De Sara Sánchez
Existen al menos un par de opciones posibles para cada
movimiento que realizamos. “¿Voy o no voy?”, “Should I stay or should I go?”,
“digo lo que pienso o pienso lo que digo?”, “aparezco o desaparezco?”, “me
levanto o sigo durmiendo?”…
Cada pulsión interna se ve respondida de alguna
forma por otra opuesta. Por un deseo encontrado que la confronta y nos sitúa en
un entramado perfecto de tensiones. Lo que pasa es que en la vida real nos
olvidamos y nos ponemos dóciles y conformes con lo que sabemos repetir –ir al
trabajo, comer, y según el grado hasta besar– y corremos dentro de la rueda de
ratón sin percibir de ninguna manera esos movimientos internos. ¿Nos habremos
vuelto planos? Será por eso que el teatro mola. Es multimedia en 3D. Para que
no nos olvidemos de que tenemos más miga.
La cuestión es que la vida cotidiana
casi siempre es demasiado ordinaria y sucede que la necesidad de encontrar
algún asidero para mirar adentro se hace imperativa. Por eso la gente va al
teatro (aunque algunos crean que van sólo a entretenerse), y por eso uno de los
temas centrales en la historia de la ficción es el de las relaciones de pareja.
Y al igual que en una perfecta infinidad caleidoscópica, ahí está el espectador
que tuvo que optar entre sus dos pulsiones –ir y no ir al teatro hoy–,
asistiendo a ver una obra que pudo o pudo no ser escrita, ser interpretada o no
por los estupendos Maya Reyes, Diego Quirós y Chema Coloma, hablar o no acerca
de las pulsiones opuestas entre estar o no estar con esta persona, y la
posibilidad de estar o no estar con esta otra…
Pero lo más interesante es que pudiendo interesar o no
hacerlo, esta obra interesa. Pudiendo decir o no, opta por lo primero. Pudiendo
repetir clichés y ponerse conformista o no, la respuesta es negativa. Hay algo
fresco y tremendamente sugerente en esta puesta, que tiene que ver con elegir
estar vivo. Con lo que se entrevé del deseo de estar, de mostrar, de querer, de
pertenecer y de permanecer. Porque a veces el compromiso de permanencia es
revolucionario, aunque el concepto lo hayan robado los mercados. Y es que este
material actualiza y acarrea la realidad en la que vivimos con el respeto a la
esencia de las cosas de una manera sutil y concreta. Y está bien que se diga,
que se vea, y sobre todo que se meta mucha gente en las salas que trabajan por
amor.
El grito de Campanilla está ensordeciendo la escena madrileña. Galardonada con el 1º Premio en el Festival de Teatro Universitario de la CAM, esta obra de la joven autora Sara Sánchez está llegando a los oídos del público de Madrid
El grito de Campanilla da una vuelta de tuerca a la clásica historia de Peter Pan, que se transforma aquí en una agridulce comedia generacional para adultos sobre el amor, los celos, el compromiso y la pareja. Una aguda e ingeniosa reflexión sobre el miedo a crecer y el inexpugnable tic-tac del paso del tiempo.
Ficha artística:
Autora: Sara Sánchez
Dirección: Andrés Rus
Reparto: Maya Reyes, Chema Coloma y Diego Quirós
Producción: Calibán Teatro
No hay comentarios:
Publicar un comentario