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domingo, 31 de mayo de 2015

Premio Canarias, discurso Cecilia Domínguez

Publicado el  por cecilia


JUEGO LIMPIO
 Nota previa:
En este breve discurso pretendo recordar y homenajear a todos los Premios Canarias de Literatura, utilizando pequeñas frases o versos suyos, en un intento de demostrar que la cultura no puede ser individualista, sino una unión de diferentes voces, de hombres y mujeres, que tienen como objetivo la libertad y la unión de los pueblos.
 Vivimos tiempos difíciles. Todo se tambalea y aún nos preguntamos de qué lugar del tiempo nos llegó el abandono, este no reconocernos en el otro, el sálvese quien pueda. De dónde ese “aquí vale todo” que ya forma parte de nuestro diario transcurrir.
Algunos resistimos, utópicos tal vez. Y así Totoyo Millares trenza el alma de su tierra en las cuerdas del timple y todo adquiere un aire emocionado, de rito. Y Antonio Ramos no ceja en su lucha por reivindicar un juego limpio, sin trampas ni engaños.
Juego limpio. Tal vez ahí radique uno de nuestros males. Ese pasar por alto tantas cosas nos está convirtiendo en meros espectadores, cuando no en dóciles fichas de un juego donde el tramposo parece tener las de ganar. Y seguimos impávidos porque, mientras no nos toque…
Las tragedias humanas nos conmueven, es cierto, pero solo unos días, los que dure la noticia en los medios de comunicación. Luego olvidamos, por indolencia o cobardía, o para salvar nuestra pequeña parcela de supuesto bienestar.
Sí, todo se tambalea, se deshumaniza, se rompe. ¿Y la cultura? ¿Qué ocurre con ese cultivo de los conocimientos humanos cuyo objetivo es hacer más libre al pueblo que la posea?
Llevamos unos cuantos años asistiendo a su trivialización. Vivimos la cultura de lo superfluo, de lo banal, donde solo se valora aquello que es útil económica o políticamente. La reflexión, el pensamiento, se ha visto relegado a un segundo término, por esa necesidad de lo inmediato y de lo efímero.
Sí, se nos llena la boca al hablar de cultura, pero ¿de qué estamos hablando realmente? Porque una cosa es la cultura y otra muy distinta lo que algunos quieren ofrecer como tal, a una sociedad, la canaria, donde la educación sigue siendo una de sus asignaturas pendientes. Y no hay que olvidar que cultura y educación están íntimamente unidas, o deberían estarlo.
Para empezar, debemos reconocer que los deseos de construir una sociedad más justa, libre y solidaria, chocan con una realidad que nos ofrece, cada día, injusticias, barbarie y mentiras o, lo que es peor, verdades a medias. Una realidad en la que aparecen, a veces soterradamente y otras sin el menor reparo, formas de limitaciones de la libertad, no solo de acción y/o de expresión, sino incluso de pensamiento.
Por otro lado, en lo que concierne a nuestra responsabilidad individual, nos hemos convertido en unos ciudadanos cómodos, encerrados en nuestras, más o menos, confortables viviendas, frente al televisor o el ordenador; pretendidamente seguros y tranquilos en nuestra vida privada y sin tiempo- esa es nuestra excusa más frecuente- para nada.
Así pues, cultivemos la charanga, copiemos cualquier ritmo danzón que nos aturda, sumerjámonos en mezquinas batallas por el “yo primero”, vivamos en, para y por las pequeñas y grandes pantallas. Seamos mediáticos, seamos virtuales y olvidemos.
Todo antes que aceptar que somos los responsables de una situación que nos vuelve cada día más incapaces, más individualistas.
Nadie parece acordarse de que nos ha tocado en suerte/ de tierra, solo un puño/ de cielo, todo el cielo; que las cumbres azuladas, añiles y marrones que nos encontramos delante, nada más levantar la cabeza, pueden tornarse en sombras oprimentes. Que para evitarlo, desde esos ocho puñados de tierra  que son las islas, tenemos que encender el corazón, reconocernos insulares, tomar conciencia de las islas en que estamos y de las islas en que somos, y mirar más allá. Es decir, levantarnos de nuestro propio paisaje para abarcar y hacer nuestro ese universo al que pertenecemos.
Si no tenemos clara esa idea, si nos extasiamos-tal vez  como una forma más de huida- en nuestro entorno, y lo convertimos en una especie de tótem alrededor del cual damos vueltas y vueltas sin sentido, podemos terminar convertidos en inútiles Narcisos que solo han cultivado la flor de su propia imagen. Y llenaremos nuestra maleta de papeles viejos y hojarasca, y lo gris seguirá saliéndose con la suya.
Porque si deseamos construir un humanismo nuevo, no habremos de ahondar únicamente en nosotros mismos, con menosprecio de los restantes. En otras palabras: La humanización o sea, la cultura, es imposible sin una creciente igualdad democrática. Una sociedad igualitaria donde la imprescindible presencia de la mujer contribuya a su consolidación.
Por otro lado no hay que olvidar que un pueblo sin una base educativa y cultural sólida, es una presa fácil para el engaño, para que se le venda gato por liebre, al hacerle creer que cultura es aquello que lo constriñe en una exaltación desmedida y falaz de lo propio, idealizando estereotipos  y una imagen vertida sobre sí misma que falsea y embrutece aún más a la población indefensa.
De ahí la necesidad de una cultura independiente, sin ponerse al servicio de nada ni de nadie,  pues es esta una de las condiciones que le conceden validez y autoridad, pero también, una cultura comprometida con su tiempo y no ceñida a un limitado territorio, sino, como dije antes, aspirando, desde él, a la universalidad. Una cultura hecha entre todos y para todos. Y si abogo por una cultura comprometida es porque no  olvido que la palabra compromiso  lleva implícita la necesidad de una respuesta en el otro.
Pero  parece que hemos olvidado que nuestros actos, sentimientos, deseos, lo que es nuestra vida, nacen de los demás, y de esta forma abandonamos la idea de unir nuestras espaldas/ ese  lugar donde germina el ala.
Acaecen tormentas. Nadie pregunta nada, instalados como estamos en una comodidad estéril, sin exigencia alguna que pueda poner en peligro nuestro estatus. Y, si alguien lo hace ¿quién o qué responde? Una mudez que aniquila la sed de preguntar, o el aturdimiento de lo inmediato  que nos desarma y nos hace correr hacia ninguna parte.
Así, vamos acumulando derrotas hasta que un día descubrimos  que está arrumbado todo en una vieja estancia cuya puerta cerramos para hacer más patente el abandono. De esta forma, la amenaza del olvido se acumula, a pesar de que todos sabemos que somos el resultado de nuestra propia memoria, y de la memoria de los otros, a las que, de un tiempo a esta parte, estamos dejando de analizar y preguntar. Por eso, al ser la memoria algo fundamental para conocer y reconocer la medida de nuestra historia, somos también,  aunque nos pese, el resultado de su ausencia.
Sin embargo quiero pensar que, a pesar de todo, los que aún continuamos en la lucha, los que creemos que la literatura, la música, las artes, el deporte, el juego limpio, en definitiva, la cultura, puede salvarnos, seguimos atesorando la memoria de los días indelebles, de ese ayer en que quisimos encontrar la luz a la sombra del mar. Y así, desde esa memoria del ayer, recuperar lo antes posible esa idea de la cultura como compromiso. Un compromiso con la integridad, con la honradez,  con el otro y los otros, porque simplemente queremos que libertad no sea solo una bella palabra.
Ya es hora. No es tarde ni temprano, porque todos sabemos que a veces es posible alzar la mano y detener el cielo. Porque no es verdad que el momento no tenga una salida. Si nos unimos para alcanzar un horizonte común, podremos llegar a ser caminos/ de esperanza hasta amanecer de nuevo/ con el llanto/ y la respiración /compartidos.
 Con la mano en la mar, así lo espero.
Cecilia Domínguez Luis
30 mayo 2015

viernes, 29 de mayo de 2015

CONVERSATORIO CON ESTELA ALCAY, escritora

El pasado jueves, 28 de mayo Junio. En la Sala de exposiciones del Centro Comercial "El Muelle" segunda planta que dirigen Rogelio Vida y Diego Casimiro. tuvo lugar el PRIMER CONVERSATORIO  con la escritora Estela Alcay. Presentó Rosario Valcárcel
.   En un ambiente muy agradable hablamos de los libros publicados de Estela Alcay: "Estelas al amanecer" "Mujeres de trapo" "Rabia entre los dientes"De los sentimientos y de las emociones. De 
las relaciones.
De las relaciones de pareja se asocian a idilios de amor, fantasías, sexo, verdad y belleza. Pero desgraciadamente la realidad suele ser bien distinta porque muy pronto el cariño, la ternura, la fantasía y hasta el gozo en las relaciones de pareja se metamorfosean. Y aquello que en un principio se llamaba amor, se tambalea, se atormenta por vivencias de encuentros y desencuentros, por vivencias de odio y de dominio que con demasiada frecuencia van acompañada de falta de respeto, de rencor e incomprensión, por ese camino sin fin que nos lleva a la violencia. A la locura.
En relaciones de pareja que se convierten en enemigos irreconciliables, en una relación dañada, en una relación que ni la pasión ni los afectos son capaces de solucionar, de emerger del problema de vivir en paz. De saber perdonar.
     Porque a pesar de que hoy en día, la de pareja es un estadio también de “poder” y cada parte integrante intentará usar el suyo. En el caso de la mujer (y en algún caso en el hombre) se ve sometida a la vida de la otra persona, sigue estando controlada por su pareja.

Sigue siendo vista como objeto desechable, como una “muñeca de trapo” por la que “el otro” aún tiene que decidir, incluso prohibirle cosas. Y es esa violencia de pareja, familiar, social, la mayoría de las veces, silenciosa, en la que se centra los relatos de Estela Alcay en su libro:

 Mujeres de trapo” expresa sentimientos, episodios reales o ficticios. Diecisiete relatos en la que escritora explora sobre el alma humana, intentando desvelar los misterios que se esconden detrás de nuestro comportamiento. En donde sus protagonistas nos muestran la pasión, el dolor, la educación que nos une y nos divide a los seres humanos.

Atrás, a solo unas horas de distancia, había dejado a su familia. ¿Su familia? Sabía la respuesta. Realmente ése era su hogar: un esposo cuarentón, dominante. Con un carácter muy distinto en el trabajo…

Dos hijos de quince y diecisiete años a quienes, más que vivir en familia, usaban la vivienda…  Y también estaba Most, su perro. Aquel chucho callejero al que todos quisieron adoptar cuando le encontraron abandonado en la gasolinera, al que todos prometieron cuidar y sacar… fragmento del relato “El ocaso”.

La literatura de Estela Alcay resulta emotiva, quizás porque sabe mirar la vida de una forma real, con temas como el sexo, el amor y el odio, el dinero y el trabajo. La inhumanidad. Con imágenes de muecas infelices, que se clavan a fuego en la mente del lector y con finales que aunque esperados tiene la habilidad de conseguir el giro inesperado, el saber sorprendernos.

Y junto con su autora Estela Alcay hablaremos también sobre otros títulos publicados por Alcay, como “Estelas al Amanecer” y la novela “Rabia entre los Dientes”, esta última escrita por Estela Alcay y por Belén Gonzalvo, también zaragozana. Una novela donde la avaricia, la ambición, el asesinato y la propia historia ruedan al hilo de una fotografía, llevando a los protagonistas a la duda, la desconfianza y finalmente al amor.

 Estela Alcay nació en Gallur y actualmente reside en Zaragoza. Su seudónimo corresponde a los apellidos de su progenitora. En 2006 ganó el primer premio del II Certamen Literario Los Incrédulos de Casablanca, con el relato Vivaldi. Colabora en revistas y periódicos así como en tertulias literarias.



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lunes, 25 de mayo de 2015

‎ "Cruce de miradas, puente de encuentros”, Diego Casimiro



"Cruce de miradas, puente de encuentros", Colección Diego Casimiro. Podrán visitarla en el Centro Comercial EL MUELLE (segunda planta) hasta el día 14 de junio. 




“Qué bonito es / que se me llenen los pulmones de aire / que se me clave la luz en los ojos / que se me meta el olor de las flores hasta las venas / que me lata el corazón de emoción / que se me ponga roja la cara / por un sentimiento”, Ouka Leele

Desde muy joven Diego Casimiro se sintió atrapado por la pintura. Y quizás entendió aquello que dijo Antonio Muñoz Molina “El arte adquiere toda su dimensión cuando te enseña a mirar la vida”. Y esa relación con artistas, galeristas, museos y cultura le ha llevado a investigar en profundidad la técnica pictórica, le ha despertado a través de los años el conocimiento y el interés, la confianza en sí mismo, el amor por el arte. Le ha llevado a realizar actividades culturales, a construir y gestionar exposiciones de pinturas colectivas e individuales, tanto con artistas noveles como pintores plásticos de alto prestigio.
                                
 A comprar lo mejor del artista, a poner ilusión y tiempo, a coleccionar durante varios años un conjunto de pequeños tesoros artísticos, de telas poderosas, repletas de manchas, colores, texturas, surcos que exaltan el color. A investigar en profundidad en estallidos de óleos, acuarelas, esculturas. Ese lenguaje impresionante que es la pintura.

Y hablando de Arte, de nuevo Diego Casimiro, nos presenta una magnífica propuesta pictórica, esta vez de pintores canarios o residentes en las islas, junto a algunos foráneos. Una exposición titulada:"Cruce de miradas, puente de encuentros", 
Un recorrido desde los años treinta a la actualidad, autores fallecidos como : Manolo Millares y Manolo Padorno, Jesús Arencibia, César Mánrique, Jorge López, Tomás González Pérez o Miró Mainou entre otros artistas.

Y autores vivos: José Morera Ortiz, Premio Nacional de Bellas Artes conocido con el nombre artístico "El Hortelano" quien está considerado uno de los más importantes artistas españoles de su generación. Ha sido galardonado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, 2009. Y es uno de los protagonistas de la Movida madrileña junto con Cesspe, Guillermo Pérez Villalta, Pedro Almodóvar o Bárbara Allende Gil de Biedma.

 Esta última conocida con el nombre artístico de Ouka Leele, artista, pintora, poeta y fotógrafa española, de formación autodidacta, destacan sus características fotografías en blanco y negro pintadas a mano con acuarela. Su obra se ha expuesto en ciudades como Paris, Londres, Tokio, Sao Paulo, Tel Avicv Shangái, Beijing, Roma, Buenos Aires, Colonia o Nueva York entre otros. En 2005 le fue concedido el Premio Nacional de Fotografía.

Y el gran escultor de plena actualidad Jaume Plensa, junto con obras de Miquel Barceló y Miquel Planas.

También están representados en la exposición: Emilio Machado y Arsenio Morales, Isabel Echevarría, Alejandro y Pedro del Castillo, Andrés Delgado, García Álvarez, Irena Hosnová, Abdoulaye Diop, Pedro Lezcano, Elias Marrero, Birgitta Edenborg  y muchos otros artistas plásticos, reconocidos.

Algunos de ellos han sido premiados y distinguidos en prestigiosos certámenes, otros representados en museos internacionales, nacionales, instituciones oficiales o privadas o en colecciones particulares repartidas por todo el mundo.

“Cruce de miradas, puente de encuentros” es una exposición que revela la preocupación constante de coleccionar formas plásticas, historias que transporten al espectador a vivir una experiencia conocida u de otro mundo. Una muestra que ha convivido con más de un centenar de obras de su colección, obras de artistas canarios, peninsulares y extranjeros, una oportunidad que nos acerca a entender el coleccionismo en Canarias.
Lo maravilloso de esta exposición es poder penetrar en ese mundo del coleccionista, en ese mundo de Diego Casimiro en donde la belleza y la verdad habitan en unas obras que piensan y dialogan entre sí, que nos cuentan historias y conviven con un ser que le expresa sus necesidades, sus sueños, sus deseos.

En donde los artistas plásticos le dan la vuelta a la realidad, a la existencia, a la aventura. Con esa capacidad que tiene el arte de emocionarnos, de tratar de entender el sentido de estar vivo.


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miércoles, 20 de mayo de 2015

DOS POEMAS DE JOSÉ LUPIÁÑEZ,

Un poeta entre el exotismo y el compromiso.


Días celestes

Hay versos que guardaron la nostalgia
de hermosos cuerpos que abracé otro tiempo
y que aún avivan la memoria, inerme,
de muchos besos y de algunos nombres.

En otros aún resuenan las semillas,
las cuentas del azar que fue mi vida
y dejan sus sonidos en la mente,
las huellas de aquel paso de la gloria.

Palabras son, pero que así me llevan
de nuevo hasta tus manos o tus labios,
de nuevo a tu cintura en donde siguen
mis sueños aferrándose, ya en vano...

Sonajas venturosas de los versos:
vibrad ahora y espantad la cuitas;
traedme hasta esta esquina de mi casa
el sol, el son de aquellos días celestes.

 Fábula

Del mar, en los adentros,
donde las aguas refulgentes, aún cálidas,
espejean por el astro más bello que conozco,
vive aquella barcaza donde los dos se amaban,
y cómo discurría lentamente.
Ella volcaba todo su candor y con júbilo
era un ovillo hermoso prendido a su cintura.
Su larga cabellera se derramó en el agua
y sus brazos oscuros se alzaban oferentes.
Un tiempo los estuve observando,
hasta que mis ojos se abrasaron
.

José Lupiáñez nace en La Línea (Cádiz) en agosto de 1955. Su infancia transcurre en El Puerto de Santa María. Posteriormente se traslada a Barcelona en cuya Universidad comienza estudios de Filosofía y Letras, que acabará en la de Granada, licenciándose en Filología Hispánica.
                Desde muy joven comienza a colaborar como poeta y crítico en numerosas publicaciones españolas y extranjeras. En 1975 funda junto al poeta José Ortega la colección "Silene", que se inicia con su primer libro Ladrón de fuego (Universidad de Granada, 1975)

                Ha participado en los consejos de redacción de diferentes revistas. Su obra ha sido incluida en importantes recuentos y antologías, y traducida a varios idiomas. Ha participado además en numerosos libros colectivos y ha sido reconocido con diversos premios, tales como: el "Antonio Machado", el "Juan Ramón Jiménez", el "Luis de Góngora" y el I Premio Nacional de Poesía "Emilio Prados", entre otros. 

                Posee José Lupiáñez un gusto por la reflexión sobre los grandes problemas de la vida que se revelan en pequeños detalles. Canta temas eróticos, sensuales cuerpos entregados a la muerte, a la belleza y juventud, al carpe diem.

Su poesía refleja el gusto por los escenarios exóticos, orientales o legendarios, como vemos en Tapiz de Occidente, Cuerno de Oro, Ladrón de Bagdad, Oriental Tule o en composiciones que se sitúan en otros lugares de Turquía, Grecia o Marruecos.  En esa preferencia por los mundos exóticos mereció el primer Premio Nacional de Poesía Emilio Prados con su obra La verde senda (Cuadernos de la India, 1999)


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domingo, 17 de mayo de 2015

LOS ASALTOS DE LA MEMORIA, Karl Müller (con vídeo de Gila)

Fue uno de estos inviernos coloneses que parecen infinitos, oscuros y aburridos como para esperar la muerte. Lo que estábamos haciendo. Ya mi madre iba muy mal de salud. Ella sabía que se iba a morir, había visto morirse tantos durante las dos Guerras Mundiales que le tocó vivir, que disponía de una experiencia larga y asentada, y

Tumbada en su sofá–cama desde el cual solía dejarse aburrir por el televisor miraba al techo en la penumbra. Estaba agotada de haber ido al baño, hacer sus necesidades y volver a su lugar de descanso. Se avergonzaba mucho de que yo la tenía que asistir, asearla cuando se había ensuciado, ayudarle para ponerse la ropa interior limpia, ella, que toda su vida se había valido por sus propias fuerzas. Seguía siendo una anciana grande de cuerpo pero ya no tenía fuerzas. Las caderas varias veces operadas, la columna vertebral descompuesta, los pies, las rodillas, todo le dolía y no le permitía defenderse de los pequeños percances de la vida que se acumulaban en forma de platos rotos y objetos perdidos por los rincones. Empezaba a ser muy olvidadiza. Tuve que desenchufar la cocina eléctrica porque la dejaba prendida, lo que era demasiado peligroso para toda la casa. Fue un gran choque para ella, fue el principio del fin.

En aquella tarde de color gris oscuro, sin embargo, alguna asociación casual de la memoria llevó a mi madre a recordar el día que yo nací. Claro, muchas veces me lo había relatado, cómo me había dado a luz en aquella clínica campestre improvisada, edificio que anteriormente había sido un lugar de descanso para las élites del partido nazi y sus familias. Es que eso de perseguir y matar a judios, gitanos, dementes, pobres y otros seres inferiores, los llamados “Untermenschen” [=infrahumanos] y limpiar la bella tierra alemana de las “lebensunwerte Leben” [=vidas indignas de vivir] era una tarea dura que merecía un descanso en un lugar idílico. Pero ahora, a comienzos de 1945, ya todo se estaba viniendo abajo y el antiguo balneario para nazis con méritos asesinos se había convertido en un hospital improvisado. Mal improvisado porque casi no había infraestructura y la mayor parte de las enfermeras y personal médico no se componía sino de familiares de miembros del partido que los habían enchufado en la clínica lejana de cualquier ciudad, para escapar de los bombardeos sistemáticos y brutales de los aliados.

Que mi madre embarazada y su hermana menor con una niña de corta edad pudieran abandonar Colonia, en estos meses bombardeada, rebombardeada y recontrabombardeada, se debía a una orden del gobierno nazi que no permitía sino a este grupo de personas salir de las ciudades. Sospecho levemente que mi existencia se debe en buena parte a la agudeza de mi padre que las vió venir con bastante antelación. Pero esta pregunta no se la quise plantear nunca a mi madre, me parecía demasiado… qué digamos, denigrante. Y a mi padre nunca le pude preguntar. Ya había fallecido de tuberculosis galopante hacía más de 40 años.

Volviendo a la silenciosa espera, estábamos aguardando a la asistente de Cáritas que ayudaba a mi madre a preparar alguna cena, llevarla hasta la cama, desvestirse y acostarse. En esta bolsa de silencio de pronto mi madre me preguntó en colonés si ella me había contado alguna vez cómo yo realmente había nacido. Paré la oreja. Cuando mi madre empezaba a hablar en la lengua de nuestra ciudad era que tenía que decir algo íntimo e importante. Si no nunca la empleaba.

Le contesté, también en colonés, que creía que sí, que había llegado en los últimos dias del embarazo con la hermana a la clínica improvisada, que ahí nací yo y que nada más que dar los primeros berridos tuvieron que bajar conmigo y con ella en una camilla, corriendo escaleras abajo hasta los sótanos porque pasaban aviones aliados.

“Sí, cierto todo eso”, me dijo, “pero falta algo que nunca te conté”. En la penumbra la veía sonreír melancólicamente. “Lo que nunca te conté es que el famoso aullido de las sirenas que prevenían de los aviones arrancó en medio del parto. Y estos cagones de medicuchos noveles y falsas enfermeras hijas de jerarcas nazis, que jamás habían soportado un ataque aéreo, salieron todos corriendo, al sótano, y me dejaron sola en la mesa. La última parte del parto la hicimos sólos, tú y yo. Por más de una hora no subió nadie a ver lo que pasaba o a ayudar. Al final me desmayé cuando estabas afuera y por fin subió entonces la única enfermera profesional que había. Menos mal. Llevabas enrollado el cordón umbilical en el cuello y ya tenías un color azul bastante subido. La mujer lo cortó con una tijera de papel que muy previsoramente se había traido y te hizo respirar. El resto lo sabes. Subieron otros, todos cagados de miedo por unos avioncitos que pasaban lejos y altos y nos llevaron al sótano”.
Quedamos otra vez en silencio, ella agotada, yo estupefacto. Fue uno de estos momentos en que toda la mente queda en blanco, no, ni en eso, queda en la nada estupefacta. No es que fuera una revelación sensacional sobre el comienzo de mi existencia en tierra, fue más bien un detalle absurdo en un acontecimiento que para mí podía haber acabado en un siniestro, y con algo menos de suerte no estaría yo aquí ahora para contarlo. Lo que me provocó este momento en blanco fue más bien la asociación mental instantánea con un golpe de humor negro, humor español del más oscuro habido y por haber.

El gran Gila, el más grande de los humoristas españoles para los que se acuerdan de él, hoy está bastante olvidado. En la España franquista, en cuya periferia canaria me tocó vivir mi juventud, fue el único que nos hacía reír de vez en cuando, si una emisora de radio algo más atrevida lo ponía. Monólogos telefónicos siniestros sobre la guerra (Oiga¿es la guerra? ¿está el enemigo? ¡Que se ponga!) y otros acontecimientos sombríos con una voz aburrida de subordinado obtuso. Uno de los monólogos empezaba con una frase que me parecía extraordinaria por genial y absurda. Se me quedó al instante en la memoria nada más que oírla la primera vez:
Yo, cuando nací, estaba solo en casa y cuando mi madre volvió me dijo“¡Que sea la última vez que naces solo!”:


Yo no creo en el peso de los grandes traumas infantiles y las demás tonterias del sicoanálisis y doctrinas afines, pero tengo que reconocer que mi predilección por aquella frase, el haberla captado al instante aunque entonces todavía no entendía muy bien el español, es algo extraño. Algún fontanero del alma quizá podría seguir la pista al asunto pero creo que eso daría demasiado trabajo, por lo que lo dejo ahí en el aire.

Aquella tarde no llegué a explicarle a mi madre la curiosa asociación mental del monólogo de Gila con lo que recién me contó . En estos momentos se oía en la puerta el ruido del llavero de la asistente, una mujer grande y cuadrada de Colonia que hablaba impertinentemente en colonés con mi madre, ella le respondía siempre en correcto alemán. El colonés no era para todo el mundo.

Me despedí, bajé las escaleras y pensé contarle la historieta otro día, pero se me olvidó, hasta que pocas semanas después, un domingo, durante una breve excursión con unos amigos para ver una exposición de arte africano, llegó una llamada de la clínica en que estaba ingresada por un problema intestinal, me comunicaron que a mi madre le iba mal. Volvimos inmediatamente pero llegué tarde. Ya había fallecido, rápida y discreta, como solía despachar sus asuntos para no armar muchas molestias a los demás, era su hábito. Me acordé entonces de la frase de Gila, comentario surrealista, poco menos que intuición lejana y paralela a cómo yo había llegado al mundo, que se lo quería haber comentado a mi madre, a quien le encantaba los chistes absurdos, pero ya era tarde. Sea como fuere, se lo conté en silencio junto al lecho de muerte, pero la destinataria ya no atendía aunque estoy seguro que se habría reido bastante. Para los demás lo dejo aquí por escrito, por si interesara.


Este relato de Carlos, que es el nombre por el que lo conocemos todos los hispanohablantes que lo tratamos, es una pincelada de humanidad, humor y emoción, de la mejor estirpe dentro de lo que conozco en la literatura memorialista. Pero si ya les dije antes que se trata de mi mejor amigo, puede que teman o sospechen que exagero. Por eso prefiero dejarle la palabra a él, para que se convenzan por sí solos.  Ricardo Bada,http://www.elespectador.com

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viernes, 15 de mayo de 2015

AMOR EN FUGA

Por Eduardo Sanguinetti

Creo y he creído siempre, que la renuncia al amor, se base o no en un pretexto de tipo ideológico, es uno de los grandes crímenes que, en el curso de su vida, pueda cometer un hombre dotado de todos sus elementos constitutivos, sensibilidad, instinto y sabiduría, cuidando de sí, en el espacio que nos ofrece la radicalidad del amor.

Si existe “algo” que parecía haber escapado hasta hace unos años a todo intento de reducción, haber resistido a los más grandes dictadores de tendencias y pesimistas, este “algo”, era el amor: único sentimiento que puede reconciliar a cualquier ser, temporalmente o no, con la idea de la vida y su sentido.

El discurso del amor pareciera, hoy, estar divorciado de la existencia de los pueblos, exiliado e instalado en un espacio de soledad extrema, en un Gulag metafórico. Un discurso despreciado a veces, ignorado, sin prácticas en las nuevas generaciones abandonadas a las relaciones sistemáticas alienadas del consumismo extremo, marcadas por el sistema ultraneoliberal, cual norma y regla de existencia.

El amor está asfixiado por la profusión de pornografía reinante. “La sexualidad se desvanece en la sublimación, la represión se desvanece con mucha mayor seguridad en lo más sexual que el sexo: el porno.

Las cosas se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad”, decía el comunicador y filósofo francés Jean Baudrillard, con quien coincido y sumo a otros asesinos del amor: la publicidad a repetición hasta alcanzar el vértigo, donde los cuerpos, cual objetos de consumo, se nutren de obesidad y simulada obsesión de placer no consumado, liberado del afecto que transmiten los estados de deseo y la sensibilidad del instante, que requieren las prácticas del amor.

El excesivo consumo de las promociones mediáticas, en plan sistemático de degradación de seres, deviene en que hablar sobre el amor adquiera un carácter subversivo para quienes lo sentimos y cristalizamos como acto de vida.

Después de celebrar orgonásticamente a Wilhelm Reich y su cultura sexual, entre los años 60 y 80, se suceden las prácticas publicitadas por el sistema reinante capitalista, adoptando sus fieles seguidores, cuanta tendencia se vende en oferta de shopping periférico, como las teorías de la resistencia sexual, eclectizando los datos: tantrismo, zen, karezza, coitus reservatus…y demasiado atento al cuidado extremo del cuerpo en su forma, no en contenido, deviene “cosa” acompañada de síntomas de angustia, depresión y desambiguación del ser.

A la palabra amor, deseo humildemente restituirle su sentido de vinculación total a un ser humano, fundada en el ineludible reconocimiento de la verdad, de ¡nuestra verdad! en un “alma y en un cuerpo”, que son el alma y el cuerpo de aquel ser al que amamos.

Al amor, que una inmensa mayoría de fanatizados, amargados impotentes, se han complacido en infligirle todo tipo de generalizaciones: amor filial, amor divino, amor a la patria, etc., para ocultar su incapacidad de amar.

El hombre goza aún de un mínimo de libertad para creer en su libertad. Algunos hombres somos dueños de nosotros, aún. Tan solo de nosotros depende elevarnos más allá de la cotidianeidad y del pasajero sentimiento de “cosa archivada”.

Pues entonces, despreciando todas las prohibiciones, sirvámonos de la vengadora arma del sentimiento, contra la bestialidad de todos los sujetos-objetos… y amemos.


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martes, 12 de mayo de 2015

"HIMNO A LA VIDA", Rosario Valcárcel

Un libro militante: no solo constituye un canto apasionado en pro de la libertad y la alegría de vivir sino que toma partido por la mujer, en la medida en que ha sido la parte sumisa y dominada de la humanidad. La autora denuncia las discriminaciones, las injusticias, la falta de libertad de las mujeres a lo largo de las civilizaciones, la mujer que padece todavía la ablación de la conciencia femenina, cuerpo maltratado.


Según Antonio Arroyo, autor del prólogo, Rosario Valcárcel cree a pie firme que el amor es una continua rotación entre Eros y Thanatos, el amor como una pequeña muerte, la muerte como la culminación del amor: no una suerte de transcendencia, como preconizaba Quevedo, sino como una inmanencia que desemboca casi en una mística de lo carnal (como la de San Juan y Santa Teresa), tal como se parecía en fragmentos de una gran intensidad poética:

Desenvaino, la espada y con su luz atravesó
El pespunte de mis labios rojos, el hervidero
De los líquenes, la pelambre de Baudalaire.
E igual que árboles abatidos por una tormenta,
Nos precipitamos el uno en el otro.

Himno a la vida” es un libro que muestra la esencialidad femenina, su capacidad de engendrar amor por las pequeñas cosas, su deseo de pertenecer y dialogar con el mundo, con los seres, paisajes, árboles, casas... El deseo de trascendencia a través de la belleza, de temas eróticos, sensuales, del mundo de los gestos y la seducción. También constituye una reflexión sobre lo efímero de la vida que identifica el destino de los humanos y el anhelo de permanecer en el cuerpo del otro. En Himno a la vida asistimos a la evocación de la memoria, la agitación ardiente de los deseos, la celebración de esos instantes de plenitud que acontece a lo largo de la existencia con una escritura directa, bella, repleta de elegancia y carga emocional."

El acto estará amenizado por la clarinetista Celia Sánchez.

Al término de la presentación se servirá un vino.





jueves, 7 de mayo de 2015

Poema Antonio Arroyo

Poema que Antonio Arroyo me regaló cuando presentó mi nuevo poemario 
"Himno a la vida" en La Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria.


una sonrisa sola te dará el mundo amiga
y los pájaros  saben muy bien de estos asuntos
por eso vuelan con la forma de tus labios

tu sonrisa es un grito que aunque de miel
desorienta a las moscas y las transforma en pájaros
y porque el ansia no ha de ser más que un traje
del furor amarillo te abandonas al aire
de las escolopendras que saben ver la luz


©Antonio Arroyo Silva
Donde la niebla teje ventanas, 2015

Gracias Antonio. 

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domingo, 3 de mayo de 2015

MADRES, ABUELAS, SIEMPRE EN EL RECUERDO

…La abuela había crecido en unos tiempos difíciles. Nunca fue universitaria, pero te encantaba oírla hablar de teatro, de música o geografía de una forma poco académica, con la frescura y la libertad de quien aprende por placer y con la vida misma. Te enriquecías con sus diálogos sutiles, su estética pintoresca y folklórica sobre cualquier tema. Tampoco accedió a lo que llaman el mundo del trabajo; qué ironía, pues su vida fue un continuo bregar sin traspasar las paredes de su casa. En aquel castillo estaba su mundo. Nunca se le oyó quejarse del puesto que la sociedad le había reservado, quizá no se veía en una oficina.

 Si alguien le preguntaba cuáles eran sus ocupaciones, se limitaba a contestar que ella era una mujer de su casa. Mañana, tarde y noche, sin derecho a vacaciones ni a bajas temporales.

Muchas horas viví por suerte junto a la abuela y a menudo en mi memoria aparece su presencia envolvente. Te paralizaba su sentimiento de seguridad para dirigir los encuentros y desencuentros que se tejen en las relaciones humanas y su rostro me parecía aún más hermoso que el de otras abuelas: sus ojos inquietantes, la piel blanca, aterciopelada, pero tan diferente al de su juventud. Su paisaje había estado expuesto a la vida que le tocó vivir.

―Qué ganas tengo de darme un viaje.

Soñaba con visitar Escocia, sus lagos, riachuelos y verdes montañas. Pero aquella espléndida excursión siempre se aplazaba.

La crianza de sus hijos y la mirada hacia atrás la habían sumido en un mar de frustraciones y nostalgias. La llegada de los nietos la liaron en una repetición de su destino, pero lo tomó con una actitud más placentera y gratificante. No era muy dada a las efusiones, pero regalaba su existencia día a día.

Algunas tardes, mientras me acariciaba el pelo y me estrechaba contra sus pechos, se sentía fuera del mundo. Entonces me enseñaba su álbum de fotografías y postales anti-guas, porque necesitaba desempolvar su historia. En aquellas imágenes aparecían muchas mujeres realizando tareas domésticas, tanto en el frente de la guerra como en la reta-guardia. Y yo le preguntaba si su madre y la madre de su madre habían trabajado.

 ―Claro –me respondió. Pero sin sueldo; habían vivido tiempos aún más difíciles, cuando debían trabajar las tierras además de cuidar de sus hijos, de sus casas y de los familiares de más edad, a quienes debían atender en su propio hogar. Sólo el trabajo en los talleres de confección fue considerado una industria de guerra, y tuvo un poco de remuneración.

Cuando alguien se ponía enfermo, la abuela sacaba su temperamento decidido y establecía normas y cuidados, tuviese o no importancia la enfermedad. Separaba la loza y los cubiertos del enfermo, cambiaba la cama a diario, preparaba alimentos reconstituyentes: sopas de gallina y trozos de pan con tropezones de mantequilla para engordarnos, pues se preocupaba por la delgadez de esta familia. Además estaba al pie de la habitación hasta que el enfermo se recuperaba del todo. ¡Ah, y en mis camisillas me cosía unas bolsitas de alcanfor para protegerme de los catarros!

A la hora de dormirme, me sentaba en el filo de la cama. Nunca se tumbaba junto a mí, sino que permanecía cerca, para recordarme mis oraciones. Su fuerte siempre fueron las relaciones sociales y en algún momento también las divinas. Repetíamos juntas algunas estrofas y espantábamos los miedos de la oscuridad, mientras con la mirada colocaba todo en su sitio.

Cuando el abuelo se jubiló, el porvenir le empezó a sonreír y por fin pudo ver algunas de las maravillas con las que había soña-do. Estuvo en los Campos Elíseos, la catedral de Notre Dame, los puentes del Sena. Nunca olvidó el barrio bohemio de pintores de Montmartre, ni los palacios de Sissi en las afueras de Viena. Sus viajes estaban hechos de momentos únicos.

Los hijos se habían marchado hacía ya muchos años, los nietos ya habían crecido y la abuela comenzó a sentirse sola. Sus fuerzas languidecían pero no deseaba renunciar a sus obligaciones, voluntariamente asumidas. La soledad empezó a ganar terreno, las sombras se derrumbaban.

―Ya no le soy útil a nadie. Y como no soy eterna...

En su cabeza debían barajarse frustraciones y añoranzas. Su corazón estaba cansado de luchar contra el desaliento y por eso quiso cruzar el horizonte, dejar atrás los cumpleaños, jugar otra vez  en el mar y abrir de par en par la ventana para alcanzar las estrellas.

Fragmento de mi libro "LA PEÑA DE LA VIEJA Y OTROS RELATOS

Foto: Celebración de un cumpleaños mío con mi madre y mi padre, hermana y amigos.   
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