..Si, estaba en lo
cierto. Detrás de la arboleda el ruido se podía percibir con más claridad.
Apartó cuidadosamente una de las ramas y, al ver cuál era el origen de aquellos
ruidos, se sobresaltó.
En una zona poco
profunda del arroyo, un hombre, de espaldas a Marie, se lavaba todo el cuerpo
desnudo. Al ver como se agitaban los músculos de los glúteos, la mujer exhaló
un suspiro y, casi sin darse cuenta, se llevó una mano a los pechos y la otra
al bajo vientre. Cuando vio que se daba media vuelta se excitó sobremanera… Vicios
Privados de Jocelyn Joyce.
El Voyerismo, también llamado
inspeccionismo es la práctica de obtención de placer a través de mirar o espiar
a terceras personas. Se le llegó a considerar una “perversión”. El voyer suele
observar la situación desde lejos, bien mirando por la cerradura de una puerta,
o por un resquicio, o utilizando medios técnicos como un espejo, una cámara.
La masturbación suele acompañar, al acto voyerista. El riesgo de ser
descubierto actúa, a menudo, como un potenciador de la excitación.
Algunas veces esa acción de espiar puede llegar a
convertirse en una parafilia caracterizada por intensas necesidades y fantasías
sexualmente excitantes que implica el hecho de observar ocultamente a personas
desnudas, que se están desnudando o que se encuentran en plena actividad
sexual. Suelen actuar en desacuerdo con estas necesidades y se encuentran muy
perturbados por ello, pero no lo pueden controlar. No buscan ningún tipo de
relación con la persona observada y, por lo tanto se masturban.
Se ha dicho con frecuencia que una auténtica liberación
sexual en el cine provocaría, por saturación la desaparición de la pornografía.
Eso supone despreciar el voyerismo: la mirada es también un acto y no solo el
síntoma de una frustración. No hay que olvidar que el acto de mirar sin
consentimiento, de ser testigos de cada una de las historias desde la
incorrección que supone el espiar vidas ajenas, constituye un obvio atractivo
para el espectador. Es el placer del voyeur, de ver sin ser visto.
En la película “La ventana indiscreta” dirigida y
producida por Alfred Hitchcock podemos observar una brillante obra sobre el
voyerismo. Recrearnos en el poder erótico de la expresión, de la ausencia de
sonido, dramáticamente justificada ya que nos coloca de modo exacto en la
situación de ese mirón y proporciona la ilusión de escenas realmente captadas
de improviso. El mismo año en que se publica “La ventana indiscreta” al otro lado del charco Georges Simenon
escribe “La mirada indiscreta” (La
fenêtre des Rouet), que no ve la luz hasta que termina la II Guerra Mundial en
1945. Curioso la similitud de las dos obras, aunque es prácticamente imposible,
y más con la guerra de por medio, que Simenon conociera el relato de Wollrich.
Estamos, pues, ante dos grandes autores que casualmente, al mismo tiempo y con
propósitos y estilos muy distintos, crearon dos personajes y dos situaciones
similares.
“Vouyer”
quiere decir en francés “ver”, “mirón”. La pornoscopia sería otra insana ocupación, estrechamente ligada
al voyerismo, de buscar el placer, de forma preferente o exclusiva a través
de la contemplación o lectura de
material pornográfico (libros, grabados, cuadros, esculturas, películas,
vídeos… Por ejemplo un voyer puede excitarse entreviendo penes en un urinario
público.
Se decía que cuando la concubina Andrómaca montaba como de jinete al
héroe troyano Héctor, los esclavos, con el oído pegado a la puerta, se
masturbaban. Más recientemente la gente de posición compraba cuadros de
pintores famosos que hoy nos parecería de suma candidez, pero que en la época,
eran el no va más del erotismo perverso.
Y hablando de voyerismo me he acordado de un sastre llamado
Peeping Tom a quien se le atribuye el mérito de ser el primer voyeur. Se cuenta
que Lady Godiva, esposa de Leofrico, conde de Chester, con quien se había
casado hacia el año 1040. De acuerdo con el cronista del siglo XIII, Roger de
Wendower. Godiva (Godgifu en anglosajón, regalo de Dios), rogó a su
cónyuge que disminuyera los impuestos que abrumaban a los habitantes de
Coventry; el conde accedió, pero con la condición de que la bella rubia
atravesase desnuda las calles de la ciudad a lomos de un precioso caballo
blando, cosa que hizo cubriéndose únicamente con su larga cabellera.
Y según
cuentan, los habitantes, en un acto de solidaridad, se encerraron en sus casas
y evitaron mirarla. Sólo la vio Peeping Tom el indiscreto, que se quedó para
mirarla. Desde entonces ha sido llamado Tom el fisgón.
facebook/rosariovalcarcel/escritora
Preciosa entrada, querida Rosario. Dulces besos.
ResponderEliminarCondensado sobre el "arte" del Voyerismo. Sin caer en el extremo del vicio, quién no lo ha disfrutado.
ResponderEliminarExcelente. Gracias, Rosario, siempre !
ResponderEliminarNo lo había analizado de este modo, gracias
ResponderEliminarEvolución, sexual, convergente.
ResponderEliminarTanto Darwin como Freud se lo pasarían genial analizando el comentario ;)