto. El cuerpo del dios emerge de la oscuridad, tejida de hedor espeso que constituye el fondo de la escena.
Cromáticamente, la obra presenta una gama de colores del color del pelaje animal, oscuros y poco saturados, sobre los que destacan las masas blanquecinas: los ojos y la pierna izquierda de Saturno, el cuerpo del hijo... Y sobre este último, la llama roja de la sangre que, más que brotar, ribetea el pequeño cuerpo.
Goya representa un Saturno torturado, enloquecido y deforme que devora a dentelladasel cuerpo descabezado de su hijo. Representa caracteres de las emociones. La mirada del espectador se ve atraída por la expresión del rostro: ojos desorbitados, boca exageradamente abierta, y cabello y barba encanecidos entre manchas que bailan sucias y desordenadas enmarcando el conjunto. El cuerpo del dios emerge de la oscuridad, tejida de hedor espeso que constituye el fondo de la escena.
Cromáticamente, la obra presenta una gama de colores del color del pelaje animal, oscuros y poco saturados, sobre los que destacan las masas blanquecinas: los ojos y la pierna izquierda de Saturno, el cuerpo del hijo... Y sobre este último, la llama roja de la sangre que, más que brotar, ribetea el pequeño cuerpo.
Los Papeles de Son Armadans y Joan Miró:
El nacimiento y la
actividad editorial de la revista Papeles de Son Armadans está
directamente relacionada con la presencia de su fundador y director, Camilo
José Cela, en la isla de Palma de Mallorca durante más de 30 años, desde 1954
hasta 1988 Y colaboraron en
ella 1.070 autores distintos, del ámbito de las letras y las artes hispánicas,
a quienes Cela solicitó sus colaboraciones en 276 números mensuales, de abril
de 1956 a marzo de 1979.
Miró "intentó hacer poesía, esbozos oníricos pasando incluso a una pintura
naïf. Porque él con un pincel, con colores, con una tela, crea destellos,
lenguajes de niebla, alientos. Poesía. “Una poesía que ha gobernado su actividad”
y para ello se ha basado en los poetas franceses del surrealismo
Y Cela decidió
dedicar un número a un Miró, recién afincado en Calamajor aunque
mayoritariamente desconocido entre los mallorquines. Así, Miró ofreció algunos
de sus bellos diseños de esos esbozos
suyos poéticos, onirícos que pasan incluso a una pintura naïf. En algunas de sus diseños Miró trabaja el
fondo de la composición mediante formas abiertas. Figuras a base de siluetas y
contornos cerrados.
El número, que salió
a la calle en diciembre de 1957 con la identificación “Año II, Tomo VII, Núm.
XXI”, se abría con una entrevista del académico al artista titulada “La llamada
de la tierra: Acta de un monólogo de J.M.” -cuando en realidad el monólogo era
de Camilo José Cela. Dos años después, en 1959, el libro de Dibujos y
litografías de Joan Miró inauguraba la colección “Juan de Juanes” en
las ediciones de bibliófilo de la revista. Joan Miró siguió aportando
litografías para posteriores números de la publicación.
La cueva de los
felinos, Miquel Barceló:
El 18 de diciembre
de 1.994, tres espeleólogos franceses descubrieron una gruta conocida hoy en
día como de Chauvet en honor a uno de ellos. Y después de muchos esfuerzos,
lograron habilitar una rendija por la que apenas cabía una persona y accedieron
a una cueva de dimensiones extraordinarias.
La cueva albergaba
un conjunto de sombras del destino, de pinturas rupestres acunando las paredes
entre tinieblas y soledad. En el límite de la existencia y de la razón. Pero
con tal espectacularidad que desde el mismo momento que la descubrieron causó
sensación entre la comunidad científica.
Albergaba las
huellas de la historia: bisontes, caballos, renos y ciervos, siluetas
silenciosas en un estado de perfecta conservación. Lo que ignoraban
es que estaban ante uno de los mayores descubrimientos de todos los tiempos en
cuanto a arte parietal prehistórico se refiere. Tan antiguas que doblan la
antigüedad de la Cueva de Altamira.
Todas estas pinturas
más de 400, relucen con gran detalle y uso constante del difuminado. Están
llenas de fuerza y vida, flotan y revelan una gran maestría en el trazo y un
conocimiento asombroso de la anatomía y del movimiento de los animales en donde
solo importan los animales y no su mundo.
Inmediatamente, el
gobierno francés cerró el acceso a la cueva y sólo algunos científicos tienen
permiso para, durante unos días al año, poder estudiarlas. Una de las primeras
personas que logró este permiso fue John Berger, escritor, pintor y crítico de
arte, que en 2.008 decide invitar a su amigo Miquel Barceló.
Durante la visita,
el gran artista mallorquín Barceló, siente una de las mayores impresiones
estéticas de su vida: "En Chauvet había algo más", comenta.
Y como consecuencia de este brutal impacto, Barceló decide paralizar el proyecto en el que estaba ocupado en ese momento, la cúpula de la sala de los derechos humanos de la ONU, y regresar a su ciudad natal.
En su estudio de Mallorca cogió el primer cuaderno que encontró (de hecho lo tenía ya empezado con algunos dibujos) y allí pintó acuarelas de felinos basándose en lo que había visto en Chauvet: así nació el cuaderno de felinos (Cahier de félins).
Quizás esa fuerte
impresión le surgió porque cuando él tenía veinte años ya se había representado
a si mismo (más de un centenar de veces), se había retratado como un felino.
Hoy se ve más sereno, menos salvaje, más pensativo, hoy se ve como un gorila.
Miquel Barceló es un
creador volcánico, un artista incansable y siempre sorprendente al que el
público admira por su autenticidad. Barceló marca época y apasiona con su
aventura creativa. Sus obras, de gran potencia y muy cotizadas, son apetecidas
por museos y coleccionistas. El autor mallorquín lleva 30 años de pugna, en la
ola y en la brecha, desde que se afamó con su gesto expresionista y trans
vanguardista, igual que una joven estrella del rock. En Europa
aporta una cierta idea mediterránea y de la España moderna y engarza con la
herencia de Picasso y Miró. Es premio Príncipe de Asturias y hace 20 años fue
premio Nacional de Artes Plásticas.
Aun estoy intentando asimilar lo que descubrí aquí. No he podido parar de hacer cosas. Las musas estaban de tenderete en torno a la sutil improvisación del sueño a la poesía.
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