Y es en ese escenario donde se mueve Arsenio Morales,
artista sensible a los temas de la vida cotidiana y un pintor con experiencia y
pulcritud, es también un gran observador al que le atrae su entorno tanto que,
algunos días, junto con Made, su esposa, transita el silencio de los campos y
las sombras de los pinares. Se hunde en el mantillo, entre el musgo y el rumor
de la hojarasca, en ese aire carnoso, dulce como el cloroformo, en esa niebla
del atardecer y en ese tiempo que parece no existir. Entonces en esa calma
descubre la piel de la tierra, la siente y la pinta con tal soltura que se
desdibuja la línea entre la realidad y la imaginación.
Llama la atención en sus cuadros el estilo que perfecciona
día a día, la relativa abundancia del color verde en su paleta, cómo se adentra
en la oscuridad, en los manchones de sombra proyectada por los árboles, por
unos árboles que algunas veces son frondosos otros deshojados o alineados como
llamas o inclinados pesadamente.
Una exposición de gran madurez con un estilo post impresionista. Una pintura que se caracteriza por su gran atención al detalle, al colorido empleado que es absolutamente rea, vivo. Resalta la luz que impregnan las matas, las salpicaduras de las florecillas, las brillantes tonalidades del forraje, el cultivo, las casitas en medio de parajes naturales, todo eso en una muestra en la que el artista participa del mismo acto de la creación y, quizás porque confía en el paisaje, elabora el lienzo, jugando con la luz y la bruma que se alza, con los detalles de la vegetación, la tierra, el mar, como la obra del Tablado del municipio de Garafía. Una obra que se desarrolla en diferentes planos de tierra, con sus bancales y caseríos, el océano, el horizonte y el cielo que estructuran la composición.
Morales, licenciado en Bellas Artes por la
Universidad de La Laguna, ha alternado, hasta hace unos días, la docencia como
profesor de dibujo con el trabajo vivencial del mundo pictórico. Compone carteles,
portadas e ilustraciones interiores de libros como “Los reinos del
olvido” de Ana María Samblas. “Canta o Medita” de José Viña, “Himno a la vida”
de Rosario Valcárcel y “Ah de la nave” de M Poggio, F Martín y A. Lorenzo.
Arsenio es una persona generosa, amigo de sus amigos y ha
querido crear en esta exposición, en nombre de la belleza, la metáfora entre
artes, enmarcar la relación entre pintura y poesía, establecer puntos de
encuentro con otros creadores, ir de la imagen a la palabra, y para ello
convoca a casi una veintena de poetas, los deja solos con un lienzo, con objeto
de que puedan detener sus ojos, sentir y compartir confidencias con la obra,
margullar en esa presencia pictórica y encontrar otra segunda existencia: el
poema. Los poetas con gran rigor lo han conseguido, con una poesía repleta de
la musicalidad y el ritmo propio de la lírica y su paralelismo con el cuadro.
Una exposición que pueden ver en el Espacio Cultural La Real 21, en Los LLanos de Aridane, La Palma, hasta el día 27 de septiembre 2018
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