Por Eduardo Galeano
En vísperas de Navidad,
se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y
empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió
marcharse. En su casa lo esperaban para festejar. Hizo una última recorrida por
las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que
unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de
los enfermitos le andaba detrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que
estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos
que pedían disculpas o quizá pedía permiso.
Fernando se acercó y el
niño lo rozó con la mano:
–Decile a… –susurró el
niño–. Decile a alguien, que yo estoy aquí.
De El libro de los abrazos
Foto de las redes sociales.
Queridos
amig@s:
¡Feliz
Navidad! y ojalá
esta pandemia acabe muy pronto y podamos construir una nueva Tierra y un nuevo
Cielo, e igual que en una correspondencia amorosa mirarnos, sonreírnos y rodear
con nuestro abrazo apretado a familiares y amigas/os, a tod@s.
Rosario Valcárcel