Artículo enviado por Eduardo Sanguinetti, filósofo
rioplatense.
La noticia de que el presidente José “Pepe” Mujica ha
decidido ceder al pedido del presidente Obama de recibir a cinco detenidos de
la base estadounidense de Guantánamo, en calidad de refugiados, no es una
novedad, como tampoco lo es la polémica que se ha instalado en Uruguay en torno
a esta decisión, aún en el marco del trascendido que el ejecutivo lanzó al
mundo a través de los medios de prensa, días pasados, a pesar de que como
anunció el presidente Mujica: “las gestiones con Estados Unidos están lejos de
estar cerradas”.
Es importante comentar que la base estadounidense de Guantánamo,
situada en el sudeste de Cuba, es un campo de prisioneros que la habitan en
estado infrahumano, los denominados “combatientes ilegales”, que han sido
capturados en la tan mentada “guerra contra el terrorismo” que mantienen los
gobiernos de Estados Unidos, en cualquier territorio del planeta, y donde se
encuentran los disidentes y denunciantes a la administración del imperio del
norte.
José Mujica ha dado por finalizadas las polémicas en
torno a recibir a los detenidos de Guantánamo, aludiendo a que su decisión es
un “tema laudado”, descartando que los ex prisioneros representen una potencial
amenaza para Uruguay y agregando que la llegada de estos refugiados podría
incluso ser beneficiosa.
Ahora bien, se impone una pregunta ¿por qué aceptó Mujica
darles asilo a los prisioneros de Guantánamo?… “Luego de gestiones contestamos
que sí porque hoy y siempre, con la excepción de los dolorosos años de la
dictadura, el Uruguay ha sido un país de refugio y para nosotros esta es una
cuestión de principios”, manifestó Mujica como razón atendible. Pero luego,
consultado sobre si pidió algo a cambio dijo: “Yo tampoco hago favores gratis,
paso la boleta”, aunque luego especificó que “esto hay que hacerlo porque sí”.
Bien, se abre un enigma de enormes dimensiones ante estas encontradas palabras
de Mujica. Y la pregunta inicial de por qué acepta la petición de Obama, Mujica
permanece sin respuesta aparente.
Se arriesga la vida por hablar claro, sin especulaciones,
y viceversa, pues ante lo dicho por Mujica en cuanto a las fórmulas
participativas que debe adoptar la comunidad ante instancias como la de los
refugiados de Guantánamo, se puede caer en un plano demagógico que de base es
inaceptable, pues afecta la autonomía de los poderes y, lo que es peor, de la
autodeterminación de los pueblos.
Puedo coincidir con lo manifestado por Mujica en cuanto a
los derechos humanos que asisten a estos detenidos de Guantánamo, pero no puedo
dejar de lado las relaciones con las naciones que conforman Suramérica, que
también fueron consultadas por Obama para recibir a los prisioneros y las
implicancias que puede tener este tema en la relación entre naciones que no han
logrado aún conformar la tan ansiada Patria Grande.
No hay dudas de que es un tema muy serio el que ha
instalado Estados Unidos respecto al cierre de la Base de Guantánamo, de fines
imprevisibles, pues no se trata de la peligrosidad o no de los detenidos, sino
de la simbología que el imperio neoliberal les ha otorgado cual impronta del
“terror”, demonizándolos. ¿Seremos nosotros quienes eliminemos los símbolos del
“terror” sobre los que se basa la política neoliberal del imperio? o ¿Todo fue
un simulacro para justificar guerras y genocidios?
Haciendo uso de la pharresía, que significa el coraje de
decir la verdad, aún a riesgo de la vida, manifiesto que este tema no lo
resolverá la buena o mala voluntad de un gobierno, sino el sentido de los
habitantes que conforman ese pueblo, en este caso Uruguay, los organismos
Unasur y Mercosur, sumado a las alianzas estratégicas entre países de la
región, coincidente con la hermandad reafirmada hace unos meses en la Cumbre de
la Celac, de donde surge la reafirmación del bloque latinoamericano y caribeño.
Y a modo de epílogo a este tema, me pregunto si todo esto
está relacionado con la denominada política de la verdad e interrogo al poder
desde la filosofía, pues a no dudarlo, la filosofía es una manera de vivir,
además de una manera de pensar. La verdad de los dichos, en este caso de José
Mujica, quedará probada por la conducta a seguir.
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