Se suele decir que la poesía es
la oveja negra de la literatura, que durante muchos años ha estado arrinconada,
sin embargo en los últimos tiempos se ha puesto de moda, nos la encontramos en
las redes sociales, en Youtube, con vídeos de poemas recitados, convertidos en
palabra y música, en recitales callejeros, en eventos pictóricos, en encuentros
internacionales ofreciendo una perspectiva más global que incluye música,
teatro, cine o fotografía.
O quizás se ha puesto de moda
porque la poesía y los grandes poetas no mueren nunca, y menos si hablamos del
poeta de la talla de Domingo Rivero.
Y no sé si por casualidad o por
causalidad pero Victoria andaba buscando una historia sobre un personaje. Y el
azar la lleva a encontrarse con Elisa Quintana, a hablar del poeta, de su
lírica que ha cautivado y cautiva. A hablar del creador del Museo Domingo
Rivero, de su nieto José Rivero, de la labor encomiable que realizan tanto él
como esos seres generosos que forman lo que yo llamo la familia del Museo. Les
lleva a las dos amigas a hablar del poema “Yo, a mí cuerpo” a escucharlo:
¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?/ ¿Por qué con humildad
no he de quererte, /si en ti fui niño y joven, y en ti arribo, / viejo, a las
tristes playas de la muerte?
Un poema que afirma Eugenio
Padorno que está considerado como una de las cimas líricas de la Poesía
Canaria. Un poema que en un principio le perturba, le hiere a Victoria. No
entiende ese perdón al cuerpo, esa interpretación del amor. No entiende ese
mensaje de dignidad a pesar de lo vivido. Pero de pronto respira por esa herida
y percibe el hálito del poema, siente la luz y escucha la voz del poeta:
La muerte roe mi cuerpo con dentelladas finas, las cicatrices son
frescas... Pero he vivido, he vivido... y amo este cuerpo viejo…
Y comienza a navegar por los
mundos interiores de Domingo Rivero, sigue sus huellas, el germen de su poesía,
sus gestos. Penetra en su universo y recupera esa memoria de la tristeza, de lo
vivido, ese deseo de retorno que ella convierte en experiencia corporal y visual.
Y transforma “Yo, a mi cuerpo, en
Tú, a tu cuerpo” lo traslada al teatro, a ese espacio que dicen que es el más
apropiado para emocionarnos. Y nos habla de la vejez, del deterioro del cuerpo,
del drama íntimo que vivió el poeta, del destino que afecta a la humanidad
entera: La Muerte. Lo traslada a ese teatro que Francisco Viena, dramaturgo
recientemente desaparecido, definía como “engaño de la mentira que dice la
verdad al mundo”
Y el poema “Yo a mi cuerpo” del poeta
grancanario Domingo Rivero González y su vida personal se convierten en el
territorio de creación y de reflexión de Victoria Oramas, se convierte en un
diálogo existencialista, en un monólogo dialogado entre Domingo, hombre ya
mayor, indefenso y profundamente humano y su hijo Juan fallecido cuando era
joven. Una conversación que tiene un fondo universal, común con las personas de
cualquier rincón del mundo. Un diálogo íntimo entre dos personas, entre dos
almas en las que la poesía y la filosofía de la muerte hablan:
Domingo. No lo entiendo... no
entiendo nada. ¿Por qué te moriste si no eras viejo? ¿No ves que amarte me
hacía amar a otros? Pero ahora, ¿cómo preservar mi pureza? ¿Cómo no contagiar a
otros de tanta pena y tanta rabia? Cuando se pierde a alguien a quien se
quiere...
(...) lentamente volvemos, / con la muerte en el alma / y los ojos
abiertos, / a continuar la vida /andando como ciegos.
Ciego por no poder verte más, dando tumbos, golpeándome con los muebles
de este cuarto, como si de ellos brotasen brazos y tirasen de mí... para
regresarme a la vida... No te tengo a ti, hijo, solo tengo humildes cosas
viejas...
Juan. A estos muebles les aguarda el polvo y el
olvido, pero a ti no. Sí, pronto los dejará atrás, pero usted estará aquí...
“Tú, a tu cuerpo” es una pieza
teatral sencilla y directa, en la que la autora se deja llevar por la humanidad
ante la tristeza y la desesperanza. Ese dolor que nos pertenece a todos, al
mundo entero.
“Tú a tu cuerpo” es una obra que prescinde de retórica y adornos
pero llena de carga emocional, una pieza
escénica que demuestra que es posible adaptar la vida y la poesía de un
poeta al teatro, que es viable acercarlo a un público más amplio y menos
especializado.
Una trama que se desarrolla en
una habitación en donde los recuerdos vienen envueltos entre el oleaje y el
lamento encrespado de quien ha visto morir una parte de sí mismo. De quien
pronuncia estas palabras: Hace treinta
años que miro el mar desde la ventana de mi oficina, sentado en la misma
silla... Y compartiendo horizonte con algún amigo en más de una ocasión he
acabado confesándome, porque el mar es lo que tiene, obliga al alma a ser
alma...
Victoria
Oramas Montañez es profesora de Lengua
Castellana y Literatura y su obra literaria abarca el género del relato en el
que ha ganado premios a nivel internacional e insular, así como el del Festival de Monólogos 2016
(Fundación Canaria de las Artes Escénicas y de la Música de Gran Canaria,
Premio ex aequo Certamen de Teatro
Exprés Máscara (2015), Premio Internacional de Teatro de Autor Domingo Pérez
Minik (2012).
La obra de Domingo Rivero,
correcta y sobria, ha sido caracterizada de forma diferente por los distintos
autores que la han estudiado. “Tú, a tu cuerpo” es la número décimo quinta
que presenta aspectos vitales de la obra del poeta aruquense, la primera dentro
de las artes escénicas. La primera que teje y desteje el hilo de la fibra
humana en una narrativa llena de sensaciones y de recuerdos concretos, del
presente y del pasado del padre y del hijo. Entre dos almas que transitan las
tinieblas, entre dos almas repletas de ternura y realismo humano, y lo hace
Victoria Oramas con técnica y emoción, tanta que estoy segura que el poeta
Domingo Rivero se hubiera sentido orgulloso.
Y sin poder encontrar explicación al deterioro de nuestro cuerpo, el poema se filtra en nuestros oídos como un rumor sin palabras, como un susurro de suspiros ahogados.
…¿Por qué no te he de amar?
¿Qué seré el día/que tú dejes de ser? ¡Profundo arcano!/ Solo sé que en tus
hombros hice mía/ mi cruz, mi parte en el dolor humano.
Un poema “Yo a mi cuerpo” encierra
una lección de humanidad, de reflexión y vitalidad. Una obra de teatro: “Tú, a
tu cuerpo” que es para seguir creyendo que hablar de Domingo Rivero es una
odisea de horizontes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario