martes, 16 de julio de 2019

... No sé a qué atribuirlo.


Escrito de Jorge Batista


... No sé a qué atribuirlo. Tal vez cuento con un ángel de la guarda que ruega al Olimpo por mi. El caso es que hace más de veinte años -'Touch Wood'- no he cogido catarros, ni enfriamientos, ni gripe, sean cuales fueren las condiciones meteorológicas. Pero anoche el mercurio me volvió la espalda. Era sábado, fue sábado y existió como sábado que cerró de un portazo para jamás volver a vernos. 


Aunque, al igual que Antonio Machado, converso con el hombre que siempre va conmigo, no puedo negar que llevo dentro, en un rincón del alma, a Tony Manero, una de las ficciones más reales de cuando fui quien fui allá por los setenta del pasado siglo. Que en ocasiones me paro ante los escaparates - Umbral decía que un caballero jamás debe hacerlo - y miro intrépidas camisas, peculiares y acentuadas cazadoras o zapatos que harían enrojecer a Luis XIV en cualquier esquina de su maravilloso Versalles, donde, cuentan, el Sol de los reyes se detenía constantemente para admirarse de su galanura en todos y cada uno de los marcos de la Galería de los Espejos.

 Hablaba del mercurio, esta vez no como planeta regidor de la inteligencia, sino como metal pesado, canalla no biodegradable, que nos dice de calenturas e hipotermias con sólo subir o bajar por un estrecho canal de cristal. Fue ese, el HG, el elemento que vive en el número 80 calle Melancolía de la Tabla Periódica, quien me hizo caer en el estado febril y dionisíaco propio del sexto día de la semana, previo al descanso divino. Siempre hay una carretera para acudir al lugar desde donde llegan las llamadas. 

Y de pronto me vi en la espaciosa casa de Luis y Rosario, entorno cariñoso repleto de cuadros y vivencias por donde se mueve, intangible empero penetrante, la exquisita hospitalidad de dos cicerones que entregan, siempre con la sonrisa en los labios, cálidos sorbos de vida a sus amigos. Entre ellos, la literatura, el periodismo, el pensamiento, el amor, el vino ... Y yo estaba allí. En medio de un reducido grupo - "muchos serán los llamados y pocos los elegidos" - como si nunca hubiera dejado de estarlo. Son las risas y el encanto de las mujeres las que convocan a las guitarras que duermen. Tal vez sean ellas, seis cuerdas sobre tabla de madera noble, las únicas capaces de fructificar, junto al canto, la dulzura que emana de cuerpos donde Afrodita, hija del cruel Urano, depositó la sensualidad que, seguro, recibió del movimiento de olas y mareas. 

Y entonces escuché a Atahualpa decir que la madrugada, de negra es sendero obligado para buscar un rayo de luz. En ese bosque me interné ... y creo recordar que, en un fugaz momento de todos aquellos que pasaron, pude decir con pudor que, con vocación de eternidad, trato de hacer las cosas a mi manera.

Foto Jorge Batista, creador multidisciplinar.

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