jueves, 26 de julio de 2018

Hoy día de los abuelos. Un recuerdo a la abuela.


…La abuela había crecido en unos tiempos difíciles. Nunca fue universitaria, pero te encantaba oírla hablar de teatro, de música o geografía de una forma poco académica, con la frescura y la libertad de quien aprende por placer y con la vida misma. Me enriquecía con sus diálogos sutiles, su estética pintoresca y folklórica sobre cualquier tema. Tampoco accedió a lo que llaman el mundo del trabajo; qué ironía, pues su vida fue un continuo bregar sin traspasar las paredes de su casa. En aquel castillo estaba su mundo. Nunca se le oyó quejarse del puesto que la sociedad le había reservado, quizá no se veía en una oficina.

Si alguien le preguntaba cuáles eran sus ocupaciones, se limitaba a contestar que ella era una mujer de su casa. Mañana, tarde y noche, sin derecho a vacaciones ni a bajas temporales.

Muchas horas viví por suerte junto a la abuela y a menudo en mi memoria aparece su presencia envolvente. Me paraliza recordar como manejaba las relaciones humanas y, su rostro me parecía aún más hermoso que el de otras abuelas: sus ojos inquietantes, la piel blanca, aterciopelada, pero tan diferente al de su juventud. Su paisaje había estado expuesto a la vida que le tocó vivir.


―Qué ganas tengo de darme un viaje.

Soñaba con visitar Escocia, sus lagos, riachuelos y verdes montañas. Pero aquella espléndida excursión siempre se aplazaba.

La crianza de sus hijos y la mirada hacia atrás la habían sumido en un mar de frustraciones y nostalgias. La llegada de los nietos la liaron en una repetición de su destino, pero lo tomó con una actitud más placentera y gratificante. No era muy dada a las efusiones, pero regalaba su existencia día a día.

Algunas tardes, mientras me acariciaba el pelo y me estrechaba contra sus pechos,  se sentía fuera del mundo. Entonces me enseñaba su álbum de fotografías y postales antiguas, porque necesitaba desempolvar su historia. En aquellas imágenes aparecían muchas mujeres realizando tareas domésticas, tanto en el frente de la guerra como en la retaguardia. Y yo le preguntaba si su madre y la madre de su madre habían trabajado.

―Claro –me respondió. Pero sin sueldo; habían vivido tiempos aún más difíciles, cuando debían trabajar las tierras además de cuidar de sus hijos, de sus casas y de los familiares de más edad, a quienes debían atender en su propio hogar. Sólo el trabajo en los talleres de confección fue considerado una industria de guerra, y tuvo un poco de remuneración.

Cuando alguien se ponía enfermo, la abuela sacaba su temperamento decidido y establecía normas y cuidados, tuviese o no importancia la enfermedad. Separaba la loza y los cubiertos del enfermo, cambiaba la cama a diario, preparaba alimentos reconstituyentes: sopas de gallina y trozos de pan con tropezones de mantequilla para engordarnos, pues se preocupaba por la delgadez de esta familia. Además estaba al pie de la habitación hasta que el enfermo se recuperaba del todo. ¡Ah, y en mis camisillas me cosía unas bolsitas de alcanfor. Me protegía de los catarros!

A la hora de dormirme, me sentaba en el filo de la cama. Nunca se tumbaba junto a mí, sino que permanecía cerca, para recordarme mis oraciones. Su fuerte siempre fueron las relaciones sociales y en algún momento también las divinas. Juntas repetimos algunas estrofas. Espantamos los miedos de la oscuridad, mientras con la mirada colocaba todo en su sitio.

Cuando el abuelo se jubiló, el porvenir le empezó a sonreír y por fin pudo ver algunas de las maravillas con las que había soñado. Estuvo en los Campos Elíseos, la catedral de Notre Dame, los puentes del Sena. Nunca olvidó el barrio bohemio de pintores de Montmartre, ni los palacios de Sissi en las afueras de Viena. Sus viajes estaban hechos de momentos únicos.

Los hijos se habían marchado hacía ya muchos años, los nietos ya habían crecido y la abuela comenzó a sentirse sola. Sus fuerzas languidecían pero no deseaba renunciar a sus obligaciones, voluntariamente asumidas. La soledad empezó a ganar terreno, las sombras se derrumbaban.

―Ya no le soy útil a nadie. Y como no soy eterna...

En su cabeza se barajaban frustraciones y añoranzas. Su corazón estaba cansado de luchar contra el desaliento y por eso quiso cruzar el horizonte, dejar atrás los cumpleaños, jugar otra vez  en el mar y abrir de par en par la ventana para alcanzar las estrellas.

Fragmento de mi libro: La Peña de La Vieja y otros relatos.

Foto: Mi cumpleaños con padres,( después abuelos), hermanos y amigos.

martes, 17 de julio de 2018

DE DAKAR A LA PALMA, EXPOSICIÓN DE PINTURA, ABDOULAYE DIOP


La Real Sociedad Casino de Los LLanos de Aridane y el Área Cultural AC/DC  dirigido por el curador de arte Diego Casimiro  nos presentan al pintor Abdoulaye Diop. Una exposición hermosa que enlaza Dakar con La Palma. La expresión y los sentimientos del Atlántico. La verdadera África atravesada por el clamor de sus habitantes, por el sonido de sus ríos y de su música 


Nacido Abdoulaye en Senegal no puede escapar de su propia naturaleza fascinante de su país, por eso nos transporta a su particular universo emocional, a su realidad como ensueño,  a su pincelada, a la seducción de la orilla ondulante del mar para acercarnos a la profundidad. Para mostrarnos una exposición que se concreta a través del juego de vibraciones producidas entre el espacio, el color y la música.


De una tierra afectada y saqueada, la suya. que parece que flotan, azules o grises quizás como representación del viaje, de la inmigración o de esa unión del pasado y el presente con el futuro. 



De las pateras, de los viajes y el miedo, de las presencias, la magia y la religión como espacio de salvación y de manifestación divina. Nos acerca con sus pinceles al viento, el agua, el fuego. La energía invisible.


Los  valores y aspiraciones de un país: África con una exposición magnífica que pueden visitar hasta el día 30 de julio en la Real Casino de Aridane.  Felicito a todos los que lo han hecho posible.

miércoles, 11 de julio de 2018

Wendy Guerra, una poeta cubana

Vientos sobre la isla

Vientos de cambio pretendían soplar sobre mi isla,
Vientos de cambio que muchos temían, que muchos querían detener.
Y se alzaron voces y gritaron calladas desde el silencio de las letras,
las letras rotas impregnadas de memorias sobre el blanco de un papel.
Vientos de incertidumbre, de esperas sin objeto, de morir o matar la libertad.
Y el dulce lamento de los isleños,
de los intelectuales soberbios de la patria sin fronteras
se unió de pronto a un ritmo y un tono, en una sola voz enérgica
con la de aquellos que allende los mares, una vez habían surcado las aguas
para emprender su norico recorrido con el alma pegada a su tierra
y la pluma repleta de una misma, autentica y cruda realidad.
Tormentas de arena, aguaceros que caen en torrentes
Pretenden acallar esas voces que no callaran, que se alzaran de pronto
A través de sus letras, desdibujando utopías y fabricando verdades
Que viajaran lejos, que se harán escuchar;
Porque los vientos de cambio que amenazaban mi tierra
Pasan sobre la isla, abanicando el espacio y se marchan de largo
Dejándonos huérfanos a los de afuera y los de adentro Cubanos todos,
deseando lo mismo: !!Que el cambio sea solo para LA LIBERTAD!!

Ropa interior

Dejamos sobre las duchas de los hombres nuestros cuerpos
bien amarrados a la tubería solar.
Marcamos territorio como animales en celo
con las trusas saturadas de arena y el olor sideral que los aísla.
En los baños quedan restos del sexo que les hicimos ayer,
agua de flores y velas de vainilla derramada.
Lágrimas rotas en el encaje profano de la madrugada.
He perdido mis aretes disueltos en el jabón de una lujuria breve
y las cremas señor untan tus sábanas, como veneno de diosas
argentadas.
Mira como arrebatamos la libertad de sus mentes.
Abrimos la culpa en el paraguas dilatado de la tarde.

Wendy Guerra nació en La Habana en 1970. Desde su infancia trabajó como actriz en Cine y Televisión. Se graduó de Dirección de cine, en la especialidad de guion, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana. Participó en el taller de escritura que el novelista colombiano Gabriel García Márquez animaba cada año en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba.

Su novela Todos se van recibió el Premio de la Editorial Bruguera. Y fue condecorada en Francia con la Orden de las Artes y las Letras

Ha recibido varias becas de especialización: en París, Nueva York, Los Angeles, para la búsqueda de información sobre la escritora Anaïs Nin. De ese trabajo ha resultado su tercera novela: Posar desnuda en La Habana. Ha sido traducida a trece lenguas pero sus novelas no han sido publicadas en el país de origen.

En 2010, el gobierno francés le otorgó la Orden de Chevalier des Arts et des Lettres. Escribe para el diario El Mundo (España).En su último libro editado por Alfaguara (Posar Desnuda en la Habana, 2011) la escritora espía en los diarios de la escritora Anaïs Nin y su fugaz paso por Cuba.

Foto e información entresacada de internet.



domingo, 8 de julio de 2018

Naufragio de amor, libro de poemas de una poeta palmera.


La poeta Consuelo Rodríguez presenta en el Museo Poeta Domingo Rivero su poemario Naufragio de amor, un acto literario arropado por las voces de una docena de poetas. Una noche de emociones y amigos amenizada por el piano de Menchu Mediavilla.




Empecé a escribir a los doce años para revelarme contra mí misma, pero la timidez me impide desvelar mis sentimientos”,  Consuelo Rodríguez


Conocí a Consuelo Rodríguez a través de las redes sociales: por casualidad. Y en seguida me habló de su poesía, de un nuevo libro titulado “Poemas”. Me invitó a presentarlo en la isla de La Palma, en Aridane. Y la verdad, esa petición me pareció algo tan inocente y al mismo tiempo tan bello, teniendo en cuenta mi cariño por la isla y por sus habitantes, que le pedí que me enviara un libro para leerlo. Desde la primera lectura me propuse esbozar unas líneas. Presentarlo.

A partir de ese momento creció entre nosotras una estrecha amistad que me llevó a la lectura de sus poemarios: “Poemas” y “Naufragio de amor”, libros que me han servido para alcanzar ese inusitado enigma que encierra la poesía suya. Para aceptar y reconocer que el verso de Consuelo da cabida a todos y a cada uno de los temas esenciales del ser humano: la pérdida, la melancolía, el amor, y siempre  el desamor. 

Después, /de tanto tiempo sin venir/ llegaste a mí/ vestido con carros/ de fuegos celestiales, / yo entonces te hubiera querido. / Y mi alma se hubiera convertido/ en un sí…

Siempre el desamor, como si la poeta sintiera dentro de ella un árbol que echa raíces, que se despliega, le oprime las entrañas y conquista su propia soledad. Una soledad que ella desgrana de la memoria y de la experiencia amorosa, de los deseos insatisfechos y el crudo desencanto por la existencia, por ese caminar asfixiada, al borde del abismo igual que una náufraga. Tanto que cabría preguntarnos ¿Son estos versos autobiográficos? Y nos responde el poema:


Sí, desenredé los edredones casi al apagarse, / sutil y plácida me detuve a contemplar la lluvia. /Anduve cerca… de copiar almanaques/ columpiándome/ en los dioses del día/ los rojos pétalos me cubrieron de plumas los pies/ Y te quise cuando solo vi mi rostro/ dentro de las tinajas que alumbraban mi sed…/ El patio aquel era la vida/ que acaricia por dentro el sosiego/ de las últimas gotas de la tormenta. / Sí, aunque no lo creas te quise, / deje al borde del camino enjambres rotos, / peldaños de júbilo, / canciones salvajes, cuerdas de guitarra,/ el Sol en los días del Oeste./  Te quise y tú lo sabes, aunque me pongan una corona/ de oro y laurel en la frente, no renunciaré a volver/ al mar… al silencio… a los pinos… al barro…./ Te untaré con mis dedos la frente/ y volverás a escuchar la voz que te dice: Vuelve.

Consuelo Rodríguez siempre está dispuesta a recuperar los recuerdos y a construir imágenes poéticas, historias de amor y de desamor que bullen en su cabeza. Poemas que exhalan por un lado la pasión estremecida y por otro un olor a tristeza contra el mundo y su destino personal. Un proceso poético que no es el resultado de una búsqueda sino la plasmación de un encuentro.

Para ello simboliza los sentimientos en imágenes desgarradas que abren sus fauces al paisaje de su Tierra, a las canciones y los cuentos, a la magia de la vida cotidiana. A la contemplación de la lluvia y la monotonía de los días, al paso del tiempo y la sensación de que nunca sucede nada en la isla de La Palma.

Y en sus noches de insomnio en que le asaltan repentinos accesos de miedo, Consuelo rememora con energía desatada los sentimientos, los sueños, los amores perdidos, la desesperación… Entonces se aferra al borde del naufragio, e igual que una breve historia de amor machadiano, sueña el poema. Lo crea. 

Recuerdo el hogar/ y un suspiro inquieto al entrar la noche oscura. / Lloraba recordando los días que me entregué/ a ti como una espiga de trigo/ abierta al roce de los pies/ pero distantes muy distantes de la diosa Nyx/ que mojaba la noche bajo su manto.

“Naufragio de amor” es un libro con una bella portada de Goretti Rodríguez, editado por NACE, Nueva Asociación Canaria para la Edición, en el que Consuelo Rodríguez explora la siempre literaria imagen del naufragio, de ese naufragio mudo, de ese naufragio del espíritu del que hablaba el poeta Luis Natera, de esa “pasar humano” por la vida, alcanzar la isla y sobrevivir.


Pero en “Naufragio de amor” también hay momentos para la exaltación como cuando se refiere al poema:

Pronto se reirán de mí los suburbios. / Los acompasados / Relojes del tiempo muerto/ Las vasijas llenas de vino que derraman la noche. / Pronto, pronto llegará la luz, reiré a carcajadas. / Y oiré música detrás de los juncos del Nilo.


O momentos para la profunda pasión y los sueños puros, para amar la vida con intensidad, observar esas parejas cogidas de la mano retornando el vuelo hacia su adolescencia, volviendo a resucitar con el sol, como afirma la poeta. Momentos llenos de esplendor con la palabra y con sentimientos hechos melancolía, sombra y dolor.  

Un descubrimiento Consuelo Rodríguez, una poeta fiel a sí misma que escribe para proyectar  su realidad en direcciones múltiples, dolientes, reflexivas, profundamente humanas. 

Fotos cortesía de Soplos de Brisa Cultural  y Fernando  Gómez Hernández, Olivia Falcón...