Por Eduardo Sanguinetti, (*) especial para NOVA
Aquello de lo que hablan los narcisos digitales, es dominio inexplorado, no vive, computan y existen sin embargo como hipócritas, heridos de frente, en el malentendido fatal y finalmente letal de la naturaleza, domesticada por la ciencia, los fenómenos les resultan mortales y las palabras que intentan esbozar, que no expresan el sentido que desean darles, a veces todo lo contrario, los dejan fuera de su propio carcasa, porque están abandonados a la suerte que les deparan los poderes siniestros del poder oculto, que existe y es, no tengan dudas.
Visualizar cual pasajero de este tiempo de simuladores seriales, mentirosos y oportunistas, criminales y mafiosos, inoculando odio, cual vacuna contra la unidad y concordia de comunidades, en estado de precariedad e indigencia, me causa un malestar existencial difícil de disimular. Del fondo del odio de huestes lideradas por esa réplica del fascismo modelo siglo XX, maquillado por el neoliberalismo voraz y sus socios ocultos, muy lejos de extinguirse, toman diversos perfiles, que lo apreciamos en trama globalizada de "bestias" antropófagas, que bajo el lema “No al comunismo” penetran en mentes de millones de seres, asimilados a sus espacios de confort, bajo su cielo blanqueado a mano, parásitos de tendencias insustanciales, potentes a la hora de operar contra la libertad en todas sus vertientes, con ayuda inestimable de la corporación mediática, asesina de la verdad.
En el presente se ha instalado cada vez
más radicalmente, de la mano de políticos, empresarios y sindicalistas, una
apelación constante al riesgo, la individualización, el cálculo personal, la
naturalización de la inseguridad y el darwinismo social disimulado bajo todos
los lenguajes tecnológicos, políticos y psicológicos, por obra y gracia del
mercado, el trabajador está desintegrado, lo colectivo no existe: sálvese quien
pueda, es la premisa que se promociona a viva voz.
La apelación a la psicología de la
creatividad, a los valores de la emocionalidad y al coaching (tendencia de
hacernos creer lo que nos quieren hacer creer) va en aumento, al tiempo que se
desinstitucionalizan las relaciones laborales y se insta a las personas a
convertirse en líderes, corriendo a la felicidad dibujada, a toda costa y
costo, quedan al margen, excluidos quienes pretenden hacer de este mundo algo
digno de habitar.
Si arte-naturaleza-vida eran una zona
inhabitada por el sistema de sujetos-objetos de mercadeo, uno de los elementos
de los movimientos antagonistas de la lógica del capital, en los años sesenta,
hoy, vacíos de contenido y de militantes, se utilizan para apuntalar la escoria
del sistema, integrado por oficialismo y oposiciones diversas, de manera
especulativa y torpe.
La cultura invadida y eliminada en su
destino de crear valores y placer legítimo, por el neoliberalismo siempre en
antípodas a la educación y el estado público, cultura sponsoreada por
multinacionales asimiladas al mercado de desvalores, tan ajenas a la
construcción de la obra de arte en todas sus expresiones, se funda en la
posibilidad de construir relatos despolitizados que sean útiles, para un cambio
político y cultural de mayor y peligrosa envergadura, la destrucción de toda
posibilidad de resistencia y disentimiento al poder del Pantagruel Neoliberal.
La cultura, cual fuente de conocimiento
y saber, era el espacio que más le ha costado invadir al neoliberalismo, pero
en fin, lo ha conseguido, sin dejar de hacer mención al apoyo incondicional de
los artistas de la “nada”, con trayectorias inexistentes, instalados para darle
forma a esta “performance de la caída”, utilizando a pseudo investigadores de
la obra de creadores inexistentes, que puedan dar marco al réquiem de la
cultura. No olvidar a traidores ya gerontes, que han abierto sus nalgas para
ser penetrados por la peste neoliberal, recibiendo su tajada, con sonrisa
abierta y contagiosa para los militantes de la farsa.
Lo he anunciado en mi obra escrita y
performativa en los 80: obra admirada por muchos, envidiada y plagiada por
otros, que no ignoraban que el final de un ciclo se acercaba, pero sin cojones
para dar la batalla cultural que se imponía.
Y no debo dejar de hacer mención al
nuevo visitante de la cultura neoliberal, el turismo degradante y de cómo la
gentrificación y la recualificación urbanística están formando parte del
engranaje del nuevo desarrollo urbano de este sistema devastador, que viene
afectando a barrios humildes, ubicados en la centralidad de las ciudades o en
sus proximidades.
La recurrencia de proyectos urbanos
híbridos, en sociedad con empresas inmobiliarias especulativas, destinados a
actividades comerciales, recreativas, turísticas y también residenciales para
familias de nuevo cuño, de alto poder adquisitivo, adquirido en negocios non
sanctos, terminan desplazando a los pobladores originales, muchas veces
residentes de antaño, como la remodelación de centros históricos, devenidos en
los tan publicitados “polos” gastronómicos, homogéneos en su diseño
globalizado. Lo apreciamos en San Telmo (Buenos Aires) y otros centros
históricos de Latinoamérica devastada, por la peste neoliberal y sus tendencias
necróticas.
Las naciones del planeta cerraron sus
fronteras a la “miseria del mundo”, pero no dejan de fugarse “Pepines” a
paraísos fiscales, los negociados narco y de trata de trogloditas modelo 4X4,
los siempre presentes jugadores de fútbol, empresariuchos testaferrarios,
sindicalistas abogando por el capital, escorts super star regalando toda su carne
al mejor postor.
¿No pensaron en decretar la muerte del
dinero? Pero ante la indiferencia del “homo primate”, sigan la fiesta de la
estafa y el fraude bajo la molienda infame del verbo sin predicado, del
genocidio que se está llevando a cabo a plena luz del día, que filmará Netflix,
como proyección de las miserias de este tiempo, con audiencia de millones de
espectadores, alegres de ver coronada su miserabilidad en la pantalla.
Y el coronavirus cual pandemonium de
la humanidad toda, nos lleva a interrogarnos: ¿No ha llegado el tiempo de
reflexionar sin parámetros ortodoxos acerca del porvenir que nos aguarda? ¿Y
por qué voy a creer que algo va a cambiar? Nada cambiará, excepto yo… excepto
tú.
(*) Filósofo y poeta
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