domingo, 28 de marzo de 2021

Semana Santa en época de pandemia

 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó y preguntaban: ¿Quién es éste? Y la muchedumbre respondía: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.

 

   


         A medida que el tiempo pasa, me doy cuenta de que el mundo ha cambiado totalmente y, que por supuesto, ha cambiado nuestras vidas, nuestras formas de enfrentarnos a cualquier acontecimiento.

        Por eso, al llegar la Semana Santa me entra la nostalgia y me acuerdo de aquellos ejercicios espirituales, de la lectura de los libros ejemplares, de películas sobre la Biblia: Ben- Hur, Los Diez Mandamientos, Marcelino, pan y vino. Era el símbolo del amor y los reencuentros, de las familias. Eran tiempos de ver a nuestros abuelos asomados a las ventanas para contemplar las procesiones, la gloria de las imágenes, las señoras ataviadas con mantillas negras y con mantillas blancas. Eran días de saetas que alguien cantaba desde un balcón:

-      Quién me presta una escalera /para subir al madero, / para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?

El mundo parecía que se paraba, los sentimientos se manifestaban en las calles. Eran tiempos memorables para lo religioso, las imágenes, los imagineros como José Lujan Pérez, un grancanario que culminó la fachada neoclásica de la catedral de Las Palmas.

        A mí, la Procesión que más me gustaba y me sigue gustando es la del domingo de Ramos. Representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Al llegar ese día por fin estrenaba mi vestido nuevo, así que vestida de guapa, entre niños y niñas con las manos en alto, agitábamos palmas, olivos y en medio del griterío, cantábamos y aplaudíamos a su paso. Yo abría y cerraba los ojos asombrada al ver al Señor con su carita tan sonriente. No parecía el dueño del mundo.

       Esa mañana el Sol siempre nos acompañaba y los bombos y platillos repiqueteaban con alegría. ¡Cómo me gustaba escuchar los sonidos temblorosos de cornetas y redobles de tambores!  Desfilar al lado de la banda de música y contemplar a aquellos primeros turistas, espectadores asombrados que hacían fotografías.

        Después mi padre me subía en los cochitos que instalaban en el Parque de San Telmo: en los caballitos que subían y bajaban, en la ambulancia o en la caldera que daba vueltas y vueltas. Y al llegar a mi casa, mi madre nos sorprendía con algún postre. Esa semana preparaba torrijas y la casa olía a canela y a limón.

       Todos los días de la Semana Santa había una procesión y de las iglesias salían filas de devotos. No recuerdo bien las imágenes que sacaban el lunes, pero sí que era el día de los seminaristas. ¡Qué serios avanzaban en procesión detrás de los tronos! Marchában envueltos en vestidos de rojo.  Y al llegar el miércoles Santo, mi tío Juan nos llevaba a Triana para ver pasar el Paso, nos relataba el día de la traición de Judas y las 24 horas en las que Poncio Pilatos y el pueblo judío condenan a Jesucristo a morir en la cruz. Era un día triste y algunas mujeres lloraban.  

      Así las imágenes recorrían casi a diario el casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria, menos el jueves que se celebraba la institución de la Eucaristía en la Última Cena de Cristo y visitábamos las iglesias, los Monumentos. Me llamaba la atención la fuerza de aquellos santuarios, las velas que ardían erguidas en la penumbra como custodiando las imágenes de los santos que estaban cubiertos con telas de color malva. Y en un altar, bajo una luz tenue, se explayaban enormes cestas de rosas, azucenas, claveles, gladiolos, entre una platería reluciente y bellos jarrones. Entonces nos arrodillábamos y musitábamos oraciones.

      Experimenté muchas veces esa tristeza en las calles, esos días en que se escuchaban lamentaciones, cantos de sufrimiento y el tiempo que cada día se empeoraba más y más como señal de dolor. Incluso, algunas veces, llovía y en las casas se hacía un silencio. No se podía cantar, ni manifestar alegrías, las ropas se oscurecían. Se hacían el Vía Crucis y se cantaban Misereres. Las calles olían a incienso y las radios sólo emitían música sacra, marchas fúnebres y las Siete Palabras que duraban una eternidad.

          Silencios, silencios. Me asaltaban los demonios y si cerraba los ojos, sólo veía las sombras de curas ataviados con sus sotanas negras, lanzas, coronas de espinas, cruces y clavos. La  vida y la muerte, el infierno y el cielo. Sentía miedo. Menos mal que Dios es compasivo y hacía que llegara el sábado. Entonces se escuchaban el repicar de las campanas. Resucitaba el tiempo. 

Pero, por segundo año consecutivo, este 2021 no se hablará del arranque de Semana Santa, ni de esas pequeñas vacaciones, ni de acampadas, ni que se han cubierto las plazas hoteleras. No se hablará de los muertos de la operación de tráfico, de la gasolina que sube en esos días. De actividades y cursillos para entreteneer a los niños en su tiempo libre ¿Quién podía imaginarse que todo aquello pudiera destruirse? ¿Quién podía imaginar que una pandemia iba a cambiar nuestras vidas? Que llevamos más de un año hablando de confinamiento, toque de queda, medidas sanitarias, las variantes de las vacunas que parece que no llegan. De una pandemia  que marca nuestras vidas e incluso nuestra fe.      

En fin hoy es un día alegre, un día feliz, en el que algunos siguen creyendo que el paraíso terrenal está las manifestaciones religiosas y en la fuerza que emanan, en el rito al sufrimiento. Otros piensan que los niños actuales desconocen esas historias, desconocen la Biblia, los personajes y los misterios.

     Niños que cuando ven la procesión de la Burrita se preguntan ¿Quién es éste?

 

Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

En la foto, Talla centenaria, de origen anónimo perteneciente a la iglesia de San Telmo en Las Palmas de Gran Canaria.

 

martes, 9 de marzo de 2021

Un poema de Rosario Valcárcel, español- alemán

 

EL PARTO DE LA VIDA

 

Cuando la luz se desvanece,

la excitación ebria deambula


y las jineteras mercadean con los sueños,

celebran las reverencias de las tortugas,

                     el parto de la vida.
 
Me lleno de mestizaje,

de la triste verdad de tu locura.

                    Uno, dos, tres.

Los atabales bordan el compás,

mi sangre delira por primera vez

cuando sus dedos rozan los míos.

 Suena el aire, arrecian los temblores.    

                     Uno,  dos,  tres.

Las estrellas fugaces alumbran

el tintineo de su porte letal.

En el fondo del mar saltan los hechizos,

                    crujen los huesos.

Y entre barcas de luto, los turistas

se asoman a los rescoldos del regocijo.

                    Oigo el mundo.

 El ángel seductor me captura

y como si fuese una princesa encantada

me sumerjo en su plegaria,

en su carne insumisa. 

Y comprendo lo que

el amor no comprende,

tanto que casi le digo que le amo.

 

DIE GEBURT DES LEBENS

 

Wenn das Licht entschwindet,       

geht die betrunkene Erregung umher

und die Prostituierten treiben Geschäfte mit den Träumen,

feiern die Verbeugungen der Schildkröten,

                              den Beginn des Lebens.

 Ich stopfe mich voll mit Mestizentum,

mit der traurigen Wahrheit deines Wahnsinns.

                            Eins, zwei, drei.

Die Schlagzeuge geben den Rhythmus vor,

mein Blut raste beim ersten Mal,

als seine Finger die meinen berühren.

 Es dröhnt die Luft, das Zittern wird stärker.

                         Eins, zwei, drei.

 Die Sternschnuppen erleuchten

das Klingeln ihres tödlichen Auftritts.

In der Tiefe des Meers zerspringen die Hexereien,

knirschen die Knochen.

Und zwischen den Trauerbooten beugen sich

die Touristen über die heiße Asche der Belustigung.

                         Ich höre die Welt.

 Der verführerische Engel umfängt mich

und, als ob ich eine verzauberte Prinzessin wäre,

vertiefe ich mich in seine Bitten,

in sein unbändiges Fleisch.

Und ich verstehe, was

die Liebe nicht versteht,

so sehr, dass ich ihm fast sage, dass ich ihn liebe.

blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

 

lunes, 1 de marzo de 2021

Un poema de Salvador Sánchez, Borito




El mar lamiendo la costa bella suavemente,

aromando, con su olor, todo el recinto,

en la tarde apacible, nítida esplendente

aparecen los apuestos luchadores en camino.

 

Máxima expectación en torno a un círculo arenado.

Dos figuras canarias, erguidas, dispuestas,

Llegan con aire vigoroso, andar sereno,

a competir en el deporte más bello de las eras.

 

Avanzan pausados, frente a frente, hacia el terrero,

entre unánime clamor de los presentes,

al saludarse respetuosamente, en el inicio,

e lazo con la historia se revive.

 

Memoran a guaires y faicanes poderosos

barrancos, laderas, magados, tamarcos,

cruces, espadas, barriendo insulares remansos.

 

Traen firmeza racial en todo su fulgor,

en el rastro, claro legado de la viva herencia,

limpio deseo de vencer a su contrario amigo

para unirse en postrer abrazo conciliador.

 

Era muy antigua costumbre del canario pueblo

fruto continuado de la siembra hermosa:

olímpico deporte de las islas, antaño venturosas,

 

anclado, contra viento y marea, sobre el azul sonoro.

 

Fue tomada la simbólica antorcha en recias manos.

transcurridos los años, resplandece su llama, cada día,

cuando llegan los atletas, por el pueblo ovacionados,

para ofrecer su arte, inigualable, con suprema gallardía.

 

Del puente invisible tendido entre las fechas

metidos, plenamente, en almanaques más cercanos,

afloran luchadores famosos de las islas

con la mente clavada en FLORIDO, nuestro hermano.

 

Parecen venir de una historia

y encontrarse en otra distante,

traer los recuerdos y hacerse, ellos mismos, recuerdo,

habiendo luchado, con afán desmedido de victoria

para sumergirse en el tiempo pasado y en su gloria.

 

Se van los atletas canarios

dejando en el ámbito su estela,

legando el trofeo entrambos ganado en la palestra,

el más digno que humano concebir pudiera.

VICTORIA SIN VENCIDOS

VENCIDOS SIN VICTORÍA

ERIGIDA ESTANDARTE.

                    Salvador Sánchez “Borito” Agosto 1961

 


Salvador Sánchez, más conocido por Borito, dedicó muchos años a la lucha canaria. Un deporte de oposición que se fundamenta en el enfrentamiento de dos adversarios. Una lucha que se remonta a prácticas ancestrales para resolver conflictos por vía pacífica entre los primeros pobladores de Canarias.

 

Luchó Borito durante veinte años en Canarias y Venezuela, impartió cursos en Cuba, popularizó la lucha canaria fuera de las islas y participó en varios Congresos internacionales sobre el tema.

 

Ha publicado en periódicos de la isla y fuera de ella, reseñas, textos de investigación sobre temas de Canarias y especialmente de la Lucha Canaria. Es autor de la letra de la primera canción sobre el deporte vernáculo canario estrenada en Icod de los Vinos por el grupo musical Sancocho, en 1976. Ha sido galardonado por el Cabildo Insular, por su libro Lucha canaria: teatro, narrativa, poesía, en 1991. Fue nombrado presidente de Honor de la Federación de Lucha Canaria de la ciudad cubana de Sancti Spiritus, en 2006 y galardonado por el Cabildo Insular, por su libro Lucha canaria: teatro, narrativa, poesía, en 1991. 


Ha publicado doce libro de poemas , dos comedias, relatos, Investigación sobre la legislación de la segiunda república, el Minidiccionario léxico, con varias ediciones y un libro de viajes titulado Conociendo Mundo. 


Ha dedicado poemas al mundo de la cultura y del deporte como Pepe Dámaso y Tony Gallardo, al mundo de la lucha canaria, a Juani Franquiz, Pedro Franquiz, Pedro Cano y Santiago Rodríguez ” El majorero” entre otros.  Ha analizado obras de personajes y artistas canarios como Pedro Lezcano, Agustín Millares Sall o Alonso Quesada entre otros.


Al cumplir sus ochenta años lo celebró presentando Interpretaciones, un libro de poemas dedicado a los luchadores de las seis Islas Canarias en la que nuestro deporte permanece activo.

 

 

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