Curiosamente la raíz griega de nostalgia significa regreso al dolor. Y eso es lo que nos presenta Manuel Díaz el dolor que tal vez no quiere olvidar. Todo un testimonio del poeta que da fe de su presencia, de una presencia dolida que se vuelve memoria y tristeza.
Que se vuelve poesía, una poesía que se le ofrece como forma necesaria de volver a la evocación, a esos momentos de interiorización, a la palabra. Entonces transita
la añoranza, atraviesa su proceso de duelo, peregrina por su propio laberinto y,
nos deja poemas de su memoria, de ese sentimiento de melancolía que es también
dolor. Dolor de ausencia o de partida. Así podemos escuchar la voz del poeta en
el poema XVII:
Ácueos destellos del ayer,
donde aún brilla nuestra estrella,
espejismos vanos de las ansias por volver
pero el naciente se secó
y ya solo queda la muerte.
Nostalgia del olvido, es un libro de poesía que contiene
cien poemas y caligramas, todo un recuento de actos vividos, de deseos y presencias,
de retornos y sufrimientos, de volver atrás la vista y de la experiencia del
autor:
LXIII
Oxidado el ayer,
chirrían en la memoria
las tardes del estío,
en las que el tiempo parecía eterno
y nuestros corazones valientes
vivían aquella falaz realidad
inconscientes del porvenir
-Oxiddados en el ayer,
Chirrian en la memoria-, nos dice el autor en la memoria siempre presente y
ahora recobrada, en la desolación y en la plenitud de lo vivido. Porque como apunta el Premio de
Canarias de Literatura, Ángel Sánchez, prologuista del libro, Manuel Díaz vive
en pleno campo, rodeado de un paisaje encantador...Pero llega un momento en que
echa la mirada atrás y no puede remediar el componer un poemario de
pesadumbre…Un recuento de una herida que el paso del tiempo no consigue suturar…
Y nos trae Nostalgia del olvido.
Y quizás Manuel Díaz, con esa manera de preservar las
imágenes, la ausencia de los abrazos y las despedidas. De preservar el color de
las huellas de ese paisaje interior y exterior que habita en él, se encierra en el diálogo con él mismo y logra,
al menos en la poesía, una forma de salvar la inexorable muerte.
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