De José Sánchez Silva
Eva, recién nacida,
estaba reclinada sobre Adán debajo de un árbol, porque llovía. El hombre, tan
joven, dejaba correr las gotas por sus mejillas imberbes. Cerca de ellos, el
agua se había ido depositando en una pequeña depresión de la tierra. Eva lo descubrió
de pronto y dijo:
–Mira.
Miraron juntos y ella
vio su propio rostro reflejado, pero, como aún no se reconocía y amaba ya tanto
al hombre, añadió, maravillada:
-¡Eres tú!
Fuente de la imagen: El primer beso. Salvador Viniegra y Lasso de la Vega (1891).
(ABC, domingo
12 de julio de 1959)
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