“La
conciencia no es más que una palabra que emplean los cobardes para atemorizar a
los valientes.” ― William Shakespeare
¿Imaginan
la entrada de los chinos en New York?... Finisterre extremo occidental, el far
west definitivo de una civilización (la nuestra) eminentemente mortal.
En cualquier caso, sería tener sentido del Apocalipsis, que en etimología hablada nos dice: la "revelación" lo revuelve todo. En la literatura como en el arte, eso es el genio, tener el sentido del Apocalipsis. Revelación y revolución se convierten en sinónimos. Revelación por la revolución y viceversa, toda poesía es apocalipsis, poco o mucho, pues hiende el mar en avanzada chorreante de violencia enloquecida de frenesí, de imprudencia, de generosidad tempestuosa: sí! de generosidad, pues el vendaval del apocalipsis nos azota con virus letales, pandemias anunciadas en escrituras apócrifas y palabras de visionarios, jamás escuchadas... desde antes del Diluvio... y la impaciencia ha devenido cual aguafiesta, para dejar sin futuro el presente que no dejó jamás de pretender barrer con la hipocresía pacata de la colonización de mentes, llevada a cabo por los acopiadores de riquezas, la omnipotencia del dinero, el egoísmo filoso de los resentidos, los cobardes y traidores, que pululan por doquier.
La
resaca sacudió y sacude con menor potencia hoy, las cloacas, máxima de nuestra
civilización, plena de forúnculos que estallan, desagües que revientan, el
torrente de mentira que asquea, aún cuándo su estallido alivia, libera,
venga... y ¡los chinos en New York!: erupción del Krakatoa, cuyo aliento -según
nos relata la historia por venir- dará siete vueltas y media a la tierra.
No
cierren sus oídos y ojos, tampoco sus corazones al lirismo satánico del
presente, a esta cólera pisoteada, a los jadeos de moribundos dejados al borde
de caminos jamás transitados... el espectáculo de una humanidad en estado de
pánico íntimo visceral, presa de vértigo de su propio redoble, componen un
poema sombrío de prodigiosa inspiración explícita.
No
crean que se lee impunemente un editorial, escrito pleno de honestidad,
naturalidad y pureza, pues leerlo, deviene en adherir y rechazar: un compromiso
digno, honorable... las apariencias admitidas por el sistema de Mercado de
Valores, poder de trogloditas mafiosos ridículos, familias unidas por temor y
conveniencia, hasta hoy seguras, las ideas impuestas, recibidas, compartidas,
comunes, amoldadas, confortables, no van más: no más comodidad, nada que
instale el peligro, ya infiltrado en la existencia de las comunidades.
En
el universo tecnócrata, la palabra es la auténtica subversiva, la palabra que
en la obra de los trascendentes escritores, siempre ha tomado un papel
desafiante, protagónico, que revoluciona haciéndonos escuchar algo distinto al
monocorde discurso patético de políticos temerosos y devenidos
pseudointelectuales de set de medios feriantes, sin patente ni plan de
vacunación.
Palabras
prohibidas versus palabras permitidas, palabras publicadas en libros apócrifos
y no en biblias, el mandato humano sobre el mandato de los dioses, el mandato
del hombre sobre las máquinas. Las pantallas hipnotizan, enceguecen la mirada
con sus haces de luz, dictaminan en monótono soliloquio, mientras sus mandatos
son venerados y cumplidos por masas de humanos, embrutecidos, confusos y
perdidos en la selva de la fantasía posverdadera, que apunta a desequilibrar el
todo armónico.
Cual
"acto de vida", en desfavor "dell montaje de la historiola"
que se construye en el presente y de los intentos de dar legitimidad a la
ficcionalización de escribas, del relato del presente, fraguada en el fogón de
los discursos reduccionistas, de las ideologías de ocasión, presentes en
mercenarios rentados por el poder omnímodo, conformado por un grupo reducido de
ricachones obscenos y funcionarios disfuncionales de gobiernos surrealistas,
que intentan, sin pudor ni resistencia de un pueblo anestesiado, inmortalizar a
oportunistas emoticones encarnados en humanoides, arrastrándose por la vereda
del sol, implantando un sistema de esclavos sonrientes.
En
el vasto entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse,
como paradigmas innegables, los relatos que -desde la ficción- indagan,
preguntan, representan la realidad social mediata e inmediata, coqueta y vacua
de la "canalla" que rinde culto al negocio de la sumisión y la
incontinencia burguesa, sin imaginar la tan ansiada entrada de los chinos en New
York, para quienes no dejan de fantasear con un final ordenado de ciclo en la
pobre historia de occidente, tan limitada en sus fines.
La
historia transita hoy se hace relato fabulado, biografía novelada, cómic,
abandona los enunciados verificables y la remisión a determinados y específicos
hechos, comprobables de manera total y absoluta, ¿o alguien ha muerto?... ¿el
Covid es sólo un pasaje en inmediatez?... persistirán con viejos juegos de azar
los vetustos dueños del mundo occidental... me conmueve tanta estupidez, no
deseo ya ni siquiera protestar, eterno debate interior entre arte y moral.
Transporto
la erupción del Krakatoa al vocabulario, a la puntuación. El jadeo de las
frases hachadas por los puntos suspensivos que no señalan ni el gusto por lo
vago, ni el titubeo rudo sino jadeo ronco, ¿no es acaso el el ahogo por la
indignación, el asma del furor ante tanta cobardía de enfrentar lo evidente?...
inscribo sobre la sintaxis el 'gong' de cataclismos íntimos y universales.
Contra los "circuncisos de la sintaxis", "los castrados del
academicismo", "los fraudulentos infectos jefes de la porquería
planetaria", sellando un futuro donde la podredumbre y el final anunciado
de un tiempo que fue hermoso, cedan paso a la vulgaridad escatológica ya
instalada... La Ley del Talión es un reflejo de brutalidad, que no deja de
volver sobre una humanidad congelada y avara de sus placeres.
Indiferentes
a toda imposición de los ‘imbéciles’ que manipulan nuestra existencia, de
manera grosera y prepotente, no aceptar las herencias de ‘última hora’
impuestas por el régimen, que atenta contra la condición humana… reinventarnos
a nosotros mismos, aún en la ilusión de lo real, resucitándonos, decidiendo que
el relato de nuestra historia lo construiremos desde la verdad ontológica y
lógica, a partir de un discurso encarnado en actos de vida, que se erigirá
incuestionablemente como expresión de una totalidad, un paso hacia una opción
ética y estética fascinantes, en abierto ataque frontal a la sociedad de
consumo y alienación, bajo la sombra del Covid, implacable, anunciando el final
de un tiempo y de una época... apocalipsis anunciado e ignorado por los
negacionistas acumuladores de activos incorpóreos... nuestros verdugos.