Rosario Valcárcel es una escritora canaria, narradora y poeta. Mujer pionera en escribir literatura erótica en Canarias. Muestra de ello son sus libros de relatos eróticos “Del amor y las pasiones”, “El séptimo cielo” y “Sexo corazón y vida”, además, “La peña de la Vieja”, “Las máscaras de Afrodita”, “Cuentos gozosos y cuentos traviesos”, este coeditado con Luis León Barreto, el poemario “Himno a la vida”, y la novela “Moby Dick en Las Canteras”. Su obra ha sido traducida al rumano, alemán, al francés. Ha obtenido, entre otros, premios literarios como el Domingo Acosta Pérez, ha representado a Canarias en el libro colectivo “Poemas para conocer la situación de la infancia en España”, editado por el Instituto de la Mujer y el Ministerio de Educación. Ha participado en múltiples antologías, escribe prólogos, comentarios de arte, interviene en presentaciones de libros, colabora en periódicos digitales de las islas y fuera de ellas.
Rosario es todo eso, pero también es amiga. Así que la amistad hoy recorre con su brillo literario esta sala entrañable. Cuando la conocí, por supuesto ya escribía, pero cuando la leí, entendí el porqué de la flor que moldea su pelo, bueno, moldea no, su pelo no se deja intimidar por una flor. Y al leer sus relatos llenos de sexualidad percibí el lado generoso de Rosario, ella escribe para que los lectores gocen del erotismo como de una exquisitez, y lo celebramos. Defensora de los derechos de la mujer, la obra que hoy presentamos, “Territorios íntimos: las profundidades del placer”, es un libro de ensayo con reflexiones sobre el erotismo, las relaciones humanas, la vida en pareja, el sexo, la soledad. El libro lo cierra una antología poética de autores actuales entre las que me incluyo. Desde chica, Rosario sentía una curiosidad latente por las contradicciones que descubría en las normas de la iglesia alusivas al sexo cuya práctica desembocaba en el pecado, sintiendo culpabilidad en cualquier manifestación amorosa.
En los primeros años del siglo pasado, los hombres rechazaban la erudición de las mujeres como estrategia de sumisión poniendo trabas a su independencia. “¡Esas mujeres leídas!”, como apunta la autora. Las citas entre las parejas se concertaban bajo la vigilancia de una carabina y el adulterio se medía con distinto rasero, si alguien tenía derecho a una infidelidad era el hombre, mientras la mujer, en la misma circunstancia, era tildada de provocadora, seductora, lujuriosa. Se estigmatizaba la infidelidad femenina y se legitimaba la masculina.
De este manera exhaustiva, la autora profundiza en las controvertidas peculiaridades relativas a la opresión sexual femenina y la exaltación de la masculina en una sociedad basada en las tradicionales relaciones patriarcales de poder, y amparándose en las huellas que la mejor literatura nos ha ofrecido; además del cine erótico, “El graduado” o “El último tango en París” de los años sesenta -películas que disfrutamos en la época universitaria- sin descartar las experiencias personales, vivencias carismáticas que la autora con infinita ternura explicita. Desde el pecaminoso uso del bikini o la repulsa que se ejercía sobre las madres solteras en los años sesenta y setenta hasta el propósito actual de una mujer libre que lleva la iniciativa en las universidades o en el ejército.
Todo ello respaldado por autoras cuya obra Rosario analiza e interpreta. En este sentido Virginia Wölf se convierte en la escritora por antonomasia de la liberación de la mujer. En su libro “Un cuarto propio” reivindica un espacio propio e independencia económica para las mujeres que hasta ese momento estaban excluidas. Nos habla de la supuesta hermana poeta de Shakespeare, cuyo gran talento frustrado ante la indiferencia del mundo y de la sociedad del siglo XVI la indujo al suicidio.
Cita Rosario Valcárcel a Simone de Beauvoir (S. XX), quien dio voz a mujeres que hasta ese momento se habían sentido excluidas. Beauvoir no solo crea polémica narrando un romance a tres bandas, sino que critica los obstáculos para el desarrollo intelectual y profesional femenino, convirtiéndose en defensora acérrima de la igualdad y de los derechos de la mujer. En 1949 publica “El segundo sexo”, tachada de inmoral, escandalosa y pornográfica por los defensores del catolicismo; obra de referencia del movimiento feminista.
Rosario Valcárcel indaga en la obra de Violette Leduc (1907/1972), autora de “La bastarda”, cuyo prólogo es obra de la misma Simone de Beauvoir. En sus confesiones sexuales seduce el modo poético de expresar el erotismo: “Escandaliza a los puritanos y los groseros no encuentran lo que buscan”, dice Beauvoir. Sin descuidar las obras de referencia, las citas textuales corroboran las interesantes deducciones que maneja Rosario Valcárcel sobre los múltiples aspectos de la sexualidad velados a lo largo de la historia sin prescindir de la información que esclarecen prácticas sexuales inherentes al ser humano y cuyos tabúes entorpecen el conocimiento de una sociedad que le hace el juego al ocultamiento.
De ahí que en “Territorios íntimos” el lesbianismo, la masturbación de la mujer, las relaciones homosexuales, la zoofilia, el adulterio, el punto g, la lujuria, el orgasmo, o el sexo en la madurez, entre otros, sean temas expuestos con propiedad y rigor sin sucumbir a la frivolidad, describiendo el embrujo de las prácticas sexuales sin ambages, su intrínseca espiritualidad.
En el libro confluyen estados placenteros con anécdotas amenas, tales como la dimensión erótica de los zapatos en occidente o del pie para los orientales, textos ocurrentes de autores clásicos como Borges, Vicente Aleixandre o Quevedo, pero sobre todo Samaniego, o la escritora Anaïs Nin (1903/1977), abierta al poliamor y que desafió las convenciones sociales de la época. En 1966 la publicación de sus “Diarios” fue decisiva a favor de la liberación sexual de la mujer.
En “Territorios íntimos. Las profundidades del placer” Rosario Valcárcel elabora un intachable ensayo minucioso en el que no defiende dogmas ni condena prácticas atractivamente sexuales, sino que arriesga con nitidez y naturalidad un meticuloso examen íntimo. La intuición placentera de la autora, la experiencia, la literatura y la vida son estímulos que hacen más tolerable la cotidianidad para el ser humano. Como dice con un halo poético la autora sobre el placer sexual “emborrachar nuestra conciencia, sentirnos libres y devorarnos como hacen las ballenas bocado a bocado”.
Agradecemos la fuerza literaria de Rosario Valcárcel, su don natural de seducción, así que dejémonos encandilar por su luz. Y leámosla.
Lucía Rosa González (Santa Cruz de La Palma, 8 de febrero de 2024)
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