Noche un tanto más
aburrida que de costumbre que consagró a Bong Joon Ho como el
primer director que consigue el Oscar a mejor película por una producción no
hablada en inglés "Parásitos".
Irónico, que una
película que ha sido filmada para denunciar, ridiculizar y hacer daño, a cuenta
de la soberbia de los privilegiados en un mundo superlativamente desigual e
injusto como éste, se haya convertido en el privilegiado éxito de la temporada.
Siendo consecuente, si hiciera nuestra (o la Academia de Hollywood hiciera
suyas) las enseñanzas del film coreano, la gala de los Oscar no tendría que
existir, o al menos no presentarse a competir.
Demuele de inmediato
lo que pretende denunciar Bong Joon Ho, pierde toda la potencia de la
autenticidad, al pregonar lo que no cristaliza en acto de vida, o sólo es una
fábula metafísica el film, el mensaje elocuente es para distraer a millones de
espectadores que dejan su dinero en las salas de cine, la eterna historia
capitalista que el coreano intenta derrumbar. La hago más fácil, no se puede
estar en contra del cambio climático y volar en jet privado.
La Academia decidió
quedarse con la anomalía dentro de un discurso general más o menos homogéneo.
Mirando con cierta distancia, hay que decir que la mayor parte de las películas
nominadas tratan del cine en el cine; del cine como experiencia compartida; del
cine como historia común; del cine, de la memoria, del tiempo mismo del cine.
“Érase una vez... en Hollywood”, que habla de exactamente lo que dice el título,
pasando por “El irlandés”, que no es más que una lectura hacia dentro, entre
dientes, de la filmografía entera de Scorsese en la voz de Scorsese, pasando
igualmente por “Dolor y gloria”, que no es más que cine que devora cine,
Almodóvar al cubo, ninguna de ellas ganó. Venció la opuesta, “Parásitos”.
Entonces, adiós al ensimismamiento global, bienvenido cine denuncia y
combativo, al menos en la pantalla.
Joaquin Phoenix ganó sobremerecidamente el Oscar al mejor actor, recibido entre
lágrimas y emoción inocultable. Laura Dern consiguió lo suyo
no tanto por su trabajo en la ninguneada “Historia de un matrimonio” como por
el mejor y más comentado monólogo de los últimos años visto en una pantalla (el
de la Virgen María). Brad Pitt mejor actor
secundario, también hizo referencia al impeachment. El film maestro “El
irlandés” quedo sin nada, luego de presenciar como la irrelevante Ford vs.
Ferrari se llevaba dos Oscar. Eso duele. Su único premio fue el reconocimiento
público y emocionado a Scorsese de, otra vez, Bong Joon Ho, el único con
capacidad para salirse del guion.
Luego la
resucitada Renee Zellweger se llevó también lo que le tocaba
por “Judy”, remasterizada en un film para olvidar. Todo predecible,
inexplicable, ¿deducible? En fin, es Hollywood, no la vida, que transita por
otros senderos, los esencialistas, impuestos en tendencia vintage, por usinas
del mundo espectacular de la academia hollywoodense que nos cocina el porvenir
cada año… y el show continúa.
Haciendo taquilla, que es gerundio, y que es para lo que sirven estas cucañas llamadas "awards".
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