miércoles, 3 de octubre de 2018

Lo que nos define


Por Eduardo Sanguinetti 

“Careta”, término utilizado en Argentina, deviene del lunfardo y se aplica a una persona hipócrita, falsa, insegura, mentirosa y sin identidad… Mas, ese no es el significado completo, pues hay una aclaración relacionada al verbo caretear, asimilado al acto de personas, de cualquier profesión y extracción, que intentan atraer la atención hacia sí mismas mostrándose o apareciendo en lugares que se consideran importantes: estúpidos programas de TV basura y entrevistas sin destino, sólo elevar el narciso del Don Nadie caretón entrevistado, para gloria y desventura de la verdad y el talento en franca decadencia…

Si algún fotógrafo de pasquín farandulero les toma una foto, se convierten en íconos del caretaje elevado a símbolo del fraude, marcarán tendencia de un día, en medios mercenarios, que para la gilada, implican toda una épica de pertenencia, en un país, como Argentina, donde “pertenecer” implica "todo" y "nada". Hijos, nietos, bisnietos tataranietos de inmigrantes que llegaron sin un peso a estas tierras, donde la avaricia y la mezquindad fueron y son modo de relación en el caretaje ‘argento’.

Un claro ejemplo del careta lo podemos apreciar en Macri, reúne en sí todo el perfil del “perfecto careta”, quien en New York luego de recibir un premio “chatarra”, denuncia en ONU a Venezuela, imitando a otro careta, un tal Almagro, titular de la OEA, ex-canciller de Mujica, pide a los argentinos que amen a la referente del FMI y el caretaje vernáculo aplaude este espectáculo insano…


Caretas son los políticos de cualquier ideología de manual, siempre arrastrados para mantenerse en funciones, a neo y paleo-burguesía argenta, tan mezquina en sus horizontes pintados a mano, actorcitos híper promocionados, a representantes del denominado rock nacional y siguen los ejemplos hasta abarcar todo el paisaje de la fauna argenta… las penosas existencias de los caretas, se asimilan al tener, al parecer y jamás al ser… Arturo Jauretche ha escrito de manera contundente acerca del “tilingo”, pariente cercano del careta, un snob consumado, trepador, constructor de un lenguaje ‘guarango’, un tonto bajo presión…

Desde el momento de despertarnos por la mañana, hasta el momento de acostarnos, no ignoramos que todo es una farsa, una estafa, una vergüenza. Lo intuimos, lo sabemos, lo experimentamos, sin embargo, los caretas de Argentina, colaboran con la perpetuación del fraude, lo sé, ¡vaya si lo sabré!, caretaje asimilado a los modos de esclavitud y explotación de un sistema genocida…
La Argentina careta no propone nada que pueda durar más que unas horas. Estamos viviendo una cantidad de vidas en el espacio de apenas una, a través de ciertos signos asistimos al fin de un tiempo…el anestesiamiento, el embotamiento, la lobotomización, como también la aceleración, la inflación, la masturbación, no ignoren que se masturban espiritualmente si se sienten satisfechos con las promesas de ridículos gobernantes caretas, descuidando la cristalización de dichas promesas; luego la masturbación convertida en método se ha extendido a todos los espacios de la existencia en esta tierra.

Aquí se revela la impostura general del caretaje: es evidente, ante los hechos que no cesan de sucederse, en eterno retorno, cual rueda de la fortuna, que no existen conflictos reales entre clanes rivales, en la política careta, la cultura careta, solo existen alianzas de cómplices de la estafa y la mentira, en la que se nutren estos “chantas”, siempre apuntalados por los medios basura, que publicitan todo este teatro insano, donde los mejores son exiliados de la vida de la comunidad argentina careta, que no da espacio al talento y a los ideales, sólo a las tilinguerías de los guarangos, obscenos que lo han tomado todo.

Anestesiar para mejor convencer al pueblo, con olas de propaganda permanente desenfrenada, son métodos propios adquiridos de regímenes totalitarios, en sus prácticas seculares del caretaje argento fascista, que jamás han alcanzado la envergadura y generalización actuales, bajo una pátina de democracia fingida, penetrada por el ultra-neoliberalismo genocida.
Estar sano es ser feliz, señalé hace unos años ante representantes de la OMS en un congreso en la ciudad de Sydney. La salud, ha quedado bien demostrado, no se mide por la ausencia de las enfermedades y necesariamente debemos hablar del perfecto equilibrio que se da en un ecosistema, absolutamente ignorado por el caretaje, en función de destruirlo.

Al ciudadano argentino, sojuzgado, hambreado y con la libertad de expresión acotada, sólo puedo decirle, que se levante encima de la media y haga valer todos sus derechos de los que debe gozar, no sufrir, y los ponga en acto, marcando el trayecto de una historia, la de nuestro tiempo, que se debate entre utopías y derrotas, entre voces, silencio y bronca…

Finalizo este editorial parafraseando al amigo Manu Chao: “Y ahora qué vamos a hacer, y ahora qué… Soñé otro mundo…”

(*) Filósofo y poeta argentino.

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