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La vergüenza se produce, a veces, por reparo o inseguridad o
cuando sientes expuestas determinadas partes de tu cuerpo, o ante ciertos
hechos en particular como cuando vivimos
momentos de juegos eróticos especiales o intentamos realizar una posición sexual
a la que no estamos acostumbrados. “No hay nada donde la vergüenza sea más
dominante que en el sexo”, dice la sexóloga Anita Clayton, afirmando que todos
en algún instante nos hemos avergonzado de nuestras pasiones o de lo que
envuelve la sexualidad en sí.
“Nos han enseñado a negar el sexo que llevamos entre las
piernas, a despreciar el extravagante placer que nos ofrece, a llevar registro
cuidadoso de sus efusiones y a perfumarlo con sumisión de aroma floral”, dice
la también escritora en su libro “Satisfacción”. Tal cual. Rechazamos cada cosa
que tenga que ver con nuestro sexo.
Quizás la introversión sea la culpable, porque ella, algunas
veces, se encarga de enviarnos una señal pudorosa, y eso hace que no nos
atrevamos a hacer todo lo que nos gusta hacer. Esta emoción surge en especial ante
personas desconocidas pero también puede surgir con la persona que convives todos
los días y que conoces intensamente, pero en ciertos aspectos de la
intimidad no puedes dejar de sentir vergüenza.
En los hombres la vergüenza suele aparecer en su rendimiento sexual igual que un cuchillo que te apuñala. Suele aparecer en los momentos en que no ha logrado una erección rápido o un control eyaculatorio.
En los hombres la vergüenza suele aparecer en su rendimiento sexual igual que un cuchillo que te apuñala. Suele aparecer en los momentos en que no ha logrado una erección rápido o un control eyaculatorio.
Eso nos limita la expresión sexual y nos lleva a estar pendiente a detalles sin importancia, a cubrir la repentina desnudez, a sentirnos frustrados y casi me atrevo a decir que aterrados. Por eso debemos abrir nuestras
emociones, amar nuestro cuerpo y potenciarlo. Debemos aprender a conocernos. A
liberarnos, a sentirnos libres porque en el fondo la vida es una locura. A dialogar con tu pareja, a borrar prejuicios, a olvidar creencias erróneas para así
encontrar juntos una salida a nuestros miedos. Aprender a que nadie nos imponga
su música.
Lo que está claro es que en el ámbito de las relaciones de
pareja la vergüenza limita la expresión sexual, y hace que estemos más
pendientes de los detalles antes mencionados que de disfrutar plenamente. Por
eso debemos desligarlos, combatirla para recuperar la espontaneidad y la complicidad, el
gozo.
Facebook/rosariovalcárcel/escritora
Menos mal que la moral es cambiante, como la propia sociedad. Y, para bien o para mal, creo que para más para bien, la vergüenza ya casi ni existe en las nuevas generaciones.
ResponderEliminarMe resulta de mucho merecer, amiga. Dice muy bien.
ResponderEliminarAbrazos