"Eduardo Sanguinetti no es un desconocido para los lectores y espectadores de arte, de medios y museos y galerías del mundo. Podemos leerlo en sus libros, ensayos, poemarios y páginas de opinión de diarios y revistas especializadas, reflexiones agudas, por lo general revulsivas, que abordan asuntos trascendentes”, definió hace tiempo en la Revista Cultura, César Magrini.
Este filósofo, poeta y artista multifacético, pone en juego demasiados valores, cual caleidoscopio existencial. Censurado en su país, Argentina, incluso en esta democracia naciente, asume con coraje la resistencia con su dialéctica precisa el intento de modificar el estado de las cosas, en una épica sin antecedentes en la región, donde se impone la desmesura de quienes manipulan los espacios que pretenden ser portavoces de la cultura de un tiempo sin referentes válidos.
Iniciado, diplomado y premiado en las
ciencias de la naturaleza y del espíritu, del pensamiento a destiempo y de la
historia, ha adquirido el conocimiento de instancias empíricas, en contacto con
seres humanos.
El mundo no está hecho sino de elementos
filosóficos, instalaron leyes humanas, que afectaron el normal funcionamiento
de comunidades y civilizaciones y de pronto la ilusión, atropellada por
conceptos, nada más que conceptos diluídos en vacuos impresos laminados,
oportunistas, que este filósofo con el coraje que lo caracteriza procura dejar
fuera del juego de las alusiones y esfumados.
Morbi Dei, libro en el que este filósofo
argentino nos propone una visión ácida de la realidad a modo de cuaderno de
bitácora en sus tránsitos por las más diversas regiones del planeta.
Morbi Dei fue presentado en este año,
por el escritor y crítico Bernardo Ezequiel Koremblit, quien
acertadamente comentó que "Sanguinetti pone demasiadas cosas en
discusión..."y así es, con un estilo punzante pero no exento de poesía y
en el que asoman rasgos de un fino humor Sanguinetti desmenuza la realidad,
desmitifica axiomas y demuele el conformismo y el lugar común."
Un individuo comprometido con su tiempo,
"en guerra con sus entrañas" (como decía Antonio Machado),
nos conduce ora a la crítica sin concesiones de los "valores"
occidentales, ora a la paradoja metafísica; en cualquiera de esos ámbitos, el
autor se mueve con soltura por momentos con imágenes herméticas pero válidas
para hacernos reflexionar y conmocionarnos.
Eduardo Sanguinetti pone juego
demasiados "valores" en la sociedad anquilosada en los desgastados
niveles de una hipócrita elite culturosa y de la "fama" y "el
éxito". Su calidad de hombre entero no negociable (Adolfo Bioy Casares)
hace que la corruptela política-cultural lo considere peligroso en su país
Argentina, donde se le silencia y censura de modo abominable…
Su obra contestaría y visionaria lo
coloca como no podría ser de otro modo a la altura de un Rimbaud, Apollinaire o
tal vez un Barthes en su dialéctica cual metáfora de lo
indecible, que inhibe al lector desprevenido y al espectador ignorante.
Precursor del minimalismo en América Latina y del Land Art según Jean
Baudrillard.
Pero vale la pena y lo aconsejo no dejar
de leer Morbi Dei, visionaria, caleidoscopio existencial carente por completo
de concesiones. Una vana quimera de revelación devenida en relatos
fragmentados, juegos de palabras y anagramas que intentan abarcar en la
ambición de sus tránsitos los diversos sentidos que adopta la escritura
contenida en una 'caligrafía rústica' relacionada con los modos de esta
región". Invito a leer esta novela, con la certeza de tener ante nosotros
a un pensador que convoca al vacío ante sí en una dialéctica de la soledad.
Eduardo Sanguinetti, nos deja una
lección de vida, a todos los que amamos la cultura y el arte, emigrantes
trashumantes, en búsqueda de un lugar donde dejar nuestros legados y la
herencia de preguntas y perplejidades, aún irresueltas en una Argentina, donde
una crítica de arte, teatro o cine se cotiza en mercado, alentados por una
televisión desastrosa, siempre en busca del rating.
La portentosa obra escrita, visual y
musical de Eduardo Sanguinetti, es memoria y recuerdo de nuestras identidades,
las cuales pareciera siguen siendo las del anonimato de nuestra identidad
cultural, tan degradada.
Eduardo Sanguinetti, siempre habla de y
para las nuevas generaciones, los hambreados y excluidos, con valentía denuncia
a los mercaderes del arte, de las traiciones y pactos espurios, propiciados por
una burguesía pudibunda y mezquina.
Eduardo Sanguinetti, a quién he conocido
en 1979 en la Galería de arte Van Riel, donde exponía su material visual
admirable, de la que he escrito una opinión en el diario donde habitualmente
intento dar un panorama del acontecer cultural de Argentina, pero este
encuentro da para otro artículo.
En ese entonces, el joven Eduardo
Sanguinetti, un precursor, le pese a quién le pese, clausurado en la denominada
cultura argentina, ya hablaba contra el olvido, entre la pausa y la espera de
un tiempo para vivir.
Se trata, pues, de un compromiso que nos
concierne a todos y que nos convoca desde la ética, como nos manifiesta desde
un fragmento aplicable a este tiempo y espacio: «No puedo dejar de mencionar el
poder de los estúpidos, la justicia criminal, la avidez burguesa, la hipocresía
de los políticos, la genuflexión de los intelectuales… (…) y aún decir que la
ciudad de Buenos Aires, hoy es la más sucia de todas las capitales, con los
miembros paralizados, la cabeza podrida y los nervios destrozados».