Las ánimas
danzan
Quiero olvidar, arrojar el camisón nupcial
al calendario de los sótanos. Y soñar,
soñar que estoy sujeta a la infancia
de
alma inmortal.
Pero me despierta el temblor del silencio,
el crujido de unos pasos en el zaguán,
la canción de cuna de una araña.
Retumban las letanías del mar.
Las alas de una mariposa dormida
tembletean como si soñaran con volar.
Quieta, no toso ni respiro,
un frío helado me invade.
Mi corazón late con desorden.
Me
santiguo.
A mi alrededor las ánimas danzan,
flotan los ojos de los muertos,
las voces de las campanitas,
el espejismo de un gato negro.
Las cosas malas.
Quiero olvidar, resurgir de los entierros
que atraviesan la casa.
Olvidar los pájaros mudos
y la convulsión de los tambores.
Quiero emerger del son de la flauta
que corrompe los sueños,
del amasijo de la reconciliación:
aborto
fugaz.
Sapore de
sale, sapore di mare
Rebroté del cuarto oscuro
donde gritaba Barba Azul,
del amor muerto que me vigilaba,
dispuesta a buscar los placeres entre los
charcos del mar.
Rebroté como los guerreros de Homero
a
vencer o a morir.
A veces el amor es insufrible hacha
que
nos corta el alma.
El viaje me arrastró al mestizaje de algas
húmedas,
a la aromática cadencia del cri-cri de los
grillos,
al gozo y la lascivia de margaritas
con
sal y limón.
No puedo contener mi risita nerviosa
e igual que una niña que acaba de surgir
al mundo, ardo en deseos de algo nuevo.
Brindo por el rubor de la tierra,
las vestiduras de gaviota.
Muevo las piernas, las caderas, las nalgas.
Río a carcajadas.
Protegida por la exultante luna
alzo la copa y pido un deseo.
Uno los sueños a la vida.
Hago locuras.
Al ritmo de maracas y palos tarareo:
Sapore di sale, sapore di mare.
La única canción que puede hacerme
creer
una mentira.
Dos poemas entresacados del poemario “Himno a la vida” que resultó ganador del XVI Premio de Poesía “Domingo Acosta Pérez”, que organiza el
Centro de Día de Mayores de Santa Cruz de La Palma y del que me siento
orgullosa de haber recibido.
Porque recibir un premio siempre es una alegría sobre todo
si ese premio, como es este caso procede de la isla de La Palma, a la que yo
considero también mía, a la que he adoptado.
Dicen que uno es del lugar del que canta, del lugar que vive. Pero yo quiero creer que también somos del lugar en donde tenemos vínculos sentimentales, recuerdos de infancia, sueños con los que hemos crecido, con los que nos hemos enamorado, placeres, diversiones.
Dicen que uno es del lugar del que canta, del lugar que vive. Pero yo quiero creer que también somos del lugar en donde tenemos vínculos sentimentales, recuerdos de infancia, sueños con los que hemos crecido, con los que nos hemos enamorado, placeres, diversiones.
Evocaciones que cada día reconstruyo, que transformo y que
igual que si fuera un tesoro desentierro.
Gracias al jurado de la presente edición compuesto por Julio
Marante Díaz, Ramón Araujo Fernández, María Teresa
García Escudero y Francisco J. Acosta Felipe, actuando
como secretario con voz pero sin voto, Francisco Hernández Betancort.
Gracias por haber
elegido “Himno a la vida”, gracias porque en definitiva fueron
ustedes, los lectores, los que le dieron el sentido poético a ese conjunto de
palabras que yo escribí.
facebook/rosariovalcarcel/escritora
fotos: Noche Estrellada Van Gogh, Cezanne Lénlèvemet, Marc Chagall Amantes en el techo.