por José M. Balbuena Castellano
No deja de ser significativo y hasta ejemplarizante, que el
rey Felipe VI de España haya ido a Francia nada menos que homenajear a los
soldados republicanos españoles que en 1944 participaron en la liberación de
París. Es un reconocimiento a unos héroes, aunque éstos fueran antimonárquicos,
que lucharon por una buena causa y contra un régimen totalitario que quería
someter a toda Europa. No le importó a
Felipe que aquellos combatientes formaran parte del conjunto de compatriotas
que contribuyeron a instaurar la segunda república y a que su abuelo, Alfonso
XIII, tuviera que exiliarse en 1931. Este reciente acontecimiento parisino, en
una ciudad regida por una descendientes de españoles, Anne Hidalgo, culminó con
un un discurso en francés en la Asamblea
Nacional que entusiasmó a los asistentes. En Francia resonó el himno de España,
sin que nadie mostrase pancartas en contra o se le pitase, como sucedió en el
partido del Barça y el Bilbao, donde unos “patriotas” ofrecieron una muestra de
su mala educación y falta de respeto.
Yo no soy monarquico, pero si lo expreso busco los cauces
adecuados para decirlo sin perder nunca las formas, que es lo que suele
suceder a muchos cuando se convierten en
el descalificador término de “plebe”. Antes que yo otros han dicho que si la
república fracasó fue porque actuaron grupos incontrolados, irrespetuosos,
intolerantes, fanáticos y llenos de odio, agrupados en un frente popular y
criminal que permitió aquellas barrabasadas y dinamitaron las buenas
intenciones republicanas, que lo que buscaban eran equidad, oportunidades para
todos, justicia y libertad y no
venganzas, resentimientos, violencia y
crímenes.
facebook/rosariovalcarcel/escritora
Yo sí soy monárquico, querida Rosario, desde que tengo uso de razón y antes de que la monarquía parlamentaria fuera la forma de Estado establecida por la constitución. Como tú, desde posiciones distintas, también digo que no tengo nada contra la forma republicana de gobierno. Lo que me interesa es que ambas sean democráticas, porque hay repúblicas y monarquías que no lo son. Y esa es la cuestión. Ni la monarquía de la Constitución de 1876 ni la república de la Constitución de 1931 lo fueron. La Constitución de 1978, por muchos defectos que tenga, que los tiene, sí que lo es. Nunca insulto a nadie por decir que es republicano, me parece una opción absolutamente legítima, pero que no me ponga como ejemplo para defender esa opción a la II República, porque yo tampoco pongo de ejemplo de monarquía a la de Alfonso XIII. Y como tú dices muy bien, lo que no es de recibo es que se insulte a la persona que encarna la institución en este momento, sencillamente, porque no se lo merece y se limita a cumplir con sus funciones constitucionales. Y creo que lo hace con pulcritud y honestidad, algo que no caber decir de la mayoría de los políticos españoles actuales. A lo de los pitidos del otro día no le doy más importancia de la que tiene: expresión de un cabreo generalizado y explicable expresada en un momento inadecuado, de una manera inadecuada y ante la persona inadecuada de una manera bastante zafia. Pero es que la educación cívica (y la otra) no da para mucho más en España. Espero que no te tomes esto como una exhortación de calado político; ni por asomo lo es. Es más que nada una expansión sentimental que tiene raíces familiares que no vienen a cuento. Un beso muy cariñoso. Y gracias de nuevo por deleitarnos con tus escritos.
ResponderEliminarTe felicito por tu artículo, con el que comulgo totalmente. Monárquicos o no, el respeto y la honradez deben emanar desde lo más alto, como el ejemplo y el compromiso adquirido en la democracia, para poder exigir lo mismo al pueblo que les ha colocado en el lugar que ocupan para dirigir un país.
ResponderEliminarBuen artículo del amigo Balbuena, así es como hay que entender la monarquía: liberal, tolerante y sobre todo democrática y ejemplar contra la corrupción
ResponderEliminarLuis León Barreto