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martes, 21 de junio de 2016

EL MITO DE LA NINFA ECO

La ninfa Liriópe, violada por Cefiso, dio a luz un hermoso niño al que llamó Narciso. Tenía ya dieciséis y su hermosura era indescriptible. De él se enamoró Eco.

Era Eco una joven muy charlatana que recibió un terrible castigo, precisamente por hablar tanto. Juno fue quien la castigó y Júpiter el motivo. Ella recibió el castigo y él… nada. Cada vez que el dios quería “yacer” en el monte con alguna ninfa, mandaba a Eco ante Juno siempre con las mismas órdenes:

-Ve a ver a mi esposa y dale conversación. Cuéntale lo que quieras. Tenla entretenida para que no me busque.



La joven  obedecía al momento los mandatos del dios. Y, cuando veía que la ninfa de turno ya se marchaba, se despedía de la diosa.

Mas Juno descubrió el engaño y castigo severamente a la niña:

-Tu lengua, le dijo, - con la que tantas veces me has burlado hablará, pero sólo será capaz de repetir las palabras que oigas, y no todas. Ya no podrás entretener más a la gente y mucho menos a mí.
Eco no alcanzo a conocer la magnitud del castigo hasta que se enamoró de Narciso. El joven iba todos los días a cazar. Sin que éste lo supiera, la ninfa lo seguía por los campos y los montes. Oculta para que no la descubriera, no cesaba de observarlo y admirarlo, y día a día crecía en ella la llama del amor. Numerosas veces intento llamarlo y entablar con él conversación, pero las palabras no salían de su boca.

Un día Narciso oyó un ruido a sus espaldas. Se volvió para ver quien o qué había allí pero no vio nada:

-¿Hay alguien ahí? preguntó

-Ahí, respondió Eco.

Narciso miró a su alrededor. No había nadie.

-Quien quieras que seas, comenzó a decir, -sal.

La joven repitió la orden.

-Sal.

La ninfa repetía una y otra vez sus palabras finales.

Dijo entonces Narciso: -Ven y así nos veremos. Juntémonos.

Con gran deseo pronunció Eco esta última palabrea. Y mientras la decía, apartaba con sus manos los arbustos que la separaban del joven y tendía sus manos hacia el cuello que deseaba abrazar. Narciso huyó y dejó el abrazo sin dar.

Eco sintiéndose despreciada, se ocultó en el bosque y a partir de ese momento vivió en cuevas solitarias. Pero no podía olvidar a su amor. Por las noches no lograba conciliar el sueño y se iba consumiendo poco a poco. Finalmente solo quedaron la voz y los huesos. Estos se transformaron en piedra siendo la voz lo único que permaneció.

 Nadie podía ver ya a la joven pero todos podían oírla. El sonido fue lo único que quedó de ella.
                                               (Texto adaptado de Ovidio, Metamorfosis III, 339 -402)

                                               Antología (selección y adaptación Cristina Sánchez Martínez 

Foto: Eco y Narciso, de Internet. 

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