Dos exposiciones en el Real Club Naútico de Las Palmas Gran Canaria: Pintura de Aguja de Márial Valcárcel y postales de la naturaleza de María Sánchez Hernandez. Se podrá visitar hasta el día 14 de marzo.
A María Sánchez Hernández siempre le atrajo el dibujo, los colores, la belleza del mundo. Lo misterioso. Le atrae la Naturaleza.
Y porque tiene alma de pintora es capaz de acercarnos a la realidad que ve, de darle vida propia con un realismo casi fotográfico, con un perfeccionamiento técnico y refinado de sus temas preferidos que son los animales, las aves, las flores, el paisaje.
Con sus acuarelas nos aproxima a ese ardor romántico que crece sobre los poderes del cielo y de la tierra, y nos muestra una imagen enternecedora y rotunda de almas que viven en libertad. Así, con ella viajamos a paisajes que reverberan sobre la realidad natural como las cumbres y los pináculos de los Andes, y captamos la soledad y el silencio que los envuelve. Y sentimos la magia de la fauna y de la flora en las hojas doradas, en las hojas secas, que han perdido su perfume pero no su belleza. Contemplamos elementos vegetales, arboledas con finas ramas en donde lo espectacular es el color que aviva los sentidos. Y cuadros hiperrealistas que nos transmiten la poesía de las peonías y las flores de mundo.
Y, como si fueran juguetes que flotan, nos muestra las más pequeñas de las aves: los colibríes, que se suben a un árbol o bajan o retroceden, y que lucen una gama de colores que se funden entre sí, que brillan con mayor o menor intensidad según la incidencia de la luz. Con plumas que en muchas tradiciones son atesoradas por sus cualidades mágicas. Imágenes del poder de la naturaleza salvaje: leones, tigres y lobos, que no parece que huelan la carne humana desde lejos sino que son tan suaves y tan blandos, que se diría, como el famoso Platero, que son todos de algodón.
Retratos y más retratos colmados de colorido, de pinceladas pequeñas y muy próximas entre si, de color su elemento esencial. Retratos en pequeños formatos que hacen las delicias de quienes los contemplan, como los matices de los gallos, compensados y agradables o las vacas que nos lanza una mirada como queriéndonos decir: ¿Dónde está el resto de nuestra manada? O el halcón que derrocha espontaneidad y movimiento, a la vez que nos observa, que capta el instante.
María Sánchez dibuja la realidad con un delicado sentido de la observación, con una pintura minuciosa y detallista. Porque es una pintora que domina el color y lo vuelca de una forma tan expresiva que consigue alcanzar una perfección fiel y detallada de la escena que quiere representar.
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