El PATIO DE MI CASA
Ocurre a veces que el olor a tierra mojada
me traslada al patio de mi casa, a los granizos
que guardaba en una palangana.
Me
transporta al chirrido de la tiza
cuando
jugaba al teje
y ganaba
amigas inexistentes.
Ocurre a
veces que el olor a tierra mojada
me recuerda
a tu luz hacinada en la sombra,
al olor a
Dios, a tu cuerpo cerca,
tan cerca
que te oigo respirar.
Entonces mi
alma sale de mí, y balbuceo:
¿Mamá, estás muerta o estás viva?
Me desgarra
el miedo. Pretendo huir.
No hay
guarida. Me derrotas.
-¿Puedes
entrar y salir del cielo?
Aguzo el
oído. No oigo nada.
¡Dios mío, nunca llegué a decirle lo mucho que la
quería!
Los
silencios que golpean las ventanas,
me aproximan al
amor que vive con la muerte,
a evocar las
obligaciones cotidianas:
¡No olvides, no se te ocurra, cuidado con ese
chico…!
Ocurre a
veces que el olor a tierra mojada me convoca,
como decía
la escritora Iris Murdoch,
a un
repentino y negro orgasmo.
Al camino
dentro del vientre
al agua que
fluye y refluye
en los ecos
cantarinos de mamá.
Me convoca a la Resurrección de la Nada
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