lunes, 28 de junio de 2021

Un cuento de Ray Bradbury. Dragón.

 La noche soplaba en el escaso pasto del páramo. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años, en el casco del cielo, inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche temblaba en el alma de los dos hombres, encorvados en el desierto, junto a la hoguera solitaria; la oscuridad les latía calladamente en las venas, les golpeaba silenciosamente en las muñecas y en las sienes.

Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la espada.

-¡No, idiota, nos delatarás!

-¡Qué importa! -dijo el otro hombre-. El dragón puede olernos a kilómetros de distancia. Dios, hace frío. Quisiera estar en el castillo.

-Es la muerte, no el sueño, lo que buscamos…

-¿Por qué? ¿Por qué? ¡El dragón nunca entra en el pueblo!

-¡Cállate, tonto! Devora a los hombres que viajan solos desde nuestro pueblo al pueblo vecino.

-¡Que se los devore y que nos deje llegar a casa!

-¡Espera, escucha!

Los dos hombres se quedaron quietos.

Aguardaron largo tiempo, pero sólo sintieron el temblor nervioso de la piel de los caballos, como tamboriles de terciopelo negro que repicaban en las argollas de plata de los estribos, suavemente, suavemente.

-Ah… -el segundo hombre suspiró-. Qué tierra de pesadillas. Todo sucede aquí. Alguien apaga el Sol; es de noche. Y entonces, yentonces, ¡oh, Dios, escucha! Dicen que este dragón tiene ojos de fuego y un aliento de gas blanquecino; se le ve arder a través de los páramos oscuros. Corre echando rayos y azufre, quemando el pasto. Las ovejas aterradas, enloquecen y mueren. Las mujeres dan a luz criaturas monstruosas. La furia del dragón es tan inmensa que los muros de las torres se conmueven y vuelven al polvo. Las víctimas, a la salida del Sol, aparecen dispersas aquí y allá, sobre los cerros. ¿Cuántos caballeros, pregunto yo, habrán perseguido a este monstruo y habrán fracasado, como fracasaremos también nosotros?

-¡Suficiente, te digo!

-¡Más que suficiente! Aquí, en esta desolación, ni siquiera sé en qué año estamos.

-Novecientos años después de Navidad.

-No, no -murmuró el segundo hombre con los ojos cerrados-. En este páramo no hay Tiempo, hay sólo Eternidad. Pienso a veces que si volviéramos atrás, el pueblo habría desaparecido, la gente no habría nacido todavía, las cosas estarían cambiadas, los castillos no tallados aún en las rocas, los maderos no cortados aún en los bosques; no preguntes cómo sé; el páramo sabe y me lo dice. Y aquí estamos los dos, solos, en la comarca del dragón de fuego. ¡Que Dios nos ampare!

-¡Si tienes miedo, ponte tu armadura!

-¿Para qué? El dragón sale de la nada; no sabemos dónde vive. Se desvanece en la niebla; quién sabe a dónde va. Ay, vistamos nuestra armadura, moriremos ataviados.

Enfundado a medias en el corselete de plata, el segundo hombre se detuvo y volvió la cabeza.

En el extremo de la oscura campiña, henchido de noche y de nada, en el corazón mismo del páramo, sopló una ráfaga arrastrando ese polvo de los relojes que usaban polvo para contar el tiempo. En el corazón del viento nuevo había soles negros y un millón de hojas carbonizadas, caídas de un árbol otoñal, más allá del horizonte. Era un viento que fundía paisajes, modelaba los huesos como cera blanda, enturbiaba y espesaba la sangre, depositándola como barro en el cerebro. El viento era mil almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una bruma en una niebla de la oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no había año ni hora, sino sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas súbitas, tempestades y truenos blancos que se movían por detrás de un cristal verde; el inmenso ventanal descendente, el relámpago. Una ráfaga de lluvia anegó la hierba; todo se desvaneció y no hubo más que un susurro sin aliento y los dos hombres que aguardaban a solas con su propio ardor, en un tiempo frío.

-Mira… -murmuró el primer hombre-. Oh, mira, allá.

A kilómetros de distancia, precipitándose, un cántico y un rugido: el dragón.

Los hombres vistieron las armaduras y montaron los caballos en silencio. Un monstruoso ronquido quebró la medianoche desierta y el dragón, rugiendo, se acercó y se acercó todavía más. La deslumbrante mirilla amarilla apareció de pronto en lo alto de un cerro y, en seguida, desplegando un cuerpo oscuro, lejano, impreciso, pasó por encima del cerro y se hundió en un valle.

-¡Pronto!

Espolearon las cabalgaduras hasta un claro.

-¡Pasará por aquí!

Los guanteletes empuñaron las lanzas y las viseras cayeron sobre los ojos de los caballos.

-¡Señor!

-Sí; invoquemos su nombre.

En ese instante, el dragón rodeó un cerro. El monstruoso ojo ambarino se clavó en los hombres, iluminando las armaduras con destellos y resplandores bermejos. Hubo un terrible alarido quejumbroso y, con ímpetu demoledor, la bestia prosiguió su carrera.

-¡Dios misericordioso!

La lanza golpeó bajo el ojo amarillo sin párpado y el hombre voló por el aire. El dragón se le abalanzó, lo derribó, lo aplastó y el monstruo negro lanzó al otro jinete a unos treinta metros de distancia, contra la pared de una roca. Gimiendo, gimiendo siempre, el dragón pasó, vociferando, todo fuego alrededor y debajo: un sol rosado, amarillo, naranja, con plumones suaves de humo enceguecedor.

-¿Viste? -gritó una voz-. ¿No te lo había dicho?

-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura! ¡Lo atropellamos!

-¿Vas a detenerte?

-Me detuve una vez; no encontré nada. No me gusta detenerme en este páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que siento.

-Pero atropellamos algo.

El tren silbó un buen rato; el hombre no se movió.

Una ráfaga de humo dividió la niebla.

-Llegaremos a Stokel a horario. Más carbón, ¿eh, Fred?

Un nuevo silbido, que desprendió el rocío del cielo desierto. El tren nocturno, de fuego y furia, entró en un barranco, trepó por una ladera y se perdió a lo lejos sobre la tierra helada, hacia el norte, desapareciendo para siempre y dejando un humo negro y un vapor que pocos minutos después se disolvieron en el aire

Relato Ciudad Seva, Luis López Nieves.

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viernes, 18 de junio de 2021

Entre horas y Zapping de sueños y realidades, un libro doble de Dunia Sánchez Padrón y María José Godoy Bellas

En las últimas décadas estamos viviendo una especie de tsunami en la escritura literaria. Una escritura que ha optado por un lenguaje expresivo de mujeres como son las poetas Dunia Sánchez Padrón y María José Godoy, preparadas, inteligentes y comprometidas, en las que el Zapping ha sido la musa, el aliado y la palabra, la herramienta para crear un nuevo libro.

Dos escritoras que hoy nos presentan un libro en común titulado Entre horas y Zapping de sueños y realidades. Dos poetas que analizan las transacciones afectivas en los tiempos actuales, sus recorridos interiores a través de la existencia. Nos presentan a través de sus mundos creativos, poemas y relatos donde la verdad sin aditivos y el eco de noticias surgen con un gran protagonismo.

Denuncia María José en Zapping de sueños, las nuevas formas de acercamiento ante el diluvio informativo y el transitar por los medios digitales y ahonda en principios generales con versos en los que pensamiento y poesía dialogan en un discurso narrativo:

 

Y el tiempo de soñar se termina

frente a la realidad que estoy

viviendo sin que le importe a nadie.

Hoy vacío mi alma para gritar al viento

mi dolor, mi angustia, mi desespero.

vivo rodeada de gente que busca poder.

Vivo rodeada de ineptos que calientan sillas.

Vivo con sonrisas falsas, mañaneras, y miradas

de envidia por no sé qué razón.

Vivo tirando de brazos para poder salvar

a una infancia quizás, sin futuro.

Vivo con pulpos que se agarran a los cargos

para usar su poder y salir temprano.

Vivo en una SUCIEDAD llena de hipócritas,

pero vivo…

 

Algunas veces los poemas de María José parten de la vida cotidiana pero su voz se eleva y vuela libre y plasma numerosas realidades de una forma escueta como lo hacen los maestros japoneses.

Los niños no repiten curso,

todos son inteligentes

para los políticos.

Pero el tema central de su obra es la sensualidad, la narración del gozo y el amor. Reflexiona y desea contar las experiencias en torno al placer como refugio y para ello emplea el recurso de la palabra de una forma coloquial y cercana.

 

Mis piernas bailan en la carretera

de los arrepentimientos como

una película de amor a lo Humphrey Bogart.

Vestida de azul y con sombrero

mis pies danzan por las colinas

de la pasión ahuyentando los reproches

de los deseos conquistados por tus palabras.

Quiero amanecer en tu cama, acariciándote,

descubriendo tu cuerpo con mis manos,

escuchando los suspiros de tu corazón.

Quiero galopar en un desierto de sensaciones

cálidas salpicadas por el sudor de las montañas

que acaricias intentando moldearlas con las prisas

de un joven que quiere comerse el mundo.

Vaivén de madrugadas que guardo

                                                     [ hoy en mi memoria.

 


  Entre horas de Dunia Sánchez Padrón

Desde sus comienzos, Dunia Sánchez ha sido fiel a una prosa alimentada en la sencillez y el  misterio, a una sencillez que se desliza por las grietas de los sueños y se abriga de fantasías y candidez. De una candidez que cada día gana intensidad.

Siempre he dicho que nuestra escritora elabora una prosa poética misteriosa, de realidades y ensueños, porque a ella le gusta interpretar la realidad desde la irracionalidad, rozando lo misterioso y lo mágico. Lo onírico. Porque ella, igual que en su pintura, dibujos, óleos y acuarelas basados también en el surrealismo, se ocupa de la existencia humana.

Y en este nuevo libro, Dunia recrea en veinte relatos, cosas cotidianas del día a día, de cómo ve pasar la vida, la belleza y las miserias. Así, de esta forma la poeta se convierte en un derviche que gira y gira alrededor de un monólogo que nos sobresalta, como en este fragmento titulado Sentada: 

Estaba sentada…porque ella estaba sentada. Sin darse cuenta miraba dos realidades, dos océanos paralelos, dos transeúnte iguales, su mesa donde se tomaría el café también era doble. Espero varios minutos, varios tiempos enfocados a esas dos realidades iguales y distintas a la vez. En una se le antojaba  darse un baño en el inmenso mar que estaba poseído por las malas mareas, en otra solo mirarlo como se estrangulaban las olas en su impacto contra las rocas. Y estando sentada pensó que mejor sería hacer las dos cosas, darse un baño mientras veía estrangular las olas. Y lo hizo, se sintió aliviada, mientras se sumergía en esas aguas que la llevaban mar adentro en sus profundidades veía el estrangulamiento de las rocas en su impacto contra las rocas. Una energía fuerte se apoderó de ella y comprendió…porque era comprender que la había visitado la muerte. Una muerte

Dunia nos vuelve a confirmar su lirismo en su narrativa que recrea con un estilo propio, con una mirada comprometida con el lenguaje, con una mirada de encuentros y despedidas. Con la vida, con la naturaleza, con el amor y la muerte. 

Entre horas y Zapping de sueños y realidades es un libro con una bonita portada, editado por Ediciones Aguere y Ediciones Idea. Un libro doble al que le deseo larga vida. Un libro que yo definiría de búsquedas y de encuentros. Un libro que recomiendo para tenerlo cerca y, de tanto en tanto disfrutarlo.

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Fotografías cedidas por María José Godoy B.

 

miércoles, 9 de junio de 2021

Pantagruel neoliberal

Por Eduardo Sanguinetti, (*) especial para NOVA

Aquello de lo que hablan los narcisos digitales, es dominio inexplorado, no vive, computan y existen sin embargo como hipócritas, heridos de frente, en el malentendido fatal y finalmente letal de la naturaleza, domesticada por la ciencia, los fenómenos les resultan mortales y las palabras que intentan esbozar, que no expresan el sentido que desean darles, a veces todo lo contrario, los dejan fuera de su propio carcasa, porque están abandonados a la suerte que les deparan los poderes siniestros del poder oculto, que existe y es, no tengan dudas.



Visualizar cual pasajero de este tiempo de simuladores seriales, mentirosos y oportunistas, criminales y mafiosos, inoculando odio, cual vacuna contra la unidad y concordia de comunidades, en estado de precariedad e indigencia, me causa un malestar existencial difícil de disimular. Del fondo del odio de huestes lideradas por esa réplica del fascismo modelo siglo XX, maquillado por el neoliberalismo voraz y sus socios ocultos, muy lejos de extinguirse, toman diversos perfiles, que lo apreciamos en trama globalizada de "bestias" antropófagas, que bajo el lema “No al comunismo” penetran en mentes de millones de seres, asimilados a sus espacios de confort, bajo su cielo blanqueado a mano, parásitos de tendencias insustanciales, potentes a la hora de operar contra la libertad en todas sus vertientes, con ayuda inestimable de la corporación mediática, asesina de la verdad.

En el presente se ha instalado cada vez más radicalmente, de la mano de políticos, empresarios y sindicalistas, una apelación constante al riesgo, la individualización, el cálculo personal, la naturalización de la inseguridad y el darwinismo social disimulado bajo todos los lenguajes tecnológicos, políticos y psicológicos, por obra y gracia del mercado, el trabajador está desintegrado, lo colectivo no existe: sálvese quien pueda, es la premisa que se promociona a viva voz.

La apelación a la psicología de la creatividad, a los valores de la emocionalidad y al coaching (tendencia de hacernos creer lo que nos quieren hacer creer) va en aumento, al tiempo que se desinstitucionalizan las relaciones laborales y se insta a las personas a convertirse en líderes, corriendo a la felicidad dibujada, a toda costa y costo, quedan al margen, excluidos quienes pretenden hacer de este mundo algo digno de habitar.

Si arte-naturaleza-vida eran una zona inhabitada por el sistema de sujetos-objetos de mercadeo, uno de los elementos de los movimientos antagonistas de la lógica del capital, en los años sesenta, hoy, vacíos de contenido y de militantes, se utilizan para apuntalar la escoria del sistema, integrado por oficialismo y oposiciones diversas, de manera especulativa y torpe.

La cultura invadida y eliminada en su destino de crear valores y placer legítimo, por el neoliberalismo siempre en antípodas a la educación y el estado público, cultura sponsoreada por multinacionales asimiladas al mercado de desvalores, tan ajenas a la construcción de la obra de arte en todas sus expresiones, se funda en la posibilidad de construir relatos despolitizados que sean útiles, para un cambio político y cultural de mayor y peligrosa envergadura, la destrucción de toda posibilidad de resistencia y disentimiento al poder del Pantagruel Neoliberal.

La cultura, cual fuente de conocimiento y saber, era el espacio que más le ha costado invadir al neoliberalismo, pero en fin, lo ha conseguido, sin dejar de hacer mención al apoyo incondicional de los artistas de la “nada”, con trayectorias inexistentes, instalados para darle forma a esta “performance de la caída”, utilizando a pseudo investigadores de la obra de creadores inexistentes, que puedan dar marco al réquiem de la cultura. No olvidar a traidores ya gerontes, que han abierto sus nalgas para ser penetrados por la peste neoliberal, recibiendo su tajada, con sonrisa abierta y contagiosa para los militantes de la farsa.

Lo he anunciado en mi obra escrita y performativa en los 80: obra admirada por muchos, envidiada y plagiada por otros, que no ignoraban que el final de un ciclo se acercaba, pero sin cojones para dar la batalla cultural que se imponía.

Y no debo dejar de hacer mención al nuevo visitante de la cultura neoliberal, el turismo degradante y de cómo la gentrificación y la recualificación urbanística están formando parte del engranaje del nuevo desarrollo urbano de este sistema devastador, que viene afectando a barrios humildes, ubicados en la centralidad de las ciudades o en sus proximidades.

La recurrencia de proyectos urbanos híbridos, en sociedad con empresas inmobiliarias especulativas, destinados a actividades comerciales, recreativas, turísticas y también residenciales para familias de nuevo cuño, de alto poder adquisitivo, adquirido en negocios non sanctos, terminan desplazando a los pobladores originales, muchas veces residentes de antaño, como la remodelación de centros históricos, devenidos en los tan publicitados “polos” gastronómicos, homogéneos en su diseño globalizado. Lo apreciamos en San Telmo (Buenos Aires) y otros centros históricos de Latinoamérica devastada, por la peste neoliberal y sus tendencias necróticas.

Las naciones del planeta cerraron sus fronteras a la “miseria del mundo”, pero no dejan de fugarse “Pepines” a paraísos fiscales, los negociados narco y de trata de trogloditas modelo 4X4, los siempre presentes jugadores de fútbol, empresariuchos testaferrarios, sindicalistas abogando por el capital, escorts super star regalando toda su carne al mejor postor.

¿No pensaron en decretar la muerte del dinero? Pero ante la indiferencia del “homo primate”, sigan la fiesta de la estafa y el fraude bajo la molienda infame del verbo sin predicado, del genocidio que se está llevando a cabo a plena luz del día, que filmará Netflix, como proyección de las miserias de este tiempo, con audiencia de millones de espectadores, alegres de ver coronada su miserabilidad en la pantalla.

Y el coronavirus cual pandemonium de la humanidad toda, nos lleva a interrogarnos: ¿No ha llegado el tiempo de reflexionar sin parámetros ortodoxos acerca del porvenir que nos aguarda? ¿Y por qué voy a creer que algo va a cambiar? Nada cambiará, excepto yo… excepto tú.

(*) Filósofo y poeta