de CARLES GELI Barcelona 31 de Ene.
La presencia de las mujeres en el género negro, como autoras
y como personajes de ficción (detectives o asesinas), aumenta
Es uno de los temas de BC Negra que acaba de empezar
Desde los albores grises del género, cuando la novela
enigma, las mujeres han estado presentes, como autoras (Agatha Christie, Dorothy
Sayers…) y también como protagonistas, antes incluso que el fundacional
Sherlock Holmes: ahí está Mrs. Gladden, primera detective profesional de las
letras británicas, creada en 1864 por Andrew Forrester, seudónimo de James
Dredding War. Le dio vida con grandes dotes deductivas y un fuerte coraje
en The female detective, algo visionario cuando la figura de la
mujer policía no existía en la vida real. Pero sin duda, las mujeres nunca
habían escrito tanta novela negra como hasta hoy y, sobre todo, la habían
protagonizado, ya fuera como detectives o como asesinas. Y así hasta se
habla ya en el mundo anglosajón de una variante del género: el femicrime.
“¿Femicrime? No lo había oído, pero el fenómeno está,
si bien me parece más un tema de mercado editorial: la irrupción, más que de
las mujeres en general, de autoras del género nórdicas, sin discernir mucho la
calidad, por cierto”, lanza Anna Maria Villalonga, profesora
especialista del teatro del XVIII en la Universidad de Barcelona pero también
estudiosa de la novela negra, con blog (A l’ombra del crim) y coordinadora (y
autora) de los 13 relatos escritos por mujeres que conforman Elles
també maten (Llibres del delicte) que acaba de aparecer. “Esa
presencia ha ido a más: tras las damas británicas del crimen tipo Ruth
Rendell y P.D.
James, que empezaron a incorporar un poco más de sexo y traumas
personales a rebufo de Freud tras la Segunda Guerra Mundial, en los 80 llegan
ya autoras como Sue Grafton y Sara Paretsky, que
convierten a mujeres en detectives protagonistas”, fija cronológicamente Paco
Camarasa, librero de referencia con su tienda Negra y Criminal y comisario del encuentroBCNegra que
acaba de arrancar en Barcelona con presencia de un sinfín de
mujeres: Sophie Hannah (con la novedad La cuna vacía,
en Duomo), Ben Pastor (Cielo de plomo, en Alianza), Dolores
Redondo(Legado en los huesos, en Destino / Columna), Teresa
Solana (La casa de les papallones, en RBA-La Magrana), Alicia
Giménez Bartlett, la propia Villalonga…
En BCNegra estarán presentes
escritoras como Sophie Hannah, Ben Pastor, Dolores Redondo, Teresa Solana y
Anna María Villalonga…
Por ese mapa mental tan claro, Camarasa es el primero en
asegurar que las mujeres investigan –y matan— distinto que los hombres, como
mínimo en la ficción. “En las obras de mujeres hay muchísima menos sangre y
entrañas en el crimen en sí y, en cambio, sus detectives están más atentos a
los detalles de la cotidianeidad”, apunta el comisario literario. “Usan más la
mirada que las armas y los crímenes no son tan sanguinarios, a excepción de los
casos que ve la comisaria foral Amaia Salazar de Redondo, pero que se dan en un
contexto rural, donde el crimen es más salvaje al ser pueblos, ollas a presión
social”.
“En la literatura negra de mujeres hay crímenes de todo
tipo, como los casos con que topa la forense Scarpetta de Patricia Cornwell o en
los de Sue
Grafton, pero en general a las mujeres les interesa más el
mecanismo que lleva a alguien a matar o a ser las víctimas, saber el por qué se
produce esa violencia y no tanto el detalle de cómo; se busca más el factor
psicológico y humano y la reina de eso es Patricia Highsmith, con sus novelas
de atmósfera y personajes tan retorcidos como Ripley”, opina Villalonga. En
consecuencia, cree que, amén de que “las detectives son extremadamente más
observadoras, ahí está la Cornelia Weber-Tejedor de Rosa Ribas,”,
la gran diferencia entre sexos está “en el móvil del crimen: o matan para
defenderse ellas mismas o a su familia o por venganza por sufrimientos
anteriores: una violación, malos tratos de infancia…”.
A las mujeres les interesa más el
mecanismo que lleva a alguien a matar o a ser las víctimas, saber el por qué se
produce esa violencia y no tanto el detalle de cómo; se busca más el factor
psicológico y humano
“A los hombres les subyuga la violencia; no es que las
mujeres sean menos crueles pero sin duda son menos brutas y sanguinarias, su
mal es más sutil; las motivaciones, para las mujeres negrocriminales, son
cruciales; ahí está Rendell: el 80% es puro análisis psicológico”, ejemplifica
Giménez Bartlett, que con su policía Petra Delicado fue en 1996 de las pioneras
en España y en Europa en dar protagonismo a una mujer. “Hasta entonces solían
ser ayudantes de fiscal, o forenses, a lo sumo; había poquísimas mujeres
policía en la vida real en España; pero mi opción fue estilística: me pareció
más verosímil que fuera un relato en primera persona y eso me llevó a una
mujer”.
Petra es una rara avis porque suele beber y
“pega algún que otro mamporro”, dice su madre. “Es anómalo porque
las mujeres detectives no tienen esa carga alcohólica, fumadora y de autodestrucción
que tienen los hombres”, apunta Camarasa. “Siempre me han recriminado que Petra
tenga esos vicios masculinos; el problema es que las feministas toman estos
personajes como verdaderos prototipos idealizados de mujer”, dice Giménez
Bartlett. Las cosas van cambiando, lentamente: Amaia, la inspectora de Redondo,
se lía a puñetazos con uno de sus policías y consigue que la admire y obedezca.
La Norma Forrester, de Solana, fue expedientada por atizarle a fondo a un
detenido, eso sí, pedófilo.
Para Villalonga, tiene lógica y un punto de modernidad esa
ausencia de clichés: “Los arquetipos de los detectives de Hammet o Chandler se
van rompiendo porque el protagonismo ha pasado hoy, en aras de la
verosimilitud, del detective clásico de agencia a los cuerpos de seguridad y es
poco creíble que sean borrachos perdidos o drogadictos; ahora bien, códigos y
convenciones se pueden romper hasta cierto punto porque el lector espera unos
mínimos del género”.
Los arquetipos de los detectives de
Hammet o Chandler se van rompiendo porque el protagonismo ha pasado hoy, en
aras de la verosimilitud, del detective clásico de agencia a los cuerpos de
seguridad
Solana, de las autoras del género más consolidadas en
Cataluña y la primera española nominada a los premios Edgar Allan Poe de
relatos policiales en EE UU, tiene en su Norma Forrester las rupturas justas:
“No está divorciada pero tiene un amante y su familia no es muy clásica: su
hija ha sido concebida con su cuñado; es nieta de brigadista inglés que
participó en la guerra civil española, antropóloga…”. Tendría, pues, alguna de
las señas de identidad de las últimas tendencias de femicrime: la
singularidad del personaje. “A veces viene dado por su origen étnico o por su
comportamiento sexual, pero ahora la último es que sean cada vez más
especiales”, fija Camarasa.
Lo excesivamente exótico en las trayectorias de los
personajes femeninos tiene, para Solana, un peligro, que cree haber detectado
ya en televisión. “En series como Homeland o Bones se
fuerza el carácter psicopático de las protagonistas, hay un exceso de paranoias
que me preocupa que puedan llegar al género negro literario”. Una excepción de
libro es la ya mítica Lisbeth Salander creada por Stieg Larsson. El elogio y el
beneficio de su existencia para el género es unánime: “Siendo una víctima se
niega a serlo y acaba manejando su propia vida”, piensa Solana. “Es fuerte y
con agallas y joven, por lo que influirá en que se creen chicas detectives
menores de 40 años, así renovaremos el negro femenino, ahora algo vetusto”, ataca
Giménez Bartlett. “Su potentísima dualidad de violencia extrema y víctima total
ha hecho un favor al género”, cree Villalonga.
“No sé si la Salander generará tanto clones detectivescos
pero sí que dará pie a la proliferación de hackers y
programadores informáticos”, piensa Camarasa. De esa pericia tecnológica ya
se beneficia María Ruiz, la comisaria de Berna González Harbour, que
estrena segunda aventura: Margen de error (RBA)."Para
María, tener cobertura y batería es más importante casi que acertar con la
bala", expone su creadora. La presencia tecnológica es consecuencia del
discurso que ha llevado en buena parte a la periodista González Harbour al
género. "Esa tecnología es el universo actual, Holmes hoy probablemente
sería hacker... Esa literatura debe reflejar la nueva situación
social, por eso me puse a escribir novela negra: porque la que leía no era mi
mundo, me harté de hombres misóginos o solitarios que babeaban ante mujeres
sinuosas de pechos abultados", resume. Por ello, los crímenes que aborda
son "más de tipo social, de nuestro alrededor inmediato, intento recoger
lo social y denunciarlo de algún modo; por algo el género es justiciero",
dice en una muestra más de la empatía con otras vidas que se deja entrever en
las autoras del femicrime.
"Quiero pensar que es un bello
signo de normalización: creen que esos personajes femeninos les pueden dar más
matices literarios", asegura la estudiosa Anna Maria Villalonga
El librero y experto Camarasa está preocupado, a pesar de la
eclosión, por la aún escasez de autoras del género en todo el arco
mediterráneo. “En Grecia, ni hay casi; en Italia, unas pocas, y aquí algo más,
que comparadas con la Francia que lideraFred Vargas, por ejemplo, o las
nórdicas, es irrisorio”. ¿Alguna pista? “Quizá influya el tema de la religión
católica”. Villalonga apuesta por lo histórico –“hay menos tradición literaria
porque son áreas con inestable tradición democrática: con dictaduras hay poco
género negro y menos descansando en las fuerzas policiales, identificadas con la
represión, como también ocurre en Sudamérica; aquí la cosa estalló tras la
Transición”—y Giménez Bartlett, por lo cultural: “Durante años no se tradujo
novela negra y han faltado referentes para crear tradición: P.D. James tardó
siglos en llegar aquí”. La británica Kate Atkinson, toda una revelación, da
pasos de gigante en comparación con sus ilustres colegas predecesoras como
James o Rendell.
En paradójico contraste, pocos países occidentales tienen
tantos escritores con detectives femeninas protagonistas. Carlos Quílez creó aPatricia
Bucana; José María Guelbenzu, a Mariana de Marco; Juan
Bolea, a Martina de Santo… “Quiero pensar que es un bello signo de
normalización: creen que esos personajes femeninos les pueden dar más matices
literarios”, opina Villalonga, que detecta un curioso matiz cuando uno se fija
en autores nórdicos que manejan mujeres: “Ellas suelen formar parte de un
equipo, como hace Arnaldur Indridason; o el mismo Henning Mankell, donde una es
incluso la jefe del grupo”. "María avanza en equipo y delegando; no se me
ocurre de otra manera", sostiene González Harbour sobre su comisaria. Sin
querer dar nombres, Giménez Bartlett cree que “la mayoría de las mujeres
protagonistas, especialmente las españolas, son vampiresas o inteligentísimas,
totalmente arquetípicas. ¿Una mujer policía ha de ser siempre fuerte y bella?”.
Ilustración de Fernando Vicente, Foto de Caarles Geli, periodista
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/30/actualidad/1391112276_886956.html