Hoy más de dos mil años después de la visita de aquellos
Magos, y 800 años en que los franciscanos celebran su presencia en Tierra
Santa, un grupo de amigos hemos visitado los Santos Lugares mencionados en la Biblia, conducidos por el sacerdote Alberto Hernández Felipe quien nos ha
ayudado a tocar con los dedos el cielo para poner los pies en la tierra.
Y yo he revivido aquellos lugares de los que hablan los
evangelios, las parábolas y las tradiciones que me contaron mis padres, mis
profesores o el cine, porque la Biblia, además de ser un libro sagrado, es un
buen guion que nos ha dejado algunas de las más importantes joyas de la
historia del cinematógrafo.
Así que el grupo convertido en “peregrinos”, comenzamos nuestra ruta en el puerto de Jaffa, al sureste de la capital israelí, Tel Aviv. Y de allí seguimos a Cafarnaúm y visitamos la casa de Pedro, el pescador, junto a ese mar de Galilea, junto a ese mar de la memoria donde tal vez Jesús vivió y anduvo sobre las aguas, pero que hoy es un lugar de rocas, sinagogas, fosas y mosaicos bizantinos, un lugar que a pesar de los turistas, a mí me pareció sordo al silencio que hacía el viento y la lluvia que caía como presagio de un viaje fructífero.
Un viaje que nos llevó a la orilla como dice la canción de
Cesareo Gabaraín, e hicimos una travesía
en barco, y bailamos, nos reímos y cantamos, y sentí el aire respirar a mi
alrededor en un lago llamado también Tiberiades porque a su oeste se sitúa la
ciudad del mismo nombre, construida por Herodes en honor al emperador Tiberio.
Y al norte del lago en Cafarnaúm el escenario del Sermón de la Montaña y el milagro de los panes
y los peces.
Y subimos al monte Tabor, a más de 600 metros de altura
sobre el nivel del mar, donde según los evangelios tuvo lugar la
Transfiguración del Señor, y bajamos a 400 metros bajo el nivel del mar y nadie
perdió la oportunidad de aplicarse el lodo que se amontona en el mar Muerto, un
mar que se extiende como un ciénaga de asfalto, donde todavía presiden la sal y la fermentación de aquella
Sodoma sumergida.
Paseamos por las calles de Nazareth, y quizás algunos de nosotros al visitar la Basílica de la Anunciación donde se encuentra “la Casa de la Virgen María”, apelamos a la generosidad de nuestra Madre y pedimos que nos libre de esas desdichas grandes y pequeñas de la vida cotidiana.Y atados a esa esperanza nos preguntamos: ¿Conseguiré la felicidad, la salud, el amor?
Eso no lo podemos saber porque ya se sabe que nuestra vida
es una página mortal en blanco. Por eso, mientras tanto disfrutamos la vida y permitimos que nos estruje, y en ese gozo renovamos nuestros
sacramentos y promesas y en Caná de Galilea, un pequeño grupo renueva los
Compromisos matrimoniales, el amor. Y en el río Jordán al igual que el
Precursor bautizó a Jesucristo nosotros reiteramos las Promesas Bautismales, y Alberto
vuelve a dar el sí a la llamada de
Dios que pronunció el día de su Ordenación Sacerdotal. Un hombre considerado
por todos como una gran persona, que destaca por poseer un carácter moderado y sensible, además de ejercer el sacerdocio con gran intensidad lírica.
Y por fin
llegamos a Jerusalén, un lugar con cinco
mil años de historia. Allí recorrimos de día y de noche sus barrios, sus calles y sus rincones en las
que no se nota tensión ni peligro. Solo apreciamos a unas chicas y chicos israelíes, en periodo de servicio militar, provistos de armas que vigilan y guardan el orden al mismo tiempo que se mezclan entre nosotros.
De esa ciudad santa,
israelí, que atesora tantos acontecimientos, e invasiones seguidas de
destrucciones y conflictos. Un referente espiritual para la
mayor parte de la humanidad y centro de las tres religiones monoteístas:
judaísmo, cristianismo e islamismo. Fundada por el rey David hace más de 3000
años, porque como todos sabemos en Jerusalén vivió y murió Jesucristo y desde
allí, según la religión musulmana, Mahoma ascendió al paraíso.
La Jerusalén
antigua es pequeña y a la vez inmensa para ser contado en estas líneas, y ni
siquiera las numerosas fotografías que hice han sido capaces de captar ese
mundo remoto que se esconde dentro de las murallas en ambientes en el que
podemos respirar el perfume de las cosas verdaderas, las huellas de la historia
con su pobreza y su dolor, con su riqueza espiritual tan visible en algunos
lugares.
lugares.
Israel, un país que nos envuelve en un mundo de reflexión y nos lleva a los escenarios del
comienzo de la vida religiosa. Un país en el que sentimos vibrar la fibra
humana, la verdad de la vida. Un viaje que repetiría con esos mismos amigos, con unos compañeros
de viaje, que yo igual que el poeta, los llamo compañeros del alma, compañeros.
Unas vivencias tan repletas de sonrisas que estoy segura que cada vez que las
recuerde volveré a sonreír.
rosariovalcarcel.facebook.com
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