Por Eduardo
Sanguinetti, filósofo, poeta y performer
Excluido
siempre por los poderes menesterosos de Argentina, por su adhesión a la
revolución cubana libertadora, su amistad con Fidel Castro y
el «Che» Guevara (lo
crucificaron y estigmatizaron en Argentina los politicastros todos, como así
también la tilinguería burguesa y careta, que todo lo degrada y los
intelectualoides), su austeridad y humildad en relación con la otredad, siempre
dispuesto a dialogar.
Sobre todo deseo remarcar a
los escribas, léase escritores, del fascismo reinante ayer, hoy y siempre en
Argentina, temerosos a la libertad, que lo han expulsado, envidiado, ¡vaya si
lo envidiaron!, por ser una competencia demasiado alta (en físico y capacidad
creativa), por su calidad de fundador de una escritura que se propagaría por
toda Latinoamérica, referente indiscutible de nuestra tierra.
Poderes de turno de este
país que eleva como símbolo a mercenarios, mandarines y mandaderos de
corporaciones faranduleras, que pretenden construir cultura «chatarra», sólo
para arrastrados con contactos de todo tipo, los alcahuetes excluyentes del
talento, los que jamás cumplirán con la función de propagadores de la libertad
y la verdad, los artistas del verbo devenido en escritura, que apuntalan el
tránsito de una vida que valga la pena ser experimentada.
Julio Cortázar, artista del verbo elevado a escritura milagrosa, donde la magia tiene sitial de honor, leído por generaciones de las más diversas regiones del mundo, ayer, hoy y pareciera por siempre, nos dejó un inigualable legado, hoy alabado hasta por los pasquines de la dictadura.
Su
obra vigente siempre llevada al cine entre otros directores por Joseph Losey en
su film «Ceremonia Secreta», con elenco excepcional Elizabeth Taylor y Mia Farrow. Cortázar
nunca ha dejado de escribir sobre Buenos Aires, sus sitios (Galería Güemes)
donde transcurre uno de sus relatos en «El Mismo cielo» incluido en su obra
«Todos los fuegos el fuego», a la que vinculó con la Galería Vivianne de París,
su casa de Agronomía en los años 30, que lo inspiró para escribir esa obra
maestra, cuento breve «Casa tomada», El «London Bar» de Avenida de Mayo y Perú,
donde se inspiró para escribir su novela «Los premios».
Tuve
un encuentro casual, junto a otras personas, con Julio Cortázar en Corrientes y
Florida el 10 de diciembre de 1983, cuando llegó a Buenos Aires, luego de
muchos años de ausencia, a ofrecer sus servicios al gobierno de Raúl Alfonsín, quien
tenía como intelectual emblema a Ernesto
Sábato (ideólogo de la teoría de los «dos demonios», que
demonizaba a la izquierda, como si fuera la contra parte necesaria del
terrorismo de estado).
Jamás fue recibido. Sería
fundamental que este hecho tenga espacio en los medios mercenarios
corporativistas, pues marca pautas del comportamiento de Argentina con seres
plenos de talento, ideales e ideas, a pesar de todos los contratiempos que se
les presentan, seres libres y amantes de la verdad y la igualdad. En Argentina,
como he dicho en una entrevista concedida a un medio extranjero: «Nadie es
profeta en su tierra, sólo bajo tierra», que persista la memoria, para que el
“eterno retorno”, frase acuñada por los estoicos y tomada por Nietzsche, no
siga repitiéndose.
Pero soy un escéptico, nada
modificará el ADN de los argentinos, tan proclives a polemizar en asuntos vanos
y vacuos y no prestarse a un diálogo veraz sobre nuestra historia, plagada de
encuentros desencuentros, enfrentamientos y sobre todo traiciones… escrita por
los cipayos y empleados de instituciones oficiales. Nuestra historia es una
muestra clara en proyección de lo que jamás debe ser.
La democracia retornaba,
parecía a cicatrizar heridas de un período de sangre y asesinatos,
desapariciones y apropiaciones, censura que aún continúa y mercenarios con
futuro calculado por las corporaciones eliminadoras de la cultura. Jamás
recibió respuesta del gobierno de Alfonsín, el bautizado «padre de la
democracia», por fanáticos que precisan del líder para seguir sobreviviendo, la
democracia tiene adeptos y padres… me parece una desmesura propia de adulones…
Julio Cortázar, ignorado por las autoridades, no así por el ciudadano, tal mi
caso y el de muchos otros/as que lo recibimos con admiración y calidez, con
respeto y alegría. Parecía que el “hijo pródigo” de nuestras letras volvía a
radicarse, pero fue excluido, nada fuera de las costumbres de politicastros y
mercaderes de la cultura, que todo lo malogra.
Después de visitar a varios
amigos, vuelve a París, donde muere el 12 de febrero de 1984, apenas dos meses
después. De este modo los gobiernos argentinos, de todo tipo y color, excluyen
a los talentos. Julio Cortázar, un grande de verdad, sin publicidad mercenaria
ni apuntalamiento de lacras serviles a la eliminación de la literatura y la
poesía, sólo su talento lo ha elevado al Olimpo de los eternos creadores, los
que jamás mueren. Que persista la memoria, pues estos actos de invisibilizar a
los creadores se repiten día a día.
A modo de epílogo
intentado, les dejo un poema peregrino escrito por Julio Cortázar al «Che»
Guevara:
«Yo tuve un hermano. No nos
vimos nunca
Pero no importaba. Yo tuve
un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía”.
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