domingo, 28 de septiembre de 2025

Ernesto Rodríguez Abad, creador de sueños.


Por Rosario Valcárcel

La mitología griega etiquetó a Canarias como las Islas Afortunadas o de los bienaventurados, en alusión a la propia naturaleza, a la diosa de la fortuna. Y hablando de fortuna, hoy tenemos la suerte de tener por segunda vez a Ernesto Rodríguez Abad en la IX Artebirgua Literaria Letras en La Cumbre.

Su pasión por la novela, el relato y la narrativa infantil le ha llevado a correr caminos, ver mundos y a su vuelta impartir seminarios, cursos, conferencias, participar en festivales y en universidades españolas y extranjeras, a protagonizar y dirigir grandes obras escénicas como actor y director teatral.


Nació en Los Silos, Tenerife, su lugar de residencia actual. Estudió Filología Hispánica y Francesa, en la Universidad de La Laguna donde hoy es profesor. En seguida comienza a trabajar como investigador como la edición y análisis de la poesía surrealista del tinerfeño Emeterio Gutiérrez Albelo. Ejerce en el teatro como guionista tanto con obras propias como con obras originales.

 Hace más de 30 años ganó el Premio “Santa Cruz de La Palma” en 1994 y 1996 por los textos teatrales La Africana y el Pulpo. Dos años más tarde un accécit por Historias extrañadas en Santa Cruz de Tenerife. Y otro premio en 1998 en el Ateneo de La Laguna por Cosas de dioses.

Pero no nos engañemos, Ernesto es un hombre muy trabajador, disciplinado, tenaz y tolerante premiado también en Túnez por su investigación teatral, en Argentina por la dedicación al mundo infantil. Y siguen los premios en Ecuador, Suiza, Montevideo, República de Uruguay… Imparte seminarios, cursos conferencias y participa en festivales en universidades españolas y extranjeras. Realiza Jornadas de Comedias del Teatro clásico de Almagro y en Centros culturales, bibliotecas, universidades y en festivales de Alemania, Francia, Brasil, México y otros países latinos. 

Desde 1984, su dedicación al teatro lo lleva a dirigir y a adaptar textos narrativos de Jean Cocteau, Valle Inclán, García Márquez entre otros. Obras del teatro clásico del Siglo de Oro, como los guanches de Tenerife de Lope de Vega, Francisco Quevedo e Iriarte y muchos más.

Pone en escena Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores Lorca, (1935.), el drama de aquellas mujeres que al no “encontrar” marido les llamaban solteronas. Un rol que se eterniza para ellas, considerándolas algo inútil y sin sentido.

En 1995, Ernesto, crea y dirige el Festival del Cuento de los Silos, un teatro para la infancia, familias, espectadores, lecturas, presentaciones, actuaciones musicales. Un viaje a través de cuerpos entrañables, seres mágicos, casi celestiales que nos rodean con gestos, acciones, palabras, improvisación. Todo acompañado de lecturas, danza, música, mariposas. Y pespuntando sueños: castillos, redobles de tambores entre esculturas efímeras, plataneras…La palabra repleta de pedrerías.

Todo se convierte en fiestas luminosas cubiertas de macizos de flores, árboles que albergan pájaros migratorios y abejorros que cantan la vida. Yo no he tenido el placer de disfrutar del rumor de estos sueños, pero una amiga palmera, llamada Gloria Esther Rodríguez Rdguez, pintora y escritora, participó en el Festival de Silos hace unos años y, al saber que yo iba a estar hoy contigo, mi querido Ernesto, me ha entregado una pequeña sorpresa para ti. Escuchemos la voz de la poeta:

De Ernesto.

Su semblante vestido siempre de sonrisa

siembra en las mentes visitantes,

jardines que invitan a soñar,

en arcoíris de colores…

los pensamientos.  

En la escuela de Espectadores Teatrosilos, continúa con su labor infantil,  dirigiendo y promoviendo en festivales en las islas y península, el eco de gritos y risas de cuando éramos niños.

Ha publicado más de 50 libros de teoría, teatro, narración infantil, álbum, novela y poesía y en el 2019 recibe el nombramiento de académico colaborador de la Academia Canaria de la Lengua. 

Y para festejar la reciente primavera, Ernesto Rodríguez Abad, participa en el Teatro Municipal Capitol, con “La orilla Dorada”, recital poético músico-literario que fusiona la palabra con ese torrente sensorial en los que se arrojan los poetas. Un espectáculo acompañado de voz, violonchelo, violín y guitarra.

 Preguntas:

 P.-Ernesto naciste en los Silos, qué importancia ha tenido tu pueblo en tu forma de escribir, de mirar al mundo, de contar historias. 

R.-  Mi pueblo ha sido mi Macondo. Un lugar para crear y construir mi propio mundo. 

P.- ¿El recuerdo del pueblo en donde naciste es un territorio mítico para ti?

R.- Los Silos ha forjado mi imaginario particular. En mi bosque de laurisilvas crecen seres mágicos, hadas, monstruos y árboles de los que caen palabras. 

 Afirmó Vargas Llosa en la entrega del Nobel. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho. 

P.- Tú crees que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana.

R.- La fantasía es un arma con la que podemos derrotar a la ambición, a la soberbia, a los impostores que deambulan por la sociedad y convertir el mundo en un espacio para vivir. 

 

P.- Has escrito mucho para niños. ¿Qué te atrae de la literatura infantil? ¿Qué buscas provocar en los lectores más jóvenes?

R.- La literatura infantil es necesaria para formar pero sin adoctrinar. Tenemos que generar una infancia capaz de reflexionar, no inculcar ideas en ellos, sino provocar que niñas y niños busquen sus propias ideas. 

 P.-Bailar, cantar o tocar un instrumento es otro de los clásicos que no pasan de moda, ya que son formas de expresión corporal y emocional. 

R.- La escena me permite jugar con las artes. El color, la expresión corporal, Las formas, la música son elementos que se unen a la palabra en escena y te dan la posibilidad de expresar lo que sientes. 

 P.-Has estudiado y enseñado en lugares como Túnez, Francia o Italia ¿Qué te han aportado esos encuentros culturales en tu forma de entender la literatura?

R.- Me han forjado como persona y como artista. Si no te alejas de tu mundo no puedes amarlo y entenderlo de verdad. Túnez fue fundamental en mi formación artística, me hizo ver más allá. No todas las respuestas del arte y del pensamiento están en Occidente. 

 P.- Ernesto, tú crees que la ficción es un refugio de tristes, nostálgicos y soñadores….

 Sin la ficción yo no podría vivir. Mi refugio de la infancia solo lo encuentro en la fantasía. 

El teatro te acompaña desde hace décadas. ¿Qué te da la escena que no encuentras en la escritura? ¿Qué papel juega la emoción en tu forma de dirigir?

 R.- La escena me permite construir un universo verdadero pero efímero y es apasionante saber que lo que estás haciendo solo sucederá una vez. Es fugaz pero verdadera.

 P.- Fundaste el Festival Internacional del Cuento en 1995 ¿Qué te motivo a crearlo? 

R.- El compromiso con mi pueblo. El arte y la cultura son herramientas transformadoras de la sociedad. Yo siento ese compromiso, siempre he tenido una especie de vocación de trabajo hacia la comunidad. 

 P.-Captar la atención de los más pequeños y animarles a sumergirse en el mundo de la literatura, sin olvidar esos momentos de diversión, claro. ¿Quieres añadir algo más o contarnos alguna anécdota?

R.- Son  mágicos y locos. Son seres puros que aún no han aprendido a sobrevivir en la jungla de nuestra sociedad. Una vez un niño me dijo en Colombia, después de ver una obra de teatro mía, que siempre había querido ser escritor y que después de ver mi representación había descubierto a quien se quería parecer. Es el mayor impulso y compromiso que he sentido en mi vida. Es el público más sincero y exigente. 

 P.-Con teatro Silos impulsas una escuela de espectadores. ¿Qué significa para ti formar al público ¿Cómo se enseña a mirar y a escuchar?

R.- Tenemos la obligación, Los creadores, de enseñar a disfrutar del arte. Tenemos que ofrecer a la gente los mecanismos que hacen que leer o asistir a una representación sea un disfrute. Además si la sociedad no aprende a soñar estamos perdidos.

 P.-En todo lo que haces, la palabra es lo esencial. ¿Qué crees que puede cambiar  una historia bien contada?

R.- Un historia bien construida puede disparar la mente de quien escucha o lee. Somos producto de lo narrado, pero a veces lo narrado cae en manos del poder,.El arte es la única verdad, 

 

P.-Y por último: si solo pudieras contar una historia más, la última ¿de qué trataría?

R.- Se titularía el secreto de las palabras, pero aún no estoy preparado para escribir

 

Semblanza y preguntas con el autor realizada en el Encuentro de Escritores en Juncalillo, Artebirgua Literario celebrado el pasado junio, 2025 en Juncalillo Galdar, Gran Canaria.   

Blog-rosariovalcárcel.blogspot.com

 

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

LA ORILLA DE LOS DÍAS, poemario de Juan Calero, Lucia Rosa González y Héctor J Rodríguez


 


 LA MÍNIMA HOJARASCA

Un libro  de poemas de Héctor Rodríguez Riverol, Lucía Rodríguez González, Juan Calero Rodríguez.

He aquí una propuesta de tres poetas que, por razones de la convivencia, de las lecturas y de las influencias mutuas, constituyen casi una misma unidad expresiva. Unos textos actuales. Una poesía donde sientes en pequeños flashes  la soledad y la dureza del paisaje palmero. .  

HÉCTOR RODRÍGUEZ RIVEROL  

Así, no me ha llamado la atención que Héctor Rodríguez nos presente en este nuevo libro titulado La mínima hojarasca, poemas breves a la manera de haikus porque con mucha frecuencia aparece en su poesía el sentimiento hacia la naturaleza con la que dialoga, comunica y se solidariza. Se solidariza obstinadamente por salvarla de la dramatización del infierno en la noche y en el día. Es verdad que forma parte de su trabajo, pero lo hace con una mirada generosa, de apego y lucha hacia el hábitat y el propio hombre.

Así se aferra a la belleza poética y escribe:

-Me arrojo al abismo/ de un cielo virgen/ como las aves de paso.

Héctor está en contacto con las energías de la vida, con el silencio que llega hasta el edén y convierte el poema en un mundo propio, donde reina la sencillez, la naturalidad y la sutileza. Mide, pesa sus palabras, por lo que su escritura responde a la reflexión. Así escuchamos al poeta:

-¿Quién tendrá/ la osadía de morder/ el cuchillo, la manía/ de agasajar al miedo/ o el falso reflejo de la infancia/ que nunca tuvimos?

En este poema desnuda la palabra, con una gran fuerza melancólica, plantea también una poesía interrogativa y existencial, la visión del pesimismo, la tristeza, la oscuridad:

-Todo es ceniza: / la ínfima vertiente, / los estambres del camino, / su movimiento y desgaste, / las misivas en el buzón de los sueños / mi boca ebria de cantares y herrumbre.

 

En la mínima hojarasca, Héctor Rodríguez Riverol nos presenta el dolor, los sentimientos,  la angustia, el arrebato, la fatiga como una forma de memoria.

             

 LUCIA ROSA GONZÁLEZ, LA INTEMPERIE SE MUEVE

Nos describe Lucia Rosa González 


en La intemperie se mueve, la degradación, la crueldad y la muerte. La voz, su voz vuelve a la Naturaleza, a los pájaros, a los murciélagos gaviotas y grajas que cruzan. Vuelve al polvo, a la calima, al volcán. A los murmullos de las conversaciones bajo los pinos. Convierte el poema en pensamiento, para actuar sobre la conciencia del hombre.

-Ahora viene el volcán / y degüella las rosas que quedaban. / Miro arriba y me espanto, / ¡el cielo desgastado pide ayuda! No sé qué va a hacer el cielo

 

Une belleza y muerte, el tránsito que se lleva la luz, quedando solo la ausencia y un cielo que, acaso carece de razón, pero comparten el mismo ser.

 La intemperie se mueve, rinde tributo a las tierras donde ha nacido, a los antepasados que las habitaron, las plantas sagradas: el avellano, el orégano, el muérdago, los arándanos, el laurel, las grosellas. Un homenaje a la naturaleza. Un libro escrito con ese dominio de los tiempos, con esa voluntad indagadora en lo telúrico, enraizada a la tierra, a la lluvia, al viento.  Una poesía de la experiencia, confesional, de emociones, del paisaje y de los recuerdos, de la ternura hacia el delicado cabello de su madre:

 -Madre, tu trenza que hipnotiza / brilla en la eternidad. /Vemos que parpadeas en la hondura. / Con la maternidad a la intemperie/  nos buscas en las piedras./ Qué harán de tus cabellos, madre, /las piedras que en la lava/ nos desaparecen.

 Lucia Rosa va al encuentro de la conversación, de ese diálogo que es el centro de su poesía, donde concurren interrogantes, la intemperie que se mueve entre la oscuridad y la luz, la ceniza aún caliente y la lava que viene a comernos. Lo real y lo evanescente que araña las puertas del sentido. El Paraíso perdido del que hablaba Marcel Proust.

 En La intemperie se mueve nos impulsa a la omnipresencia del volcán. Nos refuerza ese sentimiento que bajo el volcán todo desaparece, del volcán vigilante que nos convierte en su presa. Nos impulsa a la belleza cautivadora y cruel del universo.

 Pero La intemperie se mueve, es también una respuesta al mundo, a la realidad que es el mundo interior de Lucia Rosa González; poeta.

 


JUAN CALERO RODRÍGUEZ, ENHEBRANDO LLOVIZNAS


 Juan Calero Rodríguez es un poeta que desde la soledad, la modorra y la desesperanza emocional de sus vivencias en Cuba y su vida en la isla de La Palma, ha sabido crear un lenguaje poético personal, un lenguaje que pertenece a la poesía como ejercicio de construcción de su pasado y su presente.

 En Enhebrando lloviznas, Juan Calero construye, al igual que los otros dos poetas que participan en este texto, poemas minimalistas, elípticos que, como vemos son muy breves, con un enfoque emotivo, esencial y aparentemente sencillo y digo aparentemente porque debajo de la naturalidad y sencillez se encuentra un trabajo serio de elaboración:

-Si tuviera al menos la incomprensión / pero ni tus súplicas al cielo hacen trampas. / Nadie tiene la culpa, /el mundo no puede cobijar más excepciones.

 Juan Calero Rodríguez es un poeta enamorado del mundo del arte, de los libros de la poesía y especialmente de la pintura. Le gusta hablar de la poesía, de los poetas, de las librerías y de los escritores. Le gusta recorrer la historia personal y la colectiva de los lugares que va conociendo a través de sus viajes, asumirla como descubrimiento de otras culturas y escribir, escribir como en este poema donde exclama:

  Madre, ahora que confundo los instantes del / equilibrio y el correo niega hasta el último de los/  mensajes recuérdame el nombre, la fecha de los/ auxilios. Los accidentes.

 Escribe Calero, igual que si estuviese sumergido en el sueño de su origen, de sus capas más oscuras, en el amargo deterioro de la desmemoria, del olvido. Un poema con un tono intimista y confesional, un poema sobre imágenes vagas que atraviesan la mente del poeta, un poema que me ha hecho recordar la idea del Paraíso perdido de Marcel Proust.

 Construiste templos donde esconder desiertos, / lugares medio mojados cada mañana, / y sin rostro, me preguntas, dónde queda la patria:

 En estos versos asoma el tono de nostalgia, de la patria perdida, de ese arte tejido en el telar de los recuerdos. De esa memoria, íntima, sensorial del país de la infancia que marca tanto.

 Todos dijeron ser inocentes / la lluvia, el viento, las horas, el amanecer /el brillo de la luna, los sueños con sus mitos / la mirada y su canción. Solo la mano del niño /no supo qué decir ante la rosa sin pétalos.

 A través de los poemas, Juan Calero Rodríguez canta al amor, a la naturaleza, a lo ancestral, a lo urbano, a la búsqueda de la vida.  

 Es el hallazgo de esa poesía como palabra en la memoria.       

 

Rosario Valcárcel, narradora y poeta