Vivían
una vez, y va de cuento,
en un
chico aposento
un pobre
matrimonio con un niño, fruto de su cariño,
que más
que su hermanito era curiosa;
los
cuales con sus padres en un lecho,
por no
haber otra cama de provecho,
juntitos
se acostaban
y a los
pies abrigados reposaban.
Una
noche el marido
jugando
al mete y saca, embebecido
con su
mujer, de tal ardor se inflama
que
entre los dos echaron de la cama,
sin
saber lo que hacían
al niño
y a la niña que dormían.
Despertaron
del golpe dando gritos
los tristes
angelitos.
Y el
muchacho, llorando sin consuelo,
Exclama:
-¡Ay, padre mío!, ¿por qué al suelo
nos echa
usted y madre a puntillones,
cuando
cabemos bien en los colchones?
-Hombre
dijo el padre, no he podido
libraros
del porrazo, porque ha sido
sin
saber lo que hacía:
con tu
madre soñaba que reñía
y tuve
grande empeño
Dijo: y
luego enfadado
por no
haber haber el negocio consumado,
fue a
recoger sus hijos; y al meterlos
en la
cama queriendo componerlos,
la
muchacha, abrazándole llorosa,
le tocó
cierta cosa
y
preguntó con mucho desenfado:
-Padre,
¿Qué es esto tieso que he tocado?
-Es la
mano del niño, respondiole
El padre.
Y la muchacha replicole:
-No
señor, que los dedos no le encuentro.
-Suelta:
los tiene vueltos hacia dentro
Porque el
puño ha cerrado.
-¿Y a
dónde, padre, se habrá mojado?
-Niña,
en la escupidera…
Duérmete
y no seas bachillera.
Calló,
atemorizada
la
chica; pero como escarmentada
estaba
del dolor de la caída,
no se
quedó dormida;
y sus
padres, rijosos y encendidos,
creyendo
que ya estaban dormidos
los
chicos, la faena que dejaron
por su
golpe, de nuevo comenzaron.
Sintiolo
la muchacha y al chiquillo
despertándole
dice –Oye, Juanillo,
agárrate
bien fuerte, que con madre
otra
vez a soñar se ha puesto padre.
Facebook/rosariovalcárcel/escritora; www.rosariovalcarcel.com
Jejeje, que toda la vida es sueño y los sueños sueños son...
ResponderEliminarMuy ingenieso Samaniego.
Lo que hace el compartir lecho... jejeje.
ResponderEliminarCuando la cosa es de dos, sobra lo demás; y si es de uno, para qué contarlo.
ResponderEliminarRosario nos obsequia con otro trabajito del gran Samaniego, que tuvo una mente muy inquieta. Gracias por esta nueva entrega.
ResponderEliminarCuando el ardor inflama, no es de extrañar que pasen estas cosas en la cama.
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