Me llamo
Lucifer, aquel que trae la luz. Así cantaban los ángeles menores,
hasta que les
fue prohibido este canto. Desde entonces, mi apodo corroe
los tiempos anunciando
aquel que tiende trampas…
(Nostalgia del Amor
Ausente, Walmor Santos)
Con vídeo https://www.youtube.com/watch?v=s-bsVeCU4wM
Todos los años en
el mes de septiembre vuelvo a la casa de mi infancia en donde los objetos, los
amigos y la familia esperan mi regreso. Vuelvo al Municipio de Tijarafe, en la
isla de La Palma. Vuelvo a la Fiesta del Diablo.
A un pueblo, a una plaza en
donde converge el mundo entero, donde los vecinos de los alrededores, hombres,
mujeres y niños de otros lugares se reúnen para hablar y tomar una copa, para
esperar a aquel Diablo que echaron del Paraíso.
Para bailar con Él, para sumergirnos en
su danza, en la lucha entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, lo
permitido y lo prohibido. Para sumergirme en el pecado. Así aquella madrugada del día
siete de septiembre un jubiloso grupo escucha junto a la iglesia a un grupo
musical. Luis y yo bailamos entre tibias y apasionadas respiraciones,
alrededor de parejas que se meten mano, que se besan que acechan por el
rabillo del ojo por dónde iba a aparecer el anfitrión de la noche.
De pronto una
corte de gigantes y cabezudos con su Rey y Reina irrumpe en el centro de la
plaza y, como si una bandada de palomas volara, ciento de bengalas llenaron el
cielo de colores brillantes. A mí se me iluminó el rostro. Era el Día de la
Virgen.
Mientras, en un lugar secreto,
el Diablo oculto se prepara para salir, oigo un cierto revuelo, el ritmo de la música
sube más, y más, retumba. Por unos
segundos reina una especie de calma pero en seguida se produce un frenesí, una
punzada de emoción y se escucha igual que si fuese un himno:
-“Tiritití, ti ti, tirirití, ti, ti el Diablo
va a salir
Las voces se unen, resuenan entre gritos y exclamaciones. Yo me refugio en el temblor del festejo cuando
de pronto aparece el Diablo. Me quedo paralizada. Otros afanados aplauden,
cantan:
-¡Sí, sí, sí, el Diablo ya está aquí!
El pueblo entero
palpita, se estremece al ver aparecer, en medio de una niebla roja, su silueta fantasmagórica y yo recuerdo tiempos de mi adolescencia cuando éramos solo sombras inocentes en la oscuridad.
Ahí estaba el Príncipe rebelde, e igual que un espectro que sobrevive, saluda jubiloso, saluda conquistador, el público se le abalanza, y la efervescencia estalla igual que una catarata. Toda la plaza le rodea, le rinde homenaje como a un dios. Fue un momento desenfrenado. El Diablo con su tridente en la mano danza al compás de la música, gira a nuestro alrededor. Desata las pasiones, se entrega a su ceremonia, a su cólera posesa. ¿Cómo podíamos unirnos a él? Eso casi era un sacrilegio.
Ahí estaba el Príncipe rebelde, e igual que un espectro que sobrevive, saluda jubiloso, saluda conquistador, el público se le abalanza, y la efervescencia estalla igual que una catarata. Toda la plaza le rodea, le rinde homenaje como a un dios. Fue un momento desenfrenado. El Diablo con su tridente en la mano danza al compás de la música, gira a nuestro alrededor. Desata las pasiones, se entrega a su ceremonia, a su cólera posesa. ¿Cómo podíamos unirnos a él? Eso casi era un sacrilegio.
Prendados de aquel Demonio nadie se acordó de la condenación del alma, ni de las religiones que han gobernado las vidas. Comprendo que era una fiesta.
El Diablo con su mirada feroz
se pavonea de su gloria, flota sobre el aire del verano, abre fuego con su
carcasa cargada de munición, arremete con los ojos y las manos, con el tronco
y la cola. Los rostros se arremolinan entre las ascuas de la pasión. A mí me
envuelve una intensa alegría, y al ritmo de la música mi cuerpo se acurruca al
cuerpo de mi acompañante, sin dejar de cantar en voz baja:
-¡Sí, sí, sí, el diablo ya está aquí!
Algunos intrépidos intentan tocarlo adularle, jugar con él. Él, indomable y resplandeciente se escabulle, se
sacude como un perro. Majestuoso suelta chorros de fuego. Los que están más
cerca salen despavoridos como quienes ven al mismo Demonio. Así durante unos veinte minutos, bailamos sin
descanso entre las ráfagas de fuego que despide su cuerpo. Lo hace a
traición. Y yo siento como el sopor tibio de la noche nos apuñala con
vehemencia.
Entonces, igual que la
directora de escena que se siente satisfecha al ver que su espectáculo funciona
viento en popa, y que sabe que no le queda nada por hacer en medio de aquella
algarabía apocalíptica, quise alejarme del Satán y exclamé:
-Tenemos
que encontrar un lugar para sobrevivir.
Nos colocamos a cierta distancia para no
quemarnos. Inmóvil, me restriego los párpados por el humo. Con cautela miro el curioso personaje. Contemplo sus ojos rojos llamativos que se alzan desafiantes sobre la marea de cabezas que bailan al compás de la
música. Se me eriza la piel e igual que si la profecía se confirmara me siento arrastrada por Él.
Desde pequeña he tenido cierta
debilidad por los seres malvados, oscuros y ocultos que aparecían en los
cuentos de hadas, por aquellos seres que practicaban el mal, los odiados. Incluso
siempre he tenido predilección por la reina malvada que le pide al cazador las
entrañas de Blancanieves, siempre creí vislumbrar en ella un corazón sincero.
De pronto se produce la
apoteosis de la noche y en la Plaza de La Candelaria explota una gran humareda,
aplausos y palmas, apretones de mano y a mí me parece percibir el presagio de
algo bueno. El olor a pólvora se extiende por todo el pueblo pero poco a poco
el espeso humo desaparece. Entonces el Diablo derrotado echa una mirada
alrededor, se acerca a la puerta de la Iglesia donde está la Virgen y le hace
una señal de reverencia. Regresa a las Tinieblas, a sus dominios.
Mientras nos alejamos escuchamos como cada uno a su manera comenta la actuación del Diablo. Y yo
siento en lo más hondo de mi alma una sensación de victoria, entre los gritos y
los cantos tan pronto silenciados. Entonces Luis me
rodea con sus brazos, me atrae hacia sí y me besa los ojos que estaban a punto
de desbordarse.
Un año más la Virgen triunfa. Triunfa La luz sobre la oscuridad, lo permitido y lo
prohibido; el pecado. Triunfa el Bien sobre el Mal.
Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com
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