31 mayo, 2015
JUEGO LIMPIO
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En este breve discurso pretendo recordar y homenajear a todos los Premios Canarias de Literatura, utilizando pequeñas frases o versos suyos, en un intento de demostrar que la cultura no puede ser individualista, sino una unión de diferentes voces, de hombres y mujeres, que tienen como objetivo la libertad y la unión de los pueblos.
Vivimos tiempos difíciles. Todo se tambalea y aún nos preguntamos de qué lugar del tiempo nos llegó el abandono, este no reconocernos en el otro, el sálvese quien pueda. De dónde ese “aquí vale todo” que ya forma parte de nuestro diario transcurrir.
Algunos resistimos, utópicos tal vez. Y así Totoyo Millares trenza el alma de su tierra en las cuerdas del timple y todo adquiere un aire emocionado, de rito. Y Antonio Ramos no ceja en su lucha por reivindicar un juego limpio, sin trampas ni engaños.
Juego limpio. Tal vez ahí radique uno de nuestros males. Ese pasar por alto tantas cosas nos está convirtiendo en meros espectadores, cuando no en dóciles fichas de un juego donde el tramposo parece tener las de ganar. Y seguimos impávidos porque, mientras no nos toque…
Las tragedias humanas nos conmueven, es cierto, pero solo unos días, los que dure la noticia en los medios de comunicación. Luego olvidamos, por indolencia o cobardía, o para salvar nuestra pequeña parcela de supuesto bienestar.
Sí, todo se tambalea, se deshumaniza, se rompe. ¿Y la cultura? ¿Qué ocurre con ese cultivo de los conocimientos humanos cuyo objetivo es hacer más libre al pueblo que la posea?
Llevamos unos cuantos años asistiendo a su trivialización. Vivimos la cultura de lo superfluo, de lo banal, donde solo se valora aquello que es útil económica o políticamente. La reflexión, el pensamiento, se ha visto relegado a un segundo término, por esa necesidad de lo inmediato y de lo efímero.
Sí, se nos llena la boca al hablar de cultura, pero ¿de qué estamos hablando realmente? Porque una cosa es la cultura y otra muy distinta lo que algunos quieren ofrecer como tal, a una sociedad, la canaria, donde la educación sigue siendo una de sus asignaturas pendientes. Y no hay que olvidar que cultura y educación están íntimamente unidas, o deberían estarlo.
Para empezar, debemos reconocer que los deseos de construir una sociedad más justa, libre y solidaria, chocan con una realidad que nos ofrece, cada día, injusticias, barbarie y mentiras o, lo que es peor, verdades a medias. Una realidad en la que aparecen, a veces soterradamente y otras sin el menor reparo, formas de limitaciones de la libertad, no solo de acción y/o de expresión, sino incluso de pensamiento.
Por otro lado, en lo que concierne a nuestra responsabilidad individual, nos hemos convertido en unos ciudadanos cómodos, encerrados en nuestras, más o menos, confortables viviendas, frente al televisor o el ordenador; pretendidamente seguros y tranquilos en nuestra vida privada y sin tiempo- esa es nuestra excusa más frecuente- para nada.
Así pues, cultivemos la charanga, copiemos cualquier ritmo danzón que nos aturda, sumerjámonos en mezquinas batallas por el “yo primero”, vivamos en, para y por las pequeñas y grandes pantallas. Seamos mediáticos, seamos virtuales y olvidemos.
Todo antes que aceptar que somos los responsables de una situación que nos vuelve cada día más incapaces, más individualistas.
Nadie parece acordarse de que nos ha tocado en suerte/ de tierra, solo un puño/ de cielo, todo el cielo; que las cumbres azuladas, añiles y marrones que nos encontramos delante, nada más levantar la cabeza, pueden tornarse en sombras oprimentes. Que para evitarlo, desde esos ocho puñados de tierra que son las islas, tenemos que encender el corazón, reconocernos insulares, tomar conciencia de las islas en que estamos y de las islas en que somos, y mirar más allá. Es decir, levantarnos de nuestro propio paisaje para abarcar y hacer nuestro ese universo al que pertenecemos.
Si no tenemos clara esa idea, si nos extasiamos-tal vez como una forma más de huida- en nuestro entorno, y lo convertimos en una especie de tótem alrededor del cual damos vueltas y vueltas sin sentido, podemos terminar convertidos en inútiles Narcisos que solo han cultivado la flor de su propia imagen. Y llenaremos nuestra maleta de papeles viejos y hojarasca, y lo gris seguirá saliéndose con la suya.
Porque si deseamos construir un humanismo nuevo, no habremos de ahondar únicamente en nosotros mismos, con menosprecio de los restantes. En otras palabras: La humanización o sea, la cultura, es imposible sin una creciente igualdad democrática. Una sociedad igualitaria donde la imprescindible presencia de la mujer contribuya a su consolidación.
Por otro lado no hay que olvidar que un pueblo sin una base educativa y cultural sólida, es una presa fácil para el engaño, para que se le venda gato por liebre, al hacerle creer que cultura es aquello que lo constriñe en una exaltación desmedida y falaz de lo propio, idealizando estereotipos y una imagen vertida sobre sí misma que falsea y embrutece aún más a la población indefensa.
De ahí la necesidad de una cultura independiente, sin ponerse al servicio de nada ni de nadie, pues es esta una de las condiciones que le conceden validez y autoridad, pero también, una cultura comprometida con su tiempo y no ceñida a un limitado territorio, sino, como dije antes, aspirando, desde él, a la universalidad. Una cultura hecha entre todos y para todos. Y si abogo por una cultura comprometida es porque no olvido que la palabra compromiso lleva implícita la necesidad de una respuesta en el otro.
Pero parece que hemos olvidado que nuestros actos, sentimientos, deseos, lo que es nuestra vida, nacen de los demás, y de esta forma abandonamos la idea de unir nuestras espaldas/ ese lugar donde germina el ala.
Acaecen tormentas. Nadie pregunta nada, instalados como estamos en una comodidad estéril, sin exigencia alguna que pueda poner en peligro nuestro estatus. Y, si alguien lo hace ¿quién o qué responde? Una mudez que aniquila la sed de preguntar, o el aturdimiento de lo inmediato que nos desarma y nos hace correr hacia ninguna parte.
Así, vamos acumulando derrotas hasta que un día descubrimos que está arrumbado todo en una vieja estancia cuya puerta cerramos para hacer más patente el abandono. De esta forma, la amenaza del olvido se acumula, a pesar de que todos sabemos que somos el resultado de nuestra propia memoria, y de la memoria de los otros, a las que, de un tiempo a esta parte, estamos dejando de analizar y preguntar. Por eso, al ser la memoria algo fundamental para conocer y reconocer la medida de nuestra historia, somos también, aunque nos pese, el resultado de su ausencia.
Sin embargo quiero pensar que, a pesar de todo, los que aún continuamos en la lucha, los que creemos que la literatura, la música, las artes, el deporte, el juego limpio, en definitiva, la cultura, puede salvarnos, seguimos atesorando la memoria de los días indelebles, de ese ayer en que quisimos encontrar la luz a la sombra del mar. Y así, desde esa memoria del ayer, recuperar lo antes posible esa idea de la cultura como compromiso. Un compromiso con la integridad, con la honradez, con el otro y los otros, porque simplemente queremos que libertad no sea solo una bella palabra.
Ya es hora. No es tarde ni temprano, porque todos sabemos que a veces es posible alzar la mano y detener el cielo. Porque no es verdad que el momento no tenga una salida. Si nos unimos para alcanzar un horizonte común, podremos llegar a ser caminos/ de esperanza hasta amanecer de nuevo/ con el llanto/ y la respiración /compartidos.
Con la mano en la mar, así lo espero.
Cecilia Domínguez Luis
30 mayo 2015