Exit
Te arrojan al mundo como a una pequeña momia,
cada cual luego sigue su propio camino y,
aunque la tierra se pudra en cosas buenas,
la procesión se abalanza hacia el letrero de salida,
y hay tal pánico,
tal ansía por salir, que los indefensos
quedan pisoteados en el barro...
y no se escuchan los gritos.
Por Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta
(Poesía perteneciente a mi poemario
"Balada de la Vieja Nueva Ola para Héroes Solitarios", 1992,
Ediciones de Arte Gaglianone)
La
democracia ha entrado en un estadio de senilidad histérica, no tiene energía
para suscitar un cambio profundo de paradigma, demuestra a las claras una
debilidad intrínseca de todos los sistemas políticos, y esta debilidad es una
de las características de este milenio: la pérdida de las defensas
inmunológicas, pues el sistema representativo es extremadamente débil, y lo
social extremadamente frágil en su estructura, vulnerable a todos los virus a
partir que todas sus funciones han sido delegadas a organismos artificiales.
Lo
apreciamos como en toda la trama mafiosa de medios, en discursos vacuos, no
cesan de hablar de lo social, que ha dejado de ser una utopía, una lucha, se
trata de un organismo en estado terminal.
La única
ideología que se presenta, de modo prepotente, es la obstinación terapéutica.
Los
pueblos tácitamente amenazados, se congelaron, inmóviles en espacios sociales
condenados, sitios anacrónicos que se autoeliminan pero a los cuales en estado
de temor patológico, los seres que componen dichos pueblos, se aferran con
extraña desesperación.
Mientras
tanto ante su vista, el futuro se articula en función de una ausencia
programada, de manera consciente, por los amos del mundo, para quienes
cualquier alternativa es válida, incluso lícita, en razón de registrar la
brecha entre una economía de mercado, convertida en propietaria exclusiva del
planeta y los habitantes del mundo, prisioneros de su geografía y de su miedo
insalubre.
Si los
amos del mundo de esta economía insisten en destruir lo que ya está en ruinas,
explotar los vestigios de un tiempo desaparecido, administrar la vida desde su
espacio de confort, al que sus contemporáneos no tienen acceso, se impone una
pregunta, con sentido: ¿Cómo deshacerse de estos administradores de la vida de
la humanidad y sus discípulos?
Deviene
pensar y preguntarse, por qué los pueblos sojuzgados, esclavizados, hambreados
al límite, permanecen en estado de pasividad y sin ánimos de resistir,
apáticos, permitiendo se instaure lo peor, y los peor ya rige y dicta en las
vidas de miles de millones de seres.
En estas
condiciones, veo cuán inútil es solicitar de las masas una toma de conciencia o
exigir de los intelectuales un compromiso proporcional a su lucidez, cada día
más apagada, una paradoja, pues, hacen que su compromiso sea inversamente
proporcional a su lucidez.
Es
posible que todos estos problemas hayan tenido un sentido cuando se trataba de
un poder político determinado, hacia el cual es posible sentir una adhesión o
distancia determinada.
No
ocurre esto, cuando la trampa de la indeterminación, de la simulación, de la
apropiación, de la pérdida de valores y de referencias se ha cerrado
simultáneamente sobre el campo práctico de la historia y sobre el campo teórico
del análisis.
Permanecen
los pueblos habitando los saldos de la liquidación de la historia, de la
revolución en primer lugar.
La
revolución pasó a ser un sueño, no es prioritaria, ha tomado su sitio la fábula
de la prioridad republicana, sin república.
El oprobio
al que están sometidos los pueblos, la violencia descarada que deben sufrir, el
consentimiento o la indiferencia, incluso de ellos, ante la desgracia creciente
anuncian derivaciones sin límites en este tiempo de caprichos coyunturales,
ejecutados por bestiales personajes que ocupan estratégicas funciones, para
lograr torturar, martirizar a las masas que ya no son necesarias para los
proyectos demenciales de los neo-inquisidores.
Que ya
no buscan pretextos ni excusas para excluir, expulsar o criminalizar a pueblos
parias, dan por consolidado el sistema, basado en el dogma de la ganancia, más
allá de cualquier legislación, la cual desregulan a voluntad.
De este
modo el fardo de los mercados logró cubrir por entero a la humanidad acorralada
en su imposibilidad de reaccionar, ante una revolución que ha acontecido sin
que cayeran en la cuenta de ello.
Una
revolución drástica, sin teorías declaradas, ni ideologías expresadas, se
impuso por hechos consumados, se hizo visible cuándo ya estaba instaurado el
nuevo orden mundial, de pensamiento único.
Se
habita en un mundo con salarios de hambre, trabajo en negro, mano de obra
hiperexplotada, en países como Argentina, donde reina la miseria, colonizada
por una deuda privada, criminal, extorsiva, tomada por un gobierno de tinte
offshore, con el FMI, en contra de toda legislación vigente, que debería ser
judicializada en tribunales internacionales.
Deuda
que hipoteca la vida de un pueblo y el futuro de un país golpeado, amputado en
sus ilusiones de independencia. Acosado por el poderío y hegemonía de la economía
privada, que no cesa de promover el ajuste a millones de seres, que transitan
el sendero angosto de la incertidumbre y la derrota.
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