Por Lucía Rosa González
Luis León Barreto es autor de
30 libros, fundamentalmente de narrativa. Novelas, cuentos, ensayos, novela
negra. Licenciado en Periodismo, fue subdirector de La Provincia, director del
Club Prensa Canaria y jefe de Prensa del Cabildo de Gran Canaria. Hijo
predilecto de la isla de La Palma, Hijo adoptivo de Telde, con varios premios
literarios y periodísticos; así el Julio Tovar, 1970; el Benito Pérez Galdós,
1976 y el Blasco Ibáñez, 1981. Entre los galardones periodísticos, el Leoncio
Rodríguez, de El Día; el Víctor Zurita, de La Tarde, y el León y Castillo, del
Cabildo de Gran Canaria. "Las espiritistas de Telde", su obra más
conocida, ha sido traducida al rumano, alemán, inglés, italiano y francés. Fue
invitado por las universidades de Leeds y Birmigham, Inglaterra, con la
colaboración de los centros Cervantes. A todo ello hay que añadir que en la
actualidad participa en periódicos de papel y digitales y prepara nuevos libros
de relatos.
Luis León Barreto es un autor realista, la
creación de tan diversas realidades le aporta bienestar personal. Es el
complemento determinante de su día a día. En el libro “El volcán y otros
cuentos” el argumento le sirve de excusa para indagar en la condición humana
desde todos los frentes, el metafísico, la crítica o la protesta, creando un
mundo personal e inconfundible. Aquí echaríamos manos de su estilo, ese modo
inmanente al autor, su identidad literaria. La temática es variada, desde la
adversidad volcánica de esta isla hasta avistar hipopótamos en África, o la
idiosincrasia india, las llamadas a la oración en Jerusalem, el humor negro, el
bullying por la condición sexual, los sobornos del diablo, el abuso sexual, el
sadomasoquismo, la pandemia, la fusión imperceptible entre sueño y realidad. Y
como hilo conductor la idiosincrasia isleña, las costumbres, los paisajes de La
Caldera o La isla de San Borondón. En estos relatos hay una doble invención; la
creación de los distintos espacios que no sé si es instintiva o premeditada
porque armonizan al dedillo con lo que se cuenta en cada relato, y las
diferentes tramas, cuyo lenguaje apropiado asimila, calma o agita. Es esmerada
la documentación y muy reveladora con respecto a las costumbres y el carácter
de los personajes. Luego están los desenlaces. Que escandalizan, sorprenden o
generan placer. Y evidentemente la insularidad que recorre la obra, perceptible
en “El volcán”, “Taburiente”, “Los dragos” “Azul sobre el mar”, “Tijarafe”, “Lo
sagrado”. En este sentido, los relatos la trascienden rastreando los misterios
de la vida para interpretar y darle sentido a la existencia: “El tren
eléctrico”, “Shalom”, “Mi buenos Aires querido”, “El muerto de la buena
suerte”, “El maniático”, “Esperando la patera”, “Fyffes”, “La Vía Láctea”,
“Adán y Eva fuera del Edén”, “Edgar Allan Poe”. En un relato corto no caben las
divagaciones que sí tolera una novela, en este caso el autor debe reprimir su
carácter novelístico, luchar contra él para poner la chispa y sorprender a los
lectores, peculiaridad que advertimos en “El volcán y otros cuentos”. Observen
cómo acaban algunos muy significativos. “Clapham South”: “Brillaba el cielo y
la tierra requemada parecía recién bajada de un desierto lunar”, o en
“Jubilados”: “Todo consiste en vivir hasta el día siguiente”. En “Namasté”:
“Entendí que el tiempo es un círculo que gira sin parar, después de los grandes
desastres el alma genera la medicina del olvido.” Luis León Barreto domina con
maestría la tensión narrativa en estos relatos, se aprecia la atracción que
ejerce en él la narrativa breve. Y no solo la verosimilitud, sino la apariencia
coexisten y transitan a sus anchas en “El volcán y otros cuentos”. Damos la
enhorabuena al autor.
(La Cosmológica, Santa Cruz de La
Palma, 8 de febrero de 2024)
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