Contemplé atónita la
fiereza de las llamas, la explosión de las hogueras avivadas por el viento.
Cruzaban los escabrosos terrenos de nuestras cumbres, chamuscaban higueras,
casas y cabañas, subían las paredes escarpadas, las montañas. La esperanza era
que diluviara pero hacía calor, mucho calor, el día estaba soleado y sin una
sola nube.
Se oían ladridos de perros, cabras balando, conejos
corriendo como si el alma se la llevara el diablo. No había tiempo que perder.
Los servicios contraincendios actuaban, unas mujeres rezaban y un chico filmaba
la escena. Cientos de animales morían, aves atrapadas en la fase de la
anidación. Gritos de dolor retumbaban en el aire.
Al locutor le costaba mucho trabajo narrar los hechos pero
decía: -Nuestro hábitat no es como el Parque Jurásico, una potente imagen de
las fuerzas de la naturaleza. No debemos recrearnos en las cenizas de nuestro
paraíso. Desgraciadamente, no podremos hacerlo volver.
El humo ennegreció los almendros, las tuneras, los olivos y
eucaliptos, las palmeras centenarias con troncos gruesos. Los espacios y los
rumores advertían la presencia del infierno. Entonces me acordé de los espíritus: soliviantados pero
silenciosos.
Se dijo que fueron las cosas de Juan, un inconsciente que
había amenazado con quemar el campo. Las llamas se elevaban igual que las
burbujas de jabón con las que los niños jugamos de pequeños. Poco a poco tocaban
la cima de las montañas, las alturas. Se embebían entre las nubes.
Pero me consoló madurando que la isla tiene una fuerza
particular. Estaba segura de que los pinos recuperarían de nuevo la sonrisa. Porque
después del fuego, la tierra –en una especie de milagro- reverdece con nuevos
brotes que crecen de las raíces que afortunadamente no fueron alcanzadas por
las llamas. Pasado un tiempo el corazón de los árboles –no se sabe cómo-
vuelven a latir.
Quizás sea el aliento, el tesoro que esconde el volcán. ..
Fragmento de mi libro
“ El Séptimo cielo”
Facebook/rosariovalcarcel/escritor,
www.rosariovalcarcel.com
Rosario, gracias por este fragmento. Yo estaba en Los Barros y delante de mí tenía el incendio. Un pino centenario cuando arde parece una persona, es una persona. Mucho dolor ha soportado la naturaleza por el descuido e incluso la maldad de algunos seres humanos. Esa noche estuve pendiente del incendio que tenía ante mis ojos atónitos y cabreados. Menos mal que lo apagaron pronto. Un abrazo.
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