Parece que últimamente nos toca despedir amigos, compañeros,
seres que queremos pero que, sin casi darnos cuenta se deslizan, como una nebulosa,
por un tobogán sin posibilidad de volver.
Expresándose lo fortuito y el poco
sentido que tiene la vida.
Una de ellas fue Angélica Castellano, más conocida por Chiqui, con la que, con motivo del Festival Hispanoamericano celebrado el pasado año en la isla de La Palma, compartimos, sentadas alrededor de una y otra mesa exquisitos alimentos, conversaciones literarias,familia, La Playa de
Las Canteras, lo mucho que le gustaba el paisaje de La Palma. Su entrega y dedicación como directora de la Sociedad
Científica El Museo Canario. ¡Con qué ilusión me relataba sus proyectos! Los
ciclos de visitas guiadas para adultos y también para niños acompañados de un
familiar. Con este último trabajo estaba muy ilusionada.
También me contó que era una institución privada: - ¡No todo
el mundo lo sabe!. -Fue importante añadió, la iniciativa del Dr. Chil, que en su
testamento legó su propia vivienda para la ubicación definitiva del museo, así
como otras propiedades inmobiliarias, sus valiosísimas colecciones
–arqueológicas y de ciencias naturales– y los 7.500 volúmenes de su biblioteca,
garantizando así el futuro de la entidad.
Hablamos por Navidad, nos felicitamos y sentí su cercanía y
cordialidad. Y hace unas semanas con motivo de la presentación de los
dibujos-retratos que el artista plástico Toño Cuesta presentó en el Cicca, me la encontré junto al
escritor Santiago Gil, su pareja y, tuve de nuevo la oportunidad de esos gozos
rápidos, de mis abrazos apretados. Incluso recuerdo que yo le prolongué mi
cariño, quizás como presentimiento de un mal presagio.
Pocos días después, nos
encontrábamos de viaje y al abrir el móvil para ver las noticias me enteré de su muerte y me eché a
llorar inevitablemente.
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