Justo Jorge Padrón es uno de los nombres más importantes de la poesía española de los últimos sesenta años. Un escritor enamorado del mundo del arte, de los libros y muy especialmente de la poesía con la que ha tenido una relación hermosa.
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria ha sido traducido a más de un centenar de libros y traducido a 44 lenguas. Justo simboliza la
fuerza de la creación, la búsqueda de la perfección, el
conocimiento. Aborda la trayectoria poética y humana y logra que habitemos en
el poema, que lo hagamos nuestro y nos encontremos con nosotros mismos como
dice Luis García Montero. Y temblemos de
emoción y soñemos, Entonces reflexionas y piensas que ese sentimiento, es tal
vez lo que justifica la vida.
La lírica de Justo es de gran belleza de imágenes, ritmo y musicalidad, deseos de nostalgia infinita, tanto que a veces se deshace en la búsqueda del vacío consumado, en la desolación y la melancolía, en la inexistencia; el único lugar en que coincidiremos para siempre. Aquí el poeta conversa:
Maldije lo divino y su desdén oculto/
Odié su inexistencia y su distancia sorda, / y solo hallé el vacío de las voces
inmóviles. Solo muere la mano. La mano que te escribe,
de Solo muere la mano que te escribe (1987-1988)
Tengo
numerosos recuerdos personales de las vivencias que tuve la suerte de compartir
con el poeta: Encuentros entrañables en Madrid: en nuestra casa de Torrelodones,
en la Casa de Canarias, en su piso de la Plaza Castilla, allí, con gran cariño,
me enseñó sus libros traducidos a muchos idiomas, los cuantiosos premios y
honores. Y, en la sobremesa, nos leyó uno y otro y otro poema y no sé si fue la
libertad de sus gestos, la naturalidad y el ímpetu de su voz, pero aún recuerdo
y lo recuerdo muy bien, el placer que el poeta sentía en esos momentos. Y para
mí fue uno de los mejores que he experimentado al escucharlo recitar. Lo que no
alcancé a adivinar es que esos instantes de felicidad se terminarían alguna
vez.
Se
terminarían los encuentros en casa de amigos comunes, como el catedrático
emérito de La Universidad de Las Palmas Dan Munteanu y Eugenia, o en nuestra
casa del Zardo, cuando venía con su hija y su mujer Kleo. Una mujer que Jorge Padrón
la definió como el sueño de la vida.
Esas visitas tan amistosas, fueron hace algún tiempo, pero aun puedo evocar el
día en que la pequeña Lara se hizo una foto con Piolín, nuestro canario. Recuerdo
como lo cogió y lo acarició con los dedos, mientras el pájaro inclinaba su
cabecita entre sus manos. Fue todo un cortejo de ternura.
Y vio al viento y las aves venir
saludable, /las frondas se llenaron de temblor transparente, las fuentes
redoblaron su turbulento canto. / Por el aire surcó un aroma de tierra, frutos,
aguas y flores a su encuentro. / Ha vuelto, voceaba el valle/
El sueño del regreso a la infancia, de
los Círculos del Infierno (1973- 1975)
Lo que no alcancé a adivinar es que el terrorífico Covid se lo iba
a llevar en una edad temprana, que se acabarían esas largas, largas horas que
él dedicaba a escribir. Tampoco alcancé a adivinar que se acabarían las visitas
a la isla, los momentos en que hablábamos delante de un café sobre los últimos
libros, los nuevos proyectos o quién ganaría el Nobel ese año o el siguiente, de
ese futuro soñado y preparado por él, de lo mucho que le gustaba pasar más
tiempo en la isla. Hablábamos del mar que tanto amaba.
Más tarde conocí el mar, / su gran
abrazo azul hendiendo mis sentidos, / llenando de presencias palpitantes/ la
intrépida niñez.
Retorno, de Mar de la noche.
Es Justo Jorge Padrón uno de los principales iniciadores de la literatura hispanoamericana
en los países escandinavos. Le gustaba viajar y no viajaba para sorprenderse
sino para “sorprender”. Redactaba artículos, peleaba por el destino del poeta y
la poesía. Dio conferencias y lecturas de su obra por universidades, centros
culturales, en encuentros multitudinarios, en países de Asía, Europa y América,
recitando sus poesía con esa voz suya inigualable. Porque el deseo de eternidad
es, tal vez, el deseo más poderoso del hombre, y Justo Jorge Padrón, tenía un
deseo urgente de eternidad.
Esos encuentros fueron casi siempre en la zona de Las Canteras en la cafetería del hotel Faycan, e interesante, en su fachada una placa reza lo siguiente:
En este hotel, el gran poeta de las Islas Canarias. Justo
Jorge Padrón, Premio Europa y Premio Canarias de Literatura e Hijo Predilecto
de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, escribió algunos de sus libros
esenciales como Solo muere la mano que te
escribe, Los rostros escuchados,
Resplandor del Odio, Oasis de un cosmos
Ascuas del Nadi. 30.05.1997
Hoy he vuelto al hotel, he vuelto a
mirar la placa y escuché de nuevo su voz declamando con una sensual carnalidad, El eros de la muerte:
Impaciente
deseo tu cuerpo cenagoso, /maduro como el vicio que a sí mismo corrompe, con su
olor a azahares ultrajados, /a estrellas que en el vino se disuelven.
Lo escuché recitando los signos
inevitables de la vida: El amor, el dolor, los problemas existenciales, la
angustia del ser humano, la muerte.
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