El jurado ha elegido su poemario "Materia" dotado de una extraordinaria fuerza evocativa y sensorial.
Yolanda Castaño escribe exclusivamente en lengua gallega, pero luego se traduce ella misma al castellano. Y eso es lo que ha hecho con Materia, un poemario en edición bilingüe en el que, como dice Ana Romaní, habla de “las hijas y sus espesores, las horas cargadas de ADN, el clan y las torgas de la sangre, la familia y sus ortodoxias, las moneditas de plástico de ese amor…”.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Materia (Visor), de Yolanda Castaño.
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PRIMERA CASA
Todo lo que fui olvidando
lo recuerda mi cuerpo por mí.
El pozo, el túnel, el
botón de arranque.
Pura demo(n)stración.
La unidad familiar comienza con el ruido de un cuerpo.
Con ellos tengo este puente y su lenguaje secreto.
Nada más sabio hay que sus brincos y maullidos,
la espuma de sus olas ilumina nuestros pies.
En cuanto mis caderas avanzan por esa casa
la derecha masca la pertenencia,
la izquierda aprende a refundarse.
Las líneas de mi frente hacen todo lo contrario,
riega el vientre la flor de la división.
A toda casa se ingresa siempre a través del cuerpo.
Qué más quisieras que un poema se escribiese con estos dedos
capaces de ir y pulsar teclas tan altas.
Umbral, resorte, código.
No con la inteligencia, ahora.
Con las manos.
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ICEBERG
Cómo mirar de nuevo
si aun cuando me froto los ojos
me salen a veces los tuyos.
La mandíbula del horizonte se llena como un vaso.
Crecer fue ir por ti
y volver más tarde por mí misma.
Un pez oscuro visitaba nuestra casa,
nosotros nunca llegamos a verlo.
Tú lo cocías y comías por las noches
y al día siguiente solo quedaban raspas.
Arpas de madreperla de las que arrancábamos notas.
Me aprendiste de memoria
y si me expulso de mí tu casa siempre está abierta.
Tus labios no se me ven porque los llevo maquillados.
A veces me los perfilo con colores infrecuentes
para que no se les puedan escuchar las mismas cosas.
Siete octavos, permafrost.
Me eres en el silencio compacto del subsuelo.
Una linterna alumbrando
de mí hacia mí todas las idas y venidas.
Y por eso, cómo apoyar los pies
si se fundiese lo invisible.
Cómo del hilo que arranco
tejer un nuevo relato.
Siete octavos, permafrost, mamá.
Mi aliento tiene que ver contigo
como esta voz y el lenguaje.
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