El poeta palmero acaba de publicar 'Los círculos dorados' dentro del
volumen 'Plegar orillas'
Yurena Díaz, Diario de Avisos
-Ha
escrito y publicado numerosos libros de poesía ¿Cómo fueron sus inicios en la
literatura? ¿Por qué eligió fundamentalmente la poesía?
“Mi andadura poética, como la de casi todos los que
empiezan en esta tarea, comenzó en la adolescencia; pero se afianzó en La
Laguna, tanto en las aulas de la universidad como en casa de Olga Rivero
Jordán, poeta recientemente fallecida a la que siempre he considerado mi
maestra de estética. En esos años, entre 1977 y 1982, escribí un poemario que
titulé Captura del silencio. Dichos poemas llamaron la atención de
Andrés Sánchez Robayna, profesor, crítico y poeta, por ese entonces tutor mío
de 5º de Filología Hispánica en la universidad lagunera. Dichos poemas fueron
publicados casi todos en el suplemento cultural Jornada Literaria,
que Andrés dirigía en el periódico Jornada. No obstante, ese
librito jamás se publicó como tal. Sobre todo porque, acabada mi carrera y
habiendo aprobado mis oposiciones, sentí la necesidad de cambiar mi manera de
percibir y escribir la poesía y el hecho poético. Ya en La Palma, a partir de
1984 intervine en la redacción de la revista La Menstrua Alba,
junto con Roberto Cabrera y Olga Luis Rivero; actividad interrumpida por mi
parte al ser destinado al Instituto de Santa María de Guía, en Gran Canaria”.
-¿Cuándo
y cómo empieza a publicar?
“No hubo hasta el año 90 ninguna actividad
literaria pública. Mucho escribir y mucho borrar. En ese año Nicolás Melini,
Antonio Jiménez Paz y Macu Hernández me llamaron desde La Palma al instituto de
Guía para pedirme poemas para publicarlos en su recién inaugurada revista Azul.
Les envié un pequeño poemario que entonces titulaba Las Metamorfosis y
me lo publicaron entero. Este sería el germen de un libro que se editaría mucho
después. Como consecuencia, y gracias a los poetas mencionados, contactó
conmigo una figura fundamental para las letras canarias y para el posterior
desarrollo de mi poesía, Jorge Rodríguez Padrón, que me alabó Las
Metamorfosis y, sobre la marcha, me invitó a participar en 50 años de
poesía canaria, número especial de la revista Zurgai de
Bilbao. Hasta 2008 me mantuve en otro nuevo silencio que, visto desde esta
fecha, me parece muy oportuno y fructífero. Así, El Vigía Editora publicó Esquina
Paradise, título definitivo del poemario mencionado y bastante ampliado. En
él ya estaban recogidas casi todas las líneas que iría a seguir. En 2010, la
misma editorial me publica Caballo de la luz”.
-Y
a partir de ahí, ¿cómo se desarrolló su carrera literaria?
“La poesía es mi manera natural de aprehender las cosas del mundo y también mi
forma de respiración. La narrativa muchas veces ha influido en mi poesía,
especialmente la de Isaac de Vega. De esta manera he continuado una vertiginosa
línea de publicaciones tanto en Canarias como en la Península. Incluso en el
extranjero, en Brasil, Rumanía, Alemania y Puerto Rico: Symphonia (Santa
Cruz de Tenerife, 2011), Sísifo Sol (Las Palmas de Gran
Canaria, 2013), Subirse a la luz, antología personal (bilingüe,
español-rumano, Bucarest, 2014), Poética de Esther Hughes (Las
Palmas de Gran Canaria, 2015), Ardentía (Madrid, 2017), Mis
íntimas enemistades (Las Palmas de Gran Canaria, 2016) y un largo
conjunto de ediciones hasta la que hoy comentamos, Plegar orillas,
con Los círculos dorados (CCPC, Santa Cruz de Tenerife, 2021).
He realizado numerosas plaquettes, la primera, Material de
nube, col. carmina in media re (Barcelona). He participado en
innumerables antologías nacionales e internacionales. Desde Miguel
Hernández, Hombre y poeta. Antología homenaje internacional (Sevilla,
2011) hasta Poetas en El Hierro, Bitácoras”.
-¿Qué
le ha supuesto haber recibido el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón
Jiménez 2018?
“Aparte de la satisfacción del premio recibido y
que uno aún sigue subido a esa nube, supone una enorme responsabilidad. Eso me
ha valido para estar en contacto con gran cantidad de grandes poetas del orbe
hispánico. El poeta que se precie siempre ha de estar aprendiendo, siempre en
movimiento”.
-¿Qué
aporta la poesía al ser humano?
“Primero te digo lo que no aporta: la poesía no
aporta certezas, sino que nos mantiene en alerta ante las incertidumbres que
nos asaltan a los poetas y, por tanto, a la humanidad. La poesía es palabra y
silencio; pero sobre todo es misterio. El misterio es lo que nos mantiene vivos
y a la expectativa del próximo paso. La única certeza que existe es la muerte”.
-Háblenos
de Los círculos dorados.
“Como digo en la introducción del volumen, el título
procede de unos versos de Luis Natera. En el momento que estaba escuchando ese
poema y estos versos de Luis Natera me llamó un amigo para anunciarme su
fallecimiento. Y cerrar bien los párpados/ para escuchar los círculos
dorados… Tras mi perplejidad, caí en la cuenta de que esos párpados
los había cerrado muchísimas veces para ver otros círculos dorados como el de
Luis, que se estaba despidiendo de mí de alguna manera”.
-¿Qué
han supuesto para usted las personalidades sobre las que ha escrito en esta
obra?
“Esos poetas fallecidos, esos círculos dorados,
significaron muchísimo para mí. A muchos los conocí, incluso siendo niño,
incluso sin saber que eran o iban a ser grandes poetas ni qué era eso de la
poesía. Todo eso me vino con esos versos de Natera. Aunque en general aparece
un leve tono elegíaco, siempre prevalece la alegría del encuentro. A otros
grandes poetas no los conocí, pero siempre los admiré, como a Domingo López
Torres”.
-Realmente Los
círculos dorados forma parte del libro Plegar orillas,
donde comparte espacio con el escritor José Pablo Quevedo. Háblenos de este
proyecto compartido.
“José Pablo, en visitas anteriores a las Islas,
había escrito un grupo de poemas sobre el paisaje, la tradición canaria y, por
otro lado, poemas dedicados a poetas locales. Yo, por distintas razones,
también fui escribiendo en torno a O’Shanahan y Luis Natera un pequeño poemario
como intento de recuperar la memoria de estos y de una nómina amplia de grandes
poetas canarios también fallecidos. En estos días de confinamiento por la
pandemia surgió la idea de publicar un libro a dos voces, Plegar
orillas. Lo titulo así porque, en este caso, plegar alude visualmente a
unir no solo las páginas escritas en ambas orillas, sino también el espacio y
el tiempo del aislamiento, ya no de la literatura canaria, sino de las personas
físicas que escriben. En este y en todos los casos la poesía va más allá de
estos límites y dialoga con el otro: unas conversaciones por WhatsApp, unos
correos electrónicos y aquí tenemos todo el material y la armonía necesaria
para que se entone este canto a dos voces”.
-En
general, se lee poco. ¿Cómo valora esta situación como docente?
“Se lee poco porque estamos en el momento de la
inmediatez y, sobre todo, porque en los programas educativos, a pesar de que
resaltan la enseñanza del espíritu crítico, no impulsan la lectura de obras de
la literatura universal y mucho menos de la canaria. A pesar de que en las
programaciones se habla de impartir un 30% de contenidos canarios, aquí es
letra mojada. Cosa que no ocurre en las demás comunidades. Menos mal que
actualmente existen organismos como el CCPC que asumen esta tarea. Por mi
respuesta a la pregunta se deduce que la educación va de mal en peor y no solo
me refiero a la literatura”.
-¿Qué
medidas deberían implementarse para divulgar la obra de los escritores
canarios?
“Actualmente hay muchísimos escritores que publican
demasiado. No hay conciencia crítica ni siquiera autocrítica, ni siquiera
preparación para el ejercicio de la escritura. Tampoco existe una crítica
especializada que valore estas obras, aunque sea con un mínimo de calidad. Por
otra parte, hay otra cantidad de escritores que superan con creces la calidad de
lo que comúnmente se escribe en Canarias. Los libros de unos y otros, de vez en
cuando, aparecen en las librerías y los pocos lectores, entonces, los rechazan
a unos y otros. En cuanto a la divulgación, la cuestión no está muy bien: de
alguna manera las corporaciones locales deberían comprar libros para hacérselos
llegar a los más jóvenes. Claro está, dentro de un proyecto adecuado de lectura
que implique formación”.
-¿Cómo
ha influido la pandemia de la COVID-19 en su obra?
“En contra de lo que pensaba, me ha dado un tiempo
de soledad necesario para la reflexión sobre mi propia poesía y, por supuesto,
para escribirla”.
-¿Que
autores o qué obras le han aportado más como escritor?
“Son tantos y de tan variados lugares que no
terminaría de enumerarlos. La lección principal que aprendí es que quien
escribe está continuamente aprendiendo. Y no solo de la escritura”.
-¿En
qué nuevos proyectos está trabajando?
“Estoy revisando unos cuantos poemarios inéditos y
preparando una antología personal. Además, estoy en proyectos literarios a
nivel mundial. Por ejemplo, dirijo una colección de plaquettes para
Kindle, Poesía Móvil, donde participan 100 poetas de distintos
lugares del mundo y, por supuesto, de Canarias. En esta colección que estamos
lanzando habrá el mismo número de participantes masculinos que femeninos. Y me
consta que la calidad que están aportando es muy paritaria”.
-¿Cuáles
son los escritores que más admira?
“En cuanto a los vivos, todos los que son y están.
Me refiero tanto a hombres como a mujeres. De los fallecidos, aparte de la
nómina que aparece en Los círculos dorados, Olga Rivero Jordán,
Blanca Varela, Ida Vitale, José Watanabe, José Eduardo Eielson, Luis Cernuda,
Paul Valery, Ezra Pound y un largo etcétera. Pero, en lo más alto, siempre
estará Rilke
Arroyo de luz poética, un palmero en tierras de Guanarteme, furiosa masa lávica de Cumbre Vieja y pretérita del Teneguía que vivió en su adolescencia, actual solídez sapiencia literaria, como extraordinario vino podemos degustar.
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