Yo no me considero una mercancía, pero estoy segura de que hay
una buena cantidad de personas que no me consideran otra cosa.
Marylin Monroe
Hace unos meses que se exhibió en la la mayoría de las capitales del mundo una película: “Mi semana con Marilyn” basada
en un libro de memorias de Colin Clark. Un libro que relata los problemas que tuvo
Laurence Olivier con Marilyn Monroe durante el rodaje de la película “El
príncipe y la corista” (1957). Y la atracción que sintió el propio escritor
por la famosa actriz, que también se
interesó por él y le abrió su corazón.
Una película basada también en el carácter curioso y
entrañable de Marilyn Monroe, una mujer que
consiguió la gloria en los años cincuenta, un mito del cine.
Michelle Williams hace el papel de Marylin y nos muestra espléndidamente su imagen
frágil e inocente, sus labios siempre pintados de rojo, sus dientes perfectos,
su penetrante mirada y su sonrisa picarona,
nos muestra su dulzura y el poderío que ella tenía para mezclar y
juguetear con el erotismo de sus curvas y sus enroscados bucles rubio platino.
Ese cabello dorado que fue durante años
la prueba indiscutible de la belleza, el perfil de todas las princesas y las
hadas de los cuentos de todos los tiempos. El certificado de sensualidad.
La película “Mi semana con Marilyn” nos muestra la imagen de
una actriz que acaparó la atención del Universo, una figura a la que todas las jóvenes
y viejas de aquella época querían imitar.
Y es que Marilyn alcanzó la fama como
una de las mujeres más bellas de la historia. Sin embargo eso no la hacía feliz
del todo, ya que su sueño era despojarse de sus velos para alimentar su espíritu
y ser respetada por su público. Eso la llevó a poseer un gran deseo de superación
de sí misma, deseo que llegó a manifestar en su famosa frase “No quiero hacer
dinero. Yo solo quiero ser maravillosa. Porque Marylin no quería que la vieran
solo como una rubia que se empolva la nariz delante de todos, que bailaba y
susurraba canciones de forma melancólica pero que estaba desposeída de cerebro.
Necesitaba gritar al mundo entero que era también una mujer inteligente y digna
de ser respetada, por eso detrás de esa amplia sonrisa aprendió a esconderse en
la sombra de Marilyn Monroe.
La forma de su vida estuvo determinada por sus raíces, por el
dolor y la angustia de su infancia. Padecía esa rara enfermedad del alma,
maniaco-depresiva que la hacía sentirse como empujada por una gran marea a sufrir
torturas infernales con los cambios de humor de los demás, con los suyos
propios y con los del mundo. Y esos trastornos le hicieron caer en el alcohol y
la incitaron a consumir gran cantidad de pastillas, de drogas.
Sin padre y con una madre ingresada por problemas mentales
sintió siempre que estaba muy sola, por eso envuelta en una ternura triste se
refugiaba en relaciones sentimentales, apasionadas y tempestuosas , en la compañía de
hombres para buscar protección y llenar sus vacíos, se dejaba invadir por amores
y por emociones, por el mito de La Bella Durmiente, quizás creyendo que de esa
forma podría encontrar la seguridad, el afecto
que no tuvo de niña, así llegó a casarse cuatro veces con la ilusión de
llegar a ser amada por lo que realmente era. Y tuvo amores turbios, confusos,
lujuriosos, celos enloquecidos, enredos amorosos y pasiones poco afortunadas
como las que mantuvo con el Presidente Kennedy y su hermano. Pero ese mundo de
tintineo y de sobresalto igual que si fuera un gran monstruo la devoró.
Ese mundo que carece de sentido devoró toda su luz, una belleza que latía con fuerza,
una mujer que se adentró en sus propios sueños de adolescente, en sus
recuerdos, que se engañaba respecto a su verdadero ser, que escribía poemas que
medían la tensión de su tristeza dramática. Una mujer que moldeada por Hollywood como si fuese un
muñeco de títeres dejó una imagen para las generaciones venideras, maravilló al
mundo, escandalizó a mujeres y a muchos hombres que fueron incapaces de
resistirse a su encanto, que se desvanecieron y se derritieron ante ella, ante
una mujer atormentada, solitaria, con ansia de inteligencia, astuta, tierna,
buena y mala actriz a la vez. Una mujer
que supo escapar de las leyes del tiempo, que pasó y pasará a la historia como
el ser más evocador y más sexy de todos los tiempos.
Una mujer que fue el símbolo del deseo del siglo XX y que
junto con Afrodita permanecerá para siempre en el Monte Olimpo.
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Tan puntual, como siempre. Abrazos
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