martes, 20 de julio de 2021

La esencia de la poesía en André Cruchaga

 

 


Un camino define al poeta salvadoreño, André Cruchaga: la esencia de la poesía, el valor del arte, la creatividad y la vida.

Los destinos del hombre pertenecen más a los territorios del misterio que a los de la razón y quizás por ello, Cruchaga no quiere escapar de su hado y se jubila de la docencia después de compartir con sus alumnos muchos de sus secretos de poeta. Se dedica a explorar los gozosos infiernos del despojamiento y a disfrutar a tiempo completo del universo lírico. Y trabaja y trabaja cada palabra como si la suerte del mundo estuviera en juego, lo cual es, probable­mente, la única manera sensata de hacerlo.

André Cruchaga Nace en 1957 en El Salvador. Docente, gestor educativo y, sobre todo humanista, inicia su carrera literaria por allá por la década de los setenta y comienza a publicar en los ochenta. A partir de ese momento, con una energía en continua evolución y belleza, mantiene una incesante actividad creativa, busca musas y savias, se impone un método y, sin descanso avanza de una forma torrencial y desbordante con el implacable impulso de un sueño.

Y a pesar de que la humanidad atraviesa una pandemia global, que vivimos un momento convulso, que el hombre actual oscila entre el sufrimiento y el aburrimiento, entre el dolor y el miedo. A pesar de que todo atenta contra la armonía necesaria, Cruchaga nos da la oportunidad del hechizo de la poesía, nos expresa con intensidad nuestra época, el enorme vacío que vivimos. Y da fe de ese sujeto que somos y con cuya presencia formamos parte de la Naturaleza:

…Si alguna vez vuelvo a agonizar que no sea entre espinas / Sino en una nube profunda de semillas. / O sobre el verde de tu carne/ De relámpagos. En el confín sería la misma sed. / Hube de existir en la dura luz del escarmiento. / Para entender el misterio de la vida, hube de masticar el luto…

Muchos de sus versos arrancan de la vida misma, de la experiencia y la memoria, la confesión. Otros emanan de la melancolía, en la certeza de la pérdida y la fugacidad del tiempo.

 

Se detiene en las aguas del recuerdo como en el poema Con el paso de los años:

Uno siempre sueña con ciertas lejanías: /El otoño cayendo en Central Park, / O las velas de intrépidos navegantes/ en el Columbia River de Portland, / o los brazos del viento para sentir un cuerpo / detrás de una mirada de ausencias. / Uno a menudo sufre cuando el atardecer / se acerca y recuerda los sueños de ayer. / Uno se da cuenta que ya no se es de aquí ni de allá; / hay una ola de orgasmos cuesta abajo, / lenta, lenta y absorta como las gaviotas. / Hay un rebaño lánguido de luces / cuando el invierno hiere las pupilas, / cuando uno piensa en esa chimenea herrumbrosa / de los sueños imposibles. 

También reflexiona sobre la soledad que nos acompaña, y nos recuerda uno de los sentidos de la poesía: el silencio, ese silencio que algunas veces representa una defensa frente a la agresividad exterior y hacia el olvido del hombre que vivió miles de años pegado a una existencia natural que desgraciadamente se ha perdido:

 

Igual al rumor dejado por los difuntos. / El silencio desgarra la totalidad del cuerpo: / Es un secreto mortal parecido al de los amantes / Cuando beben fuertemente las palpitaciones del aliento, / Hasta caer al fondo del último abismo.

 

 

Como ser humano, André Cruchaga entra en los valores de la vida: el amor, la vida y la muerte, los sueños y el recuerdo, las visiones. Se compromete con lo cotidiano y da testimonio de la época en que vive. Crea el poema con una sola idea y una lógica estructural ordenada y un lenguaje condensado repleto de luz, símbolos y metáforas, de matices oníricos e impresionismo poético que el poeta con un esfuerzo intelectual reduce a la mínima expresión:

 

Entre el aire que descalza / A los pájaros / La vida y la muerte/ cosas de fondo / El fondo de Dios que adivina. / El tapiz de los abismos / Sin pensarlo / Hombre a ciegas/ Ave migratoria haciendo toboganes / Hacia abajo / Hacia arriba / Lo mismo que el horizonte/ Sin nadie en las huellas/ De sus manos/ Claridad en el centro de dos ausencias / Espacios espectrales que no ve el ojo / La vida en su funda / La noche en su mortaja…

 

Reflexiona también en torno al amor que consumen tiernamente dos cuerpos en esa especie de química, en ese juego de atracción. Y crea el poema con voz propia, con la experiencia y el bagaje de su madurez y el trabajo de experimentación que domina su obra:

 

…Atraviesas mi orgullo flameando tan cercana / que me emociono como si yo fuera algo tuyo, / pulsera de tu mano, collar de tu garganta, / y lloro contemplando tus pestañas de humo.

 

André Cruchaga es un escritor comprometido con la vida y con la escritura, un poeta que se centra sobre todo en el proceso creador de la palabra, porque él, al igual que Juan Ramón Jiménez, se aproxima a lo absoluto. Ningún otro quehacer puede distraerle de su obsesiva creación. Tal vez, porque sabe que la poesía le permite crear una nueva comprensión del mundo y de los seres humanos.

Aquí golpeo y golpeo con mis puños la asfixia / Que me ahoga con su tizne la mirada / Aquí custodio pequeñas cosas en ruinas / La habitación donde la carne se volvía ciega / La celda del alma magulla / El rostro pleno con una humedad de cántaros / El sueño aún vivo aunque mi mundo se acabe / La llave del paraje donde los ojos guardaban el viento / El tiempo que me muerde con sus ojos desatinados / La porcelana de la emoción lloviendo en la sangre

 

Ha sido traducido a una decena de idiomas y ha obtenido una gran repercusión internacional. Sus poemas cruzan fronteras geográficas, lingüísticas y culturales. Ha escrito una treintena de libros entre poemarios, antologías, libros homenajes y trabajos sobre su obra que han aparecido y siguen apareciendo en el mercado, lo que viene a demostrar el innegable interés que la obra de André Cruchaga tiene para lectores, estudiosos y críticos. En su paraíso poético aletean las voces de surrealistas franceses, de Vicente de Huidrobo, Roque Dalton, Manuel Altolaguirre, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Juan Antonio Massone, Luis de Góngora, entre otros.

He dedicado unos meses a leer la poesía de André Cruchaga, y en esa travesía me ha conmovido, fascinado e incluso me he interrogado sobre el sentido de la existencia, porque como sucede con la auténtica literatura la vida se vuelve más rica y estimulante; y la vida del lector también.

 

Ensayo publicado en el libro Morituri Te salutant, homenaje a Cruchaga(junio,2021) Libro presentado recientemente en Las Palmas de Gran Canaria por Juan Calero, Héctor José Rodríguez Riverol y Rosario Valcárcel

 


Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

lunes, 12 de julio de 2021

Poema de Eduardo Sanguinetti para su amigo Facundo Cabral

 

Se cumplen diez años del asesinato de mi amigo y camarada Facundo Cabral, con quien tuve

 el placer de compartir momentos en diálogos casuales e interlineados; en los más diversos

 auditorios de universidades, centros de estudios y culturales, del mundo. Siempre a favor de la

 paz, la armonía, el humor y el disfrute de saberse parte de esta tierra violentamente afectiva.       

Él trató de construir su redención y en esa tarea le fue la vida.

Él era una criatura sobre un balancín a punto de desmoronarse.
Sentía que sin cesar rehacía su equilibrio: todo ello a la mayor velocidad.

Él trató de construir su redención y en esa tarea le fue la vida.
Él era la nueva visión y la antigua derrota.
Él no propuso nada, él nos invitó a contar la historia.

Él trató de construir su redención y en esa tarea le fue la vida.
Él derrumbó las últimas fronteras que lo separaban del mundo de sus ficciones.
Hoy cruza de Solum a Buenos Aires, de Soluterionte a Penny Lane, en las espaldas del sol.

Él es uno más, en su personaje de mil aristas,
y su personaje es su definitiva realidad.
Él es un visitante, él no se escapará por la memoria…

Facundo, te asesinaron bestias fluyentes y otra vez la palabra muerte,
sin necesidad de dibujarla en una hora, de un día repugnante,
de un mes cualquiera, lluvia y viento. Y, además, como ya fue escrito,
lloverá siempre, siempre.

(*) Filósofo y poeta

 Foto Eduardo Sanguinetti con Facundo Cabral en el café "La Biela" en junio de 2011