Vídeo https://www.youtube.com/watch?v=fyK90B-pxGM&feature=share
A Miguel Hernández
Me supo a tu nombre
la tierra que palpé,
con las alpargatas al cuello;
las cañas, las del río,
barrotes me imaginé
llenándome de congoja;
asfixiándome, al pensarte,
fiel reflejo, indomable,
de un campo de cebollas
que plañeron por ti.
Segoviana guitarra
que rompe a llorar
al escuchar recitar
un poema a la higuera.
Escudriñando mis entrañas
llegaron a mí tus lamentos,
e imágenes de espanto.
¿A ti qué te hicieron jilguero?
¿Por qué te amputaron tus alas?
Eres, Miguel, el rayo que no cesa,
Eres, Miguel, el rayo que no cesa,
el que me alumbra el camino,
el que señala el sendero.
Es la higuera de tu huerto
la que a mí me transmitió
el talante de tus versos.
Entre la arena y la piedra,
esa oda a Vicentazo,
por la ayuda que prestó...
¡cuánto me emocionó!
El último rincón, tosiendo,
me señalaste, yuntero,
antes de partir, treintañero,
a un campo de amapolas
de enrojecidos colores.
¡Tú juventud sí murió!
¡Tú verbo no feneció!
ya lo apreció Juan Ramón.
Pocos poetas consiguen
conquistar los corazones
de todo el que les leyó.
Juan Francisco Santana Dominguez
En la trinchera del perdedor
Tú, pastor en peñascales, que transitabas senderos
de arcilla con boñiga de cabras
y aliento del pueblo: deja que los pájaros
muertos derramen sobre mi lecho
el regalo de tu arrullo.
Tú –campesino que festejabas el manar
las estaciones, los cadáveres que se detenían
a respirar– no dejes que mi vida se nutra
del llanto que nadie pueda oír.
Marido en la trinchera del perdedor,
me dijiste: tengo miedo
de confidentes que tiranizan las entrañas,
enmudecen la palabra, arrebatan la vida.
Pelotón de fusilamiento, ellos, los verdugos.
No temas, compañero del alma, compañero,
te despediré de la araña que hila
el tiempo, del sol y de los trigos,
de la amarga cebolla que alimentó
sueños de justicia y amanecer de libertad.
Y en la penumbra, yo, Josefina te dejaré
y los miedos de aquel primer amor,
aliviar el fuego estéril de la vida,
compañero del alma, compañero.
Rosario Valcárcel
Elegía a García Lorca, primera. (fragmento)
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.´
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra…
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.´
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra…
Al acto asistieron el director de la Fundación CICCA,
Fernando Fernández, pintores, escritores, gente del mundo social y cultural disfrutaron
del evento. El día la inauguración los poetas Juan Francisco Santana y Rosario
Valcárcel, recitaron dos poemas de su propia autoría dedicados a Miguel
Hernández.
A continuación Osvaldo Cipriani, fotógrafo, actor, animador cultural, escenifica y declama el poema de la
Elegía 1ª a García Lorca.
Y no faltó la buena música, la voz de la soprano Alma Anduix
y el pianista Rayco Falcón que interpretaron un concierto de música barroca.
La exposición permanecerá abierta hasta el día 26 de julio
en el Centro Cultural CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, calle Alameda de
colón, num 1.
Muchas felicidades a Diego Casimiro y a todos los que lo han hecho posible esta magnífica exposición.
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