https://www.youtube.com/watch?v=kRxyIieBKro
Señorita -¿Qué terrible fuerza me arrastra hacía ti? ¿La atracción que
siente el débil por el fuerte? ¿El que cae hacia el que sube? ¿O era amor? Amor…
¿Eso? ¿Sabes tú lo que es amor?
Juan -¿yo? ¡Qué si lo sé! ¿No creerá usted que es la primera vez?
La señorita Julia es una de esas películas que probablemente
no estará incluida en las listas de mejores películas del año, pero es una
magnífica película. Una adaptación de la clásica obra de August Strindberg, sobre
la educación, o si se quiere, sobre la falta de una buena educación. O quizás
sea una obra para reflexionar en la necesidad de forjar valores, metas,
capacidades, el mundo emocional desde la primera etapa de nuestras vidas.
Esa etapa que nos prepara para que sepamos organizar nuestra vida. Esa etapa que la Señorita Julia vivió pero de puntillas, por lo que
no aprendió a abrir los ojos, a distinguir la diferencia entre el instinto y el
pensamiento, los sentimientos y las fantasías suyas, ni la de su atractivo
sirviente. Realidades imprescindibles para reconocer todo aquello que debía ser
apropiado para ella y la relación con su pareja.
Una situación de refugio, de juego, de deseo y de dominio, que
condujo a Julia a no controlar la realidad, la atracción, la pasión, el amor y el
desamor… Le condujo a no valorar las consecuencias que supone violar la norma.
Una obra sensible que narra la historia de la hija de un
rico terrateniente, quien seduce a un sirviente de su padre durante la noche de
San Juan, a finales del siglo XIX. Una película que evidencia costumbres viejas,
equívocas, dramas humanos que decía el escritor Oscar Wilde: que se limitan a un número insignificante de
posibilidades que siempre son las mismas.
Una pareja que frente a unas imposiciones, normas sociales y
morales, muestra sus deseos entre lágrimas, risas, enamoramiento igual que si
fuesen tigres enjaulados. Una situación tal que conduce a la Señorita Julia a desajustes
e incomunicación. A una angustia vital de tal calibre que terminó perdiendo las
ganas de vivir.
La película Coproducción Reino
Unido-Noruega, dirigida por la noruega Liv Ullmann. Una nueva adaptación del clásico teatral de August Strindberg.
Con la magnífica interpretación de Jessica Chastain y Colin Firth en donde
podemos disfrutar de expresiones vivas, de palabras que fluyen como si
estuviesen en un campo de batalla.
Quizás todo el fondo de la obra gire
sobre la necesidad de ser escuchados, eso que los psicólogos llaman “tener
testigos de vida con los que poder compartir el presente”. De ser reconocido
como ser humano, como persona.
Esa tendencia al aislamiento y al
individualismo que tanto impera en este nuevo siglo y que tanto daño nos está
haciendo.
Facebook/rosariovalcarcel/escritora
Buena reseña nos presentas, amiga.
ResponderEliminarGracias + Abrazos