Al calor del éxito fenomenal de su libro ‘Gárgoris y
Habidis’, el escritor protagonizó a principios de los ochenta otro triunfo: el
de llevar la literatura a la televisión
Domingo Rodenas de Moya, periódico el pais.com
Muere el escritor
Fernando Sánchez Dragó a los 86 años
Aquella Historia mágica de
España arrasó, se vendió a mansalva, se leyó y comentó, cosechó premios y
habría de servir como repositorio del pensamiento reaccionario patrio. Todavía
al calor de aquel éxito fenomenal, Sánchez Dragó protagonizó otro triunfo, el
de llevar la literatura a la televisión en 1982 con un programa, Biblioteca
nacional, que acompañó la emergencia de nuevos escritores como Jesús Ferrero (aún recuerdo su mofa
de Bélver Yin en presencia del autor y del crítico Rafael
Conte que lo defendía). A pesar de su personalismo histriónico, el programa,
que relevaba de algún modo a Encuentros con las letras, funcionó
muy bien y todavía resuena en la memoria catódica aquel “todo está en los
libros” de la canción que sonaba en la sintonía —escrita por Jesús Munárriz a
toda prisa y musicada por Luis Eduardo Aute— y que Dragó recuperaría en otro
programa literario, quince años después, Negro sobre blanco, más
duradero (desde 1997 hasta 2004), que ya no sería lo mismo.
Pilarista como Aznar o Rubalcaba,
filólogo (se doctoró con una tesis sobre Valle-Inclán) y periodista
galardonado, descubrió en los años sesenta la espiritualidad oriental (el
hinduismo, el budismo, el taoísmo…) y la sumó al conjunto de creencias esotéricas a
través de las que contemplaba el pasado y el presente entre altivo y
provocador, entre displicente y sarcástico, como estando siempre en el secreto,
en cualquier secreto. Construyó más un personaje que una obra, a pesar de que
publicó muchos, muchísimos libros. Y no se fabricó un personaje simple o
unidimensional. Fue tan refractario a la razón ilustrada como a la moral
cristiana, aunó al lector apasionado con el polemista vitriólico y resabiado,
al anarquista enemigo del Estado con una suerte de castizo a contrapelo, al
macho ibérico fáustico con el espiritualista delicuescente. En el mundo mágico
y hermético que creó y creyó se entrecruzaban los arquetipos de Jung, el
orientalismo de Hermann Hesse (su
novela predilecta fue El juego de los abalorios) y todo tipo de
doctrinas mistéricas, pero finalmente fue el mundo corriente y moliente de la
política del día el que le tentó como último envite. Ahora, tras el mutis del personaje,
quizá podremos apreciar, sin su interposición, la magnitud de la obra que deja.
En el año 2015 con motivo de la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, tuvimos la oportunidad de hablar con el escritor, Sánchez Dragó. Y durante nuestra pequeña conversación, se mostró afable, risueño, escuchando las intervenciones de los escritores invitados e intercambiando bromas con la poeta Inma Flores y conmigo. Hoy después de casi diez años, he evocado el recuerdo de nuestras sonrisas compartidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario