Grito para que la ablación sea solo un mal
sueño
Cómo
iba a imaginar que era la fiesta de mi Purificación
si
era un ritual de regocijo, de danzas y cantos donde
germinaba el pasado.
Tatuaron
mi cuerpecito de amarga henna,
invocaron al espíritu, batieron palmas.
El
aire me agarraba de la mano.
Celebraban
la llegada de una media hechicera.
No
podía entender el color de sus ojos centenarios
o
si era amiga o enemiga.
Cómo
iba a imaginar que era la fiesta de mi Purificación
si
inundaron el silencio de risas, tambores y timbales.
El destino me
trajo chillidos de hiena,
olor
a ataúdes.
Me
abrió la entrepierna a la sombra de un dátil
y
con una vieja hoja de afeitar cortó la raíz de mi deseo.
Águilas
y buitres revoloteaban
enloquecidas
al olor de la sangre, al rumor que evoca
la muerte.
Cerré
los ojos e igual que un pájaro en una trampa,
aleteé
como una loca, grité, lloré.
-¡Aguanta,
aprieta los dientes o nunca encontrarás marido!
Castró
mi sexo como a los burros del desierto,
colocó
cerrojos a mis labios vivos.
Convirtió
mi sonrisa inocente en una sonrisa macabra.
Desgarró
la carne de mi alma.
Cómo
iba a imaginar que era la fiesta de mi ablación,
que
a mis ocho años una de las peores cosas de mi vida
había
sucedido,
de mi poemario “Himno a la vida”
LA
ABLACIÓN O MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA
Las escalofriantes cifras dicen que dos millones de
niñas son sometidas a esta brutal operación de la circuncisión, ablación,
infibulación, mutilación genital femenina, clitoridectomía…, cada año, lo cual se traduce en 6.000 nuevos casos
por día, cinco niñas por minuto menores de 15 años son sometidas a una ablación
o amputación del clítoris (suele practicarse a niñas entre 4 y 10 años y entre
sus consecuencias físicas inmediatas son las psicológicas que suelen ser:
angustia y nerviosismo, sentimientos de degradación, inferioridad y vergüenza,
frigidez, miedo a las relaciones sexuales-, se dan hemorragias, que a veces
llevan a la muerte, e infecciones diversas.
Y a largo plazo suelen aparecer dolores menstruales,
quistes, tumores, esterilidad, aflicciones al orinar y un aumento del riesgo de
enfermedades de transmisión sexual, entre las que se engloba el SIDA, sin
olvidar que el 90 por ciento de los niños que nacen muertos son hijos de
mujeres mutiladas genitalmente y que cada uno de cada cuatro hijos de estas
mujeres nace con anomalías.
Alrededor de 137 millones de mujeres en todo el
mundo han sido mutiladas genitalmente de esta manera en los últimos 50 años y
que jamás disfrutarán de un derecho
placentero concedido al hombre: el sexo.
África no es el único territorio donde se realizan
mutilaciones genitales femeninas; también es una práctica común en algunos
países de Oriente Medio. Las cifras son escalofriantes. Según Unicef, la
ablación es una práctica frecuente en 25 países africanos, algunos de Oriente
Medio y Asia: Somalia el 98 por ciento de mujeres sexualmente mutiladas. Egipto
con un 97 por ciento (actualmente prohíben la ablación de clítoris e imponen
tres años de cárcel para quienes lo practican) o Eritrea, Guinea (60 por
ciento) y Etiopía con un 90 por ciento. En Eritrea, Sudán o Sierra Leona la
sufren entre el 80 y el 95 por ciento. En Mali el 94 por ciento o en Burkina
Faso un 70 por ciento.
Oriente Medio no se queda atrás: Yemén, Omán
Bahrein, Pakistan e India se suman a esta larga lista. La ablación femenina se
practica entre las comunidades de emigrantes también…
La mutilación genital corre a cargo de la buankisa,
fanateca o comadrona, una matrona experimentada a la que su “trabajo” le
confiere un alto status social. La “operación” suele llevarse a cabo en pésimas
condiciones higiénicas y sin ningún tipo de anestesia, y basta cualquier objeto
punzante, un cuchillo, una hoja de afeitar o incluso un cristal.
Por eso, hoy quiero gritar de nuevo por la defensa
de los derechos humanos de las mujeres. Derechos que son vulnerados por razones
culturales, políticas, religiosas… Y que atentan contra la dignidad y la salud
de las mujeres.
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