Laura Ferrero
Llegas cansada después de veinte horas de vuelos, escalas en
aeropuertos en los que hace frío y en los que las tiendas de dutty free te
susurran Hola, ¿compras? Ojeras. Entras en una tienda y te
encaprichas de un iluminador facial que crees que va a ser la solución
definitiva a tus problemas. Señorita, ¿desearía que se lo probáramos?
Da mucha luz a la cara. Después de tantas horas ya no sabes si necesitarías
un iluminador o una bombilla, pero al final resistes la tentación: Laura,
anda, tómate un café. En el último avión que coges, estás tan cansada que
te olvidas del iluminador.
Llegas a una ciudad que no conoces bien pero en la que
has estado ya: Guadalajara. Te han dicho que no camines sola por la calle, pero
sabes que lo vas a hacer, como sabes que vas a beber tequila aunque no te
guste. Llegas a la feria y crees que alguien debería haber escrito un libro que
se llamara Cómo sobrevivir a una feria de literatura y no morir en
el intento. Citas, citas, y más citas. Sonríes, preguntas, te molestan los
zapatos. Un sándwich rápido, jet lag y más café. Ay, el iluminador lo
bien que me vendría, te dices. Más citas y cuando acabas, aún más cansada,
te vas, efectivamente, a tomar un tequila y un amigo te pregunta si no estás
cansada de todo esto, de malvivir con la literatura. ¿Por qué no haces
un máster?, te pregunta. Y crees que tiene razón: se vive mal de esto. Tú
sabes que quieres ser editora, escritora y todo a la vez, pero de repente estás
cansada y bebiendo un tequila y te dices: y todo esto para qué. Le respondes a
tu amigo que es como cuando estás enamorado de alguien: no puedes evitarlo,
¿no? Por mucho que alguien te diga que esa persona no es para ti, que te
conviene otra, en realidad, nada te va a convencer. Hay muchos peces en el mar,
claro. Pero a ti siempre te gusta el pez que se te escurre de las manos. Así
somos.
Al día siguiente arrastrando el jet lag, el cansancio
y la pena por no haber comprado el iluminador facial, vuelves a tus citas, a
hablar con tanta gente que, como tú, piensa que sin los libros todo esto sería
mucho peor. Pero sin embargo, resuena aún esa pregunta, que es, a a la vez el
título de una novela de Lionel Shriver: Y todo esto para qué. En
realidad, no lo sabes. Al final del día te vas a la presentación de Días
de Nevada, el nuevo libro de Bernardo Atxaga. Por los pasillos ves a Luis
García Montero y tienes ganas de decirle que se haga una foto contigo –fenómeno
fan– porque te sabes de memoria muchos poemas suyos Luis, recita el de
Llamadas telefónicas, ¡va!. Pero no se lo dices, claro. Luego escuchas cómo
Atxaga cuenta que la literatura es estar dentro y fuera. Es estar fuera de casa
pero dentro a la vez; las palabras conectan realidades alejadas y la prosa es
la poesía que no puede ser la poesía, dice. Tú anotas todo eso. Piensas y te
emocionas. La verdad es que no cambiarías esos momentos por nada en el mundo.
Después te vas de la feria con dos amigas y tomas
tequilas de nuevo. Ya te gustan un poco más. Les enseñas un libro que te has comprado: Poesía
para los que leen prosa, de Miguel Munárriz. Una auténtica maravilla. Lees
una frase al azar: “En el amor no existe/ lo verdadero sin lo irreparable”. Es
un fragmento de un poema de Félix Grande. Miras a tus amigas y te dices que
aunque a veces te preguntes “¿y todo esto para qué?”, sabes que no serías capaz
de vivir de otra manera. Tambien sabes que hay ciertas frases, como esa que
acabas de leer, que te recuerdan que aunque haya muchos peces en el mar, ese es
el que a ti te gusta. A pesar de que sea difícil, a pesar de las ojeras, el
cansancio y de que no tengas el dichoso iluminador facial. Existe algo de
irreparable en todos los amores de verdad. Hay amores que matan pero, ¿no son
esos los mejores?
Laura Ferrero. Responsable de Brújula y redactora.
Barcelona, 1984. Filósofa y periodista. Ha trabajado en el Cultura/s de La
Vanguardia y en la actualidad se dedica al mundo de la edición y a la
escritura.
Me resulta muy bien, amiga. Gracias por compartírnoslo.
ResponderEliminarAbrazos
Hay muchos grados de amar.
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